No es nuevo en la Historia el que se produzcan pandemias, y así seguirá siéndolo.
Recordemos la peste que ocasiono casi la muerte de la mitad de la población europea, en este caso no era vírica. Y por sí sola despareció.
Existen multitud de vacunas (que todos conocemos) y en un tiempo record han sido desarrolladas, y a tenor de lo que dicen los expertos desconocemos los efectos secundarios; también su efectividad a largo..
En efecto, hay reinfecciones. Se habla de porcentajes, olas, mutaciones, cepas y que han sido desarrolladas no solo experimentando con monos y cobayas, sino también con células de fetos abortados. ¿Quiero decir con esto que no nos vacunemos? Nada más lejos de lo que debe ser.
Según los informes que las cuatro aseguradores médicas de Israel nos están proporcionando diariamente, la tasa de contagios en Israel es insignificante transcurrido una semana después de la segunda dosis. Buenos números gracias al esfuerzo enorme de Israel al vacunar cada día a 100.000 ciudadanos al día. Así ha conseguido Israel su sprint en la vacunación y su posible inmunidad. Uno de cada tres israelíes ha recibido una dosis, una proporción mayor que en cualquier país del mundo. Esta campaña estatal de 24 horas al día, siete días a la semana, ha permitido que muchos grupos de población vulnerables, mayor de 60 años y personas con enfermedades crónicas, hayan recibido la segunda dosis de la vacuna Pfizer.
Muchas preguntas quedan en el aire y no han sido respondidas, sí, hasta por la OMS, que prestos acuden tarde a China para investigar no se sabe qué. Es de suponer que al mercado cerrado y reconvertido de Wuhan , la “zona cero” donde surgió el COVID-19. Vayamos a lo mollar puesto que muchísimo ya se ha escrito.
Asistimos a un nuevo orden mundial, así es, a la globalización y que se extiende más rápido que el tan renombrado “bichito”. Las redes sociales con sus fakes news se extienden con una virulencia sorprendente. De resultas hay censura, pero lo más paradójico es que ese orden mundial recorta las libertades y es de temer seriamente el que vayamos a distopías, recordemos Rebelión en la Granja o Fahrenheit 451. Permítanme escuetamente decirles qué es una distopía: «una utopía negativa», representando una sociedad hipotética indeseable.
La pregunta consiguiente es como se pueden defender las gentes de este peligro. La respuesta está implícita; necesitamos de forma urgente de una información veraz, la lucha contra el odio, la intransigencia contra los que violan los derechos humanos y los poderes fácticos de algunas empresas y medios de comunicación que defienden sus intereses con la aquiescencia de ciertos gobiernos.
Seamos optimistas, todo se superará, pero para ello debemos comprometernos y no cejar; siempre ha sido así a lo largo de la Historia.
Con mis mejores deseos de salud y felicidad para todos Uds.,
Juan R. Lalmolda