Una mujer árabe-israelí ejerciendo su derecho a voto en Israel. Foto de Miriam Alster/FLASH9 (Miriam Alster/Flash90)
Arab vote

Parece que el Mesías finalmente arribó (o regresó, según la creencia en que uno se apoye) a la Tierra unas pocas semanas atrás. Y aunque Jerusalem debió haber sido su lugar de aparición según las profecías, lo hizo en Londres. 

Por: Julián Schvindlerman

O al menos uno debiera ser perdonado por creer eso al advertir el extraordinario desarrollo que tuvo lugar en la capital del Reino Unido a mediados de noviembre.

En el hotel Gloucester Millennium, treinta y dos delegados de quince países árabes se reunieron para participar de un encuentro inédito del recientemente creado Consejo Árabe para la Integración Regional (CAIR). Una iniciativa más, de las miles del tipo que ya existen en la diplomacia del Medio Oriente, podría pensarse. Uno estaría equivocado si así hiciese. Puesto que, aunque su nombre no sea singularmente original, su misión sí lo es. Basta leer estas palabras de Mustafá el Desuki y de Eglal Gheita, miembros fundadores del CAIR, para advertirlo:

Boicotear a Israel y a su pueblo solo ha fortalecido a ambos, al tiempo que ha hecho un gran daño a los países árabes, y no menos a los palestinos. Por el bien de la región, ya es hora de avanzar hacia una era post-boicot (…) La paz ha eludido la región por generaciones. Pero estamos decididos a impulsar la cooperación entre el mundo árabe e Israel, convencidos de que los beneficios de la asociación deben reemplazar a los estragos de la exclusión.

Estamos tan acostumbrados a que las reuniones de delegados árabes resulten en diatribas incendiarias contra, o en eslóganes gastados sobre, Israel, que esta iniciativa no es menos que sorprendente. Ya digo que no fue una reunión más, y de hecho los delegados en rigor no fueron enviados oficiales de sus países de origen, sino participantes voluntarios en un noble y novel emprendimiento. Algunos asistieron a pesar de haber sido amenazados de muerte en sus propios países. Ningún árabe israelí pudo ser invitado, porque podrían haber sido acusados del crimen de normalización al regresar a sus hogares. Y Egipto, la primera nación árabe en forjar la paz con Israel, intentó sabotear el encuentro presionando a varios de los ponentes para que finalmente no viajasen a Londres.

Debemos ceder la palabra a algunos de los participantes para –parafraseando el dicho popular– leer para creer. La periodista inglesa Jenni Frazer informó en detalle del inusual contenido de las ponencias.

Mohamed Anwar el Sadat, sobrino del presidente egipcio que logró la paz con Israel, fue uno de los oradores principales. Reside en su país, donde lidera el Partido de la Reforma y el Desarrollo en el Parlamento. Su ponencia abordó con gran realismo los acuerdos de paz de Egipto y Jordania con Israel, y concluyó que esencialmente fracasaron debido a que “se pensó muy poco sobre cómo convertir una paz de las élites en una paz de los pueblos”. Lamentó la “tendencia revivida a demonizar a los israelíes y a los judíos en general en Egipto” y criticó a los medios masivos de comunicación de su país, que con respaldo oficial “han instilado el miedo y la paranoia en las mentes de la gente, y abierto una brecha entre las sociedades de los dos países”.

Sami Abdul Latif al Nisf, exministro de Información de Kuwait, sacudió al auditorio con un discurso de una sinceridad demoledora. Aseguró que había sido un error “insistir en que Israel es un Estado racista que practica el apartheid, cuando claramente no lo es”. “Al comienzo de su inmigración a Palestina, los judíos no trataron a los árabes como los blancos trataron a los pueblos indígenas de América, Sudáfrica y Rhodesia”, informó. “Nunca ha habido instalaciones públicas segregadas en Israel, ni derechos democráticos básicos denegados a los ciudadanos árabes de Israel. Basta de esta farsa ridícula”. Al Nisf no se privó de criticar a los palestinos por idolatrar el terrorismo y creer que “los fines justifican los medios y, por lo tanto, no mostrar arrepentimiento por el secuestro de aviones, barcos y autobuses, el bombardeo de aeropuertos y embajadas y, en general, el asesinato de inocentes mediante ataques terroristas”. “Otros movimientos de liberación, como en Argelia y Sudáfrica, no privilegiaron tales métodos”, apuntó, “y las organizaciones palestinas que lo hicieron –desde las de Abu Nidal hasta las de George Habash– nunca fueron criticadas públicamente por el daño infligido a la causa palestina”.

La abogada egipcia Eglal Gheita, residente en Londres, habló del movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) con el trasfondo de la historia de los boicots árabes contra Israel. “Uno podría pensar que, con la experiencia acumulada durante más de medio siglo, la insensatez de boicotear a Israel habría quedado clara”. Agregó que dicho movimiento, tras no recibir el apoyo unificado de los Estados árabes, buscó el respaldo de la izquierda radical antisionista de Occidente. “El boicot original fue explícito sobre su objetivo de extirpar a Israel como Estado judío; el movimiento BDS tiene la misma meta”, abundó, y destacó el absurdo subyacente en esa campaña hostil: “Vea un video de un mitin de BDS, y es muy posible que el metraje se haya tomado en un dispositivo que utiliza tecnología israelí: el boicot se quiebra antes de que comience”.

El jeque libanés Saleh Hamed hizo un alegato que no habrá causado ninguna gracia a Irán y Hezbolá, que controlan el País del Cedro. “No negamos el derecho de los judíos a tener un país porque son una nación”, lanzó; “tienen su religión, su idioma, su cultura, su arte y su patrimonio”. Al recordar la expulsión de los judíos del Líbano tras el establecimiento de Israel, llamó a estos a “regresar al Líbano, recuperar sus hogares y vivir al lado de los musulmanes y los cristianos y todos los constituyentes del mosaico libanés”; y añadió: “Necesitamos que los judíos del mundo árabe sepan que necesitamos sus esfuerzos y presencia, porque la construcción de la nación no está completa sin ellos”.

Del lado palestino hizo acto de presencia el académico Mohamed Dayani, excombatiente de Fatah que tuvo prohibido el ingreso a Israel durante 25 años. Dayani conmocionó al mundo árabe y al palestino en 2014, al llevar a un grupo de treinta estudiantes de la Universidad Al Quds a Auschwitz, donde fueron guiados por dos sobrevivientes judíos del Holocausto. Aquel viaje era parte de un programa conjunto sobre “Reconciliación y resolución de conflictos” de la Universidad Friedrich Schiller de Alemania y la Universidad Ben Gurión de Israel. Mientras el grupo palestino visitó un campo de concentración nazi, el grupo israelí visitó un campo de refugiados palestinos al sur de Belén. Dayani fue víctima de linchamiento social por ello, perdió su empleo y vio cómo le quemaban el auto. Con un coraje de acero, durante su presentación en Londres propuso crear un programa de postgrado panárabe centrado en la educación para la paz.

En cuanto al sudanés, Ismaíl Sayid Ahmed, pidió que se iniciasen diálogos de acercamiento entre árabes e israelíes. La emiratí Mariam al Ahmedi, activista por los derechos de las mujeres, y la periodista saudita Sakina Mushaykis instaron a crear lazos de la colaboración cultural con el Estado judío, con producciones cinematográficas conjuntas o festivales de música. Delegados iraquíes, argelinos y tunecinos pidieron reconectarse con israelíes oriundos de sus países. En un mensaje de video, el expremier británico Tony Blair subrayó que “las realidades geopolíticas de la región requieren la integración de Israel en la misma” y felicitó a los congregados por su valentía y “nueva visión acerca de la construcción de la paz”. El evento contó con el patrocinio del Centro para las Comunicaciones de la Paz, de Estados Unidos.

¿Triunfará este proyecto? La semilla que estos árabes honorables han plantado tiene el potencial de germinar. En cualquier caso, su puesta en marcha ya es una victoria enorme.

Fuente: elmed.io©

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