El jefe de las Brigadas Izz a-Din al-Qassam, el ala militar de la organización islamista palestina Hamás, afirmó que su grupo se está preparando para un nuevo conflicto con Israel. Marwán Issa, que ha dirigido la fuerza armada de Hamás en los últimos tres años, aclaró que su intención no es iniciar hostilidades próximamente sino preparar una guerra futura para la cual su organización continúa fabricando cohetes.
En tono desafiante declaró que «todo intento regional o internacional de bloquear a Hamás o a su ala militar fracasará. El ala militar tiene la ambición, la capacidad y la fe necesaria para lograr nuestros objetivos finales».
Con tacto y delicadeza, Issa prefirió olvidar el pequeño inconveniente de que a la luz de la última confrontación con Israel, el año pasado, Hamás no parece estar muy preparado para alcanzar sus objetivos finales, es decir la destrucción del Estado judío, sobre todo luego de que la organización de ayuda Oxfam llegó a la conclusión de que para reconstruir lo destruido en Gaza se necesitarán por lo menos 100 años.
Pero para levantar el ánimo, Issa habló de la cooperación con otras fuerzas de la resistencia, un notorio eufemismo para la teocracia iraní y su aliada libanesa Hezbolá. ¡Realmente conmovedor! Los sunitas recalcitrantes de Gaza son un solo corazón con los chiítas recalcitrantes de Teherán.
Sin duda, no hay un nexo espiritual más fuerte que el muy islamista deseo de barrer de la tierra al país de los judíos infieles, un hermoso prólogo para seguir más tarde con los cristianos herejes.
Claro que hay algunas dificultades técnicas. Por ejemplo, Hamás, que confía en que el mundo reconstruya todo lo que fue destruido gracias a su inteligente decisión de bombardear sin tregua a la población civil israelí el año pasado, se ha encontrado con la desagradable sorpresa de que ese mismo mundo no comparte su entusiasmo bélico y no considera muy apropiada la división de tareas que hasta ahora marchaba tan bien. Hamás toma la iniciativa en una nueva guerra con Israel y el mundo, lleno de compasión por los pobres habitantes de Gaza, paga los platos rotos.
Es cierto. Las numerosas almas sensibles del planeta dolidas por los pobres niños a los que generosamente los amantes de la muerte de Hamás les dieron la oportunidad de ser mártires, supieron indignarse debidamente contra Israel. Por lo tanto, expresaron ruidosamente su protesta por el destino de dichos niños palestinos colocados piadosamente por Hamás en lugares situados al alcance de las bombas israelíes. En cambio, se desinteresaron alegremente de las criaturas sirias llevados al otro mundo por los barriles explosivos del ejército de Bashar al-Assad y de las iraquíes liquidadas por los entusiastas degolladores del Estado Islámico.
Gracias a esta equilibrada división entre muertos y muertos, los emprendedores palestinos de la exitosa guerra de propaganda de Gaza lograron su objetivo. ¡Qué fantástica destrucción! Ideal para que, una vez más, Europa y Naciones Unidas paguen la reconstrucción, mientras Hamás reconstruye su aparato armado.
Sin embargo, cuando los costos son demasiado altos, la generosidad del mundo empieza a flaquear; y aparentemente los palestinos, que están acostumbrados a ser los seres más compadecidos del globo, no pueden tolerar esta situación.
¿Cómo? ¿Europa se niega a pagar las guerras de Hamás? ¡Todo un escándalo! Un enérgico líder de Hamás, Khalil al-Haya, puso las cosas en su lugar: «Nuestro mensaje al mundo, que tiene miedo al terrorismo y al extremismo, es que la demora en la reconstrucción de Gaza y el continuo bloqueo estimula el crecimiento del extremismo y el terrorismo». No es una amenaza, por supuesto. Es sólo una advertencia de que Hamás podría seguir haciendo lo que hizo siempre.
Con todo, Hamás cuenta con un recurso infalible para recordar al mundo sus responsabilidades: el sufrimiento que graciosamente impone al pueblo palestino que, ¡Oh, blasfemia, Oh herejía! quizás no comparta los ímpetus bélicos de sus dirigentes.
Hay que disculparlos. Aparentemente el invierno no trata demasiado bien a la gente que se quedó sin casa gracias a la gallarda iniciativa bélica de Hamás el verano pasado.
El «Economist» del 17 de enero pasado describe en estos términos la situación: «Las tormentas de invierno desencadenadas en el Mediterráneo traen nuevas miserias a Gaza. En distritos que fueron destruidos durante la guerra del año pasado con Israel, las familias se resguardan bajo lonas de plástico entre las ruinas. Cuando llegan emisarios de las agencias de ayuda se pelean por las sábanas. Los que aún tienen hogares se quedan en la cama porque hay muy poca electricidad. En los pasos fronterizos con Israel, los enfermos y los agonizantes están acostados en camillas esperando que los admitan para ser tratados por el enemigo, ya que los hospitales de Gaza carecen de medicinas y de equipos».
El «Economist» termina este estimulante panorama en estos términos: «Los niños de Gaza sueñan con escapar. En los fines de semana, los llevan a ver desde lejos el único paso hacia Israel. «¿Papá, porqué no nos hacemos cristianos?», pregunta Walid, un niño de ocho años, después de haber oído que sus compañeros de clase cristianos visitaron Belén en Navidad. En meses recientes, Israel arrestó a unos 20 chicos que trataron de cruzar la frontera.
«La verdadera prisión», dice el padre de Walid, «podría ser mejor que la vida al aire libre en Gaza». ¿Y qué pasa si le disparan a matar? «Bueno – agrega sonriendo -, una rápida muerte es mejor que la lenta que tenemos ahora».
Felizmente todos estos problemas menudos no preocupan a los dirigentes, por la sencilla razón de que ellos no los sufren.
Un informe muy bien documentado en la publicación electrónica norteamericana «Tablet» cuenta por ejemplo que desde que Khaled Mashal fue nombrado presidente del Comité Político de Hamás en 1995, obtuvo el control total de todos los fondos que su organización recibía de gobiernos e individuos de todo el mundo. Mashal pasó 13 años, entre 1999 y 2012, en Damasco y en ese lapso logró nuevas obtener nuevas fuentes de financiación árabes y musulmanas. De paso se hizo de una buena fortuna, siguiendo la senda de su antecesor, Musa Abu Marzuk. Tiene mucho capital invertido en bancos de Egipto y de países del Golfo y es dueño de Fadil, una firma inmobiliaria instalada en Doha, Qatar, que recientemente construyó cuatro torres residenciales, un shopping de 20 pisos y otros edificios, todos los cuales están a nombre de miembros de su familia. Más modestamente, otros dirigentes, especialmente los comandantes de las Brigadas Izz a-Din al-Qassam, se hicieron ricos con el contrabando por los túneles antes de que Israel y Egipto decidieran su cierre.
Según economistas palestinos, el número de palestinos que ganaron más de un millón de dólares gracias a la economía de los túneles se calcula entre 1.000 y 1.200, aunque sólo la mitad son considerados millonarios. Pero de quién nadie duda de su condición de magnate es de Ismael Hanyeh, el primer ministro de Hamás, por quien pasa todo el dinero de los gobiernos árabes que apoyan a la organización terrorista y, particularmente, de ese barril sin fondo de dólares que es Qatar.
Hanyeh, un ex refugiado del campo de Al Shati, en las cercanías de Gaza, posee una fortuna de unos 4 millones de dólares.
Para un líder de un movimiento de amantes de la muerte, que educa con ese mensaje a generaciones jóvenes, el hecho de que posea una fortuna puede parecer extraño. Sin embargo, no se trata de ninguna excentricidad particular. Lo que sucede es que los líderes de Hamás son fervorosos amantes de la muerte para su pueblo, pero no para sí mismos.
Fuente: Israel en línea