Rajeli Dadon estaba desesperada buscando a su hija Edén, de 15 años, tras la explosión en el autobús de la Línea 12, en Jerusalem, “cuando la encontré, tenía todo el cuerpo quemado”.
La investigación de la policía concluyó que el artefacto explosivo fue colocado en la parte trasera del autobús. Las fuerzas de seguridad están investigando la posibilidad de que uno de los heridos, que se encuentra grave y no ha sido identificado, haya sido el terrorista suicida.
Desde su cama en el Hospital Hadassah Ein Kerem de Jerusalén, Rajeli cuenta bañada en lágrimas la horrible experiencia.
“Mi hija y yo subimos al autobús 12. Ella fue atrás a buscar un asiento; mientras yo le pagaba al chofer. Ni siquiera nos sentamos, cuando repentinamente escuchamos una enorme explosión, y los vidrios comenzaron a caer sobre nosotras. Todo se volvió oscuro y lleno de humo”, recuerda.
“Colapsé. Toda su cara estaba negra y quemada. Era imposible verla”, añadió Dadon. “Los paramédicos tuvieron que sacar a mi hija del autobús porque no podía hacerlo por sus propios medios”.
“Cumplirá dieciséis años dentro de mes, ahora está sedada y con un ventilador. Rezo para que salga bien de esto”.
Rajeli señaló que a otra de las víctimas tuvieron que amputarle un miembro “ella estaba cerca de mi hija. No podía salir del autobús”.
El conductor, Moshe Levi, dijo que ninguno de los pasajeros despertó sus sospechas.
“Subí al autobús y lo revisé dos veces, para asegurarme que todo estaba bien… Llegue al barrio Talpiot y paré en la avenida Baram por el embotellamiento, cuando escuché la explosión en la parte trasera del autobús. Abrí las puertas y todo el mundo salió. Le pedí ayuda a los que viajaban en automóviles privados”.
Las llamas provocadas por la explosión se propagaron a otro autobús que estaba vacío y a un automóvil, hiriendo a más personas.
Un total de 21 personas resultaron heridas en el atentado, incluyendo una en grave estado, y seis que sufrieron lesiones moderadas.
Fuente: Aurora