En muchas partes del mundo se está saliendo de la cuarentena impuesta por el virus fatal. Luego de varias semanas de encierro, aislamiento y miedo, parece que han de retomarse algunas actividades básicas que permitan el desarrollo de la vida cotidiana. Trabajo, educación, movilización.
Por: Elías Farache S. / Aurora
Pero ante el desconocimiento de cómo enfrentar la propagación del virus, el temor a rebotes en contagios y víctimas, ante la falta de tratamientos ciertos para pacientes y de estrategias probadas de prevención, la Humanidad entera está en ascuas.
Algunos regímenes, algunos políticos, una que otra institución y también algún sector con intereses comerciales, sacarán provecho de esta incertidumbre. Esperemos que no sean muchos, pero seguro los hay y los habrá.
En el mundo de nuestros días, repleto de avances científicos y tecnología, una aldea global que se comunica en fracciones de segundo, donde las fronteras estaban eliminadas por completo en lo virtual, y en muy buena medida en lo físico, un microorganismo que se elimina con agua y jabón, no ha logrado ser combatido. ¿Deja esto alguna enseñanza?
Sí, debe dejarla. A cada quien y en cada lugar en su justa dimensión.
Los poderosos no son tan poderosos como creíamos. Y algunos conflictos políticos de data histórica, pasan a segundo plano. Está en juego la vida de todos, sin distinción de sexo, raza, religión o convicción.
Volver a la normalidad ha de significar eso: normalidad. Será quizás a algún estadio previo a la pandemia, en varios años o siglos. No al instante inmediatamente anterior a las cuarentenas. Porque debemos reconocer que el mundo había perdido su normalidad, si es que entendemos como normalidad la racionalidad que debe privar en las sociedades humanas.
Que sea el bienestar de las personas la primera prioridad de todos. Que se respeten las normas de ética en su máxima medida. Resolver conflictos que tienen larga data y se hacen ridículos. Eso, entre otras cosas es lo que se requiere.
Pero si al ir levantando las cuarentenas, se retoman los conflictos que estuvieron dormitando estos días, se sigue con la destrucción del planeta, la sociedad de consumo priva sobre el bienestar de las personas y, si tan solo es despertar de nuevo a lo mismo que se tenía hace unas semanas, solo con más peligros, máscaras y distancia social… no habremos logrado nada. El virus habrá triunfado, aunque esté en vías de extinción.
Todos esperamos que la salida de la cuarentena en Israel, aunque en fases bien estudiadas, signifique la entrada en servicio de una coalición abocada a atender los problemas viejos y nuevos del país. Que los globos en la frontera de Gaza no regresen. Que las partes en conflicto acepten sentarse a la mesa de negociaciones, y guardando la distancia social de rigor, resuelvan de una vez por todos los asuntos de fronteras y convivencia que son necesarios para vivir con calidad.
Sí. Se requiere urgentemente una vuelta a la normalidad. Salir del encierro, producir bienes y servicios para el bien de todos. Despejar la mente y oxigenar el espíritu. Pero pensemos todos bien y actuemos en consecuencia: ¿A cuál normalidad debemos regresar?
A la de la racionalidad.