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Muchas veces pensamos cual será el futuro de la agricultura en nuestra civilización, especialmente cuando vemos como los recursos naturales se hacen cada vez más escasos.

¿Sera posible en el futuro llevar a nuestros nietos a granjas hortícolas o plantaciones frutícolas para mostrarles cómo crecen las hortalizas y frutas que consumimos? ¿O tal vez a los ochenta años subiré al piso 40 de un rascacielos a cosechar los tomates para mi ensalada para luego bajar al piso 30 con mi nieto y disfrutar de una tarde de pesca?

Es un hecho que, debido al desarrollo industrial y la urbanización, estamos perdiendo tierras cultivables todos los días. Los científicos dicen que el planeta ha perdido un tercio de sus tierras árabes durante los últimos 40 años, y no sabemos cuánto más vamos a perder en los próximos 40 años.

Sin duda la educación de la población y en especial la de los agricultores en temas de conservación de recursos y sustentabilidad son una de las herramientas más importantes y efectivas, pero, desgraciadamente, no suficientes. Es imprescindible dar alternativas de valor e incentivos a quienes trabajan la tierra para su sustento. En nuestros días, cuando la seguridad alimentaria es parte fundamental de la agenda política, es importante alentar a los tomadores de decisiones a planificar el uso de las tierras e intentar reducir los efectos nocivos de la urbanización, alentando, por intermedio de incentivos económicos a buscar soluciones a futuro que permitan a las generaciones futuras poder asegurar suficientes espacios para cultivar alimentos en cantidad y de alta calidad nutritiva.

Las Naciones Unidas estiman que la población mundial llegará a casi 10 mil millones en el año 2050. Casi el 70 por ciento de esas personas vivirán en y alrededor de las ciudades. En el norte de América, por ejemplo, esta proporción podría ser incluso mayor que más del 80 por ciento. La pregunta es cómo se alimentará toda esta población. Esto es sin duda un gran desafío.

Personalmente estoy convencido que la agricultura moderna puede hoy día, dar gran parte de las respuestas a los desafíos que nos plantea el futuro de la civilización. La pregunta es, ¿hasta cuándo?

El futuro nos enfrentará con el paradigma del desarrollo sustentable. El desarrollo sustentable es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Soy consciente que será necesario pensar fuera de la caja para encontrar nuevas ideas que brinden alternativas que respondan a las exigencias de producir más y mejores alimentos.

Uno de las soluciones que la agricultura moderna propone es la llamada agricultura vertical. ¿Qué es la agricultura vertical? Este tipo de agricultura es un enfoque no tradicional de la agricultura que consiste en producir alimentos en capas que se apilan verticalmente en estructuras en forma de torres que combinen, acorde a las necesidades de cada cultivo la luz, artificial o natural, mezcla de sustratos o sistemas aeropónicos, acuapónicos o hidropónicos. En lugar de cultivar a un solo nivel como lo hacemos en el campo o el invernadero lo haremos en rascacielos u otras estructuras similares.

Lo curioso del sistema de agricultura vertical es que este sistema existió ya en los famosos Jardines Colgantes de Babilonia. Estos jardines fueron, quizás, el primer ejemplo de agricultura vertical. Se usaba un sistema acuapónico único que se basaba en el principio de acción capilar. Así, los babilonios pudieron crear un “jardín en el cielo” en una torre, rica en biodiversidad y producción abundante de alimentos. Se cree que el jardín alimentó a toda la ciudad de Babilonia, que, con su población de 200,000, era el equivalente de una ciudad moderna.

Pero volvamos al siglo XXI y tratemos de entender en que se basa la idea de agricultura vertical. Hay cuatro áreas críticas para comprender cómo funciona la agricultura vertical: 1. Disposición física, espacio. 2. Iluminación. 3. Medio de cultivo, y 4. Características de sustentabilidad.

En primer lugar, el objetivo principal de la agricultura vertical es producir más alimentos por metro cuadrado. Para lograr este objetivo, los cultivos se cultivan en capas apiladas en una estructura tipo torre o rascacielos. En segundo lugar, se utiliza una combinación perfecta de luces naturales y artificiales para mantener el perfecto nivel de luz en la habitación. Se utilizan tecnologías como las camas giratorias para mejorar la iluminación. En este aspecto la entrada de la iluminación artificial con el uso de luces LED de colores permite a los productores elegir las longitudes de onda apropiadas para cada etapa en el desarrollo de las plantas. Así, se busca apuntar a la longitud de onda azul para estimular el crecimiento de las hojas y luz roja para estimular la floración. Las luces LED también son más eficientes y producen menos calor que las luces de cultivo tradicionales, por lo que recortan en forma significativa el desperdicio de energía.

En tercer lugar, en lugar de suelo, se utilizan medios de cultivo aeropónicos que son sistemas de niebla que reducen el uso del agua en más del 90 por ciento. Esta técnica fue desarrollada por la NASA como una forma de cultivo que los astronautas usaban en el espacio. Otro sistema es el acuapónico, en donde las plantas se alimentan con agua rica en nitrato filtrada de peceras. Existen además los sistemas hidropónicos en la que se utiliza agua rica en nutrientes sin sustratos.

Por último y no menos importante el cuarto principio que es la sustentabilidad. Sin duda debe ser prioritaria en sistemas agrícolas. Todas las técnicas expuestas permiten cultivar con técnicas que no usan suelos o usan sustratos inertes, evitan el uso de pesticidas, herbicidas y menos fertilizante, además de reciclar gran parte del agua utilizada durante el cultivo agua. Desde el punto de vista ambiental son sistemas sustentables. Las plantas pueden crecer y ser cosechadas durante todo el año, libre de condiciones climáticas adversas como sequías o inundaciones. Esta sustentabilidad es también minimizar la distancia entre los consumidores finales y los sitios de producción mediante la agricultura urbana. La producción de productos vegetales y animales ocurrirá dentro de las ciudades, ahorrando tiempo y dinero al reducir los costos de transporte. Así, se evitan largas rutas de transporte para comestibles y necesidades básicas.

Se calcula que media ha de superficie en sistemas de agricultura vertical puede producir aproximadamente lo equivalente a la producción de 3 ha a campo abierto. Este alto potencial de producción y el importante aporte a la disminución de la contaminación transforman a esta propuesta como una alternativa tangible para el futuro de la producción de alimentos.

Paralelamente existen dificultades propias del sistema como las limitaciones en la polinización de las flores debido a que no hay insectos, que en sistemas tradicionales son en su mayoría, los encargados de polinizar las flores, el cual es un paso imprescindible para la formación de los frutos. En la agricultura vertical este trabajo deberá hacerse en forma manual. Este es un proceso dificultoso, que requerirá alta cantidad de mano de obra por lo cual se hará costoso. Otra de las desventajas es la extremada dependencia con la tecnología ya que todo el ambiente, el riego, la luz, etc. es controlado con lo cual además de ser costoso exige alto nivel de conocimiento por parte de los operadores. Por ultimo debemos señalar que la idea básica de este sistema es poder cultivar dentro de las ciudades. Se necesitarán terrenos dentro de las urbes para transformarlos en rascacielos agroecológicos (farmscrapers). Estos terrenos deberán competir con otras necesidades propias de la urbanización, lo cual seguramente generara aumento de precios.

Deberá evaluarse hasta en qué medida la agricultura vertical es económicamente sensata. Estos cálculos deberán tener en cuenta que este sistema es respetuoso con el medio ambiente, representa una excelente oportunidad para el uso de avances tecnológicos, y lo más importante, tiene grandes posibilidades de producir alimentos sanos de calidad y en cantidad. Sin embargo, no se puede esperar que las granjas verticales reemplacen a las formas de producción agrícola actuales. Es probable que las nuevas tecnologías y la agricultura tradicional tengan que complementarse si queremos satisfacer las demandas alimentarias del mañana. El objetivo es continuar innovando para definir el futuro de la producción agrícola.

Daniel Werner es Ingeniero Agrónomo con una maestría otorgada por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Durante su carrera profesional, fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel. Actualmente, ocupa el cargo de Director de Proyectos y Misiones Especiales, en cuyo marco ha dirigido programas de desarrollo rural como parte de los programas de cooperación internacional del Estado de Israel en diferentes países de América Latina, Asia y África.

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