El 23 de mayo de 1960, el primer ministro de Israel, David ben Gurión, dio un mensaje ante el Parlamento israelí que conmovió a la nación:
Tiempo atrás, las fuerzas de seguridad israelíes dieron con uno de los mayores criminales nazis, Adolf Eichmann, responsable, junto con otros líderes nazis, de lo que denominaron “la solución final al problema judío”, es decir, la aniquilación de seis millones de judíos europeos. Adolf Eichmann ya está en una cárcel de Israel y pronto será juzgado en Israel, al amparo de la Ley para el Castigo de los Nazis y sus Colaboradores, de 1950.
Eichmann fue jefe del Departamento de Asuntos Judíos en la Gestapo desde 1941 hasta 1945. En 1942 organizó la infame Conferencia de Wannsee, en la que se adoptó el programa del exterminio industrial de los judíos. Posteriormente supervisó la deportación de los judíos europeos a los campos de la muerte, así como el saqueo de las propiedades que dejaron atrás. Fue detenido al término de la Segunda Guerra y confinado en un campo de prisioneros estadounidense, pero logró escapar hacia la Argentina con ayuda del Vaticano. Vivió en la República Austral varios años, bajo el nombre de Ricardo Klement, trabajando para Mercedes-Benz; hasta que, el 11 de mayo de 1960, fue capturado por agentes israelíes.
Captura en Buenos Aires, juicio en Jerusalem
A comienzos de 1960, el servicio secreto israelí –Mosad– determinó que Klement era en realidad el jerarca nazi Eichmann. Se armó un equipo de siete agentes –más el jefe del propio Mosad, Iser Harel– con el fin de ir por él. Uno de ellos, Peter Malkin, publicó en 1990 un libro de memorias sobre el operativo, titulado Eichmann en mis manos, que sirvió de base para la película Operación Final, estrenada en Netflix en 2018.
Según narró Malkin, Eichmann era un hombre de costumbres. Regresaba del trabajo a su casa siempre por el mismo camino. El día de la captura, Malkin se paró frente a Eichmann y le dijo: “Un momentito, señor”, las únicas palabras que sabía en español. Eichmann se detuvo y dio un paso atrás. Forcejearon y cayeron al suelo, pero finalmente los israelíes consiguieron meterlo en su auto. “Ein Laut und du bist tot!”, ¡un ruido y estás muerto!, le advirtieron.
El jerarca nazi fue sacado clandestinamente de la Argentina en un vuelo de El Al, la aerolínea de bandera israelí, drogado y vestido como un miembro de la tripulación.
A lo largo del juicio en Jerusalem, se leyeron más de 1.200 documentos y se dio voz a más de cien testigos. Eichmann fue hallado culpable de crímenes contra la Humanidad y contra el pueblo judío. Condenado a muerte, fue ejecutado en 1962. Esa fue la única pena capital que ha aplicado el Estado de Israel. Sus restos fueron cremados y esparcidos fuera de las aguas territoriales israelíes.
La aparente insignificancia del acusado Eichmann llevó al Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel a mostrarse sorprendido. En sus memorias (Todos los ríos van al mar y El mar nunca se llena) escribe que hubiera preferido que el oficial de las SS fuera como un retrato de Picasso, con cuatro orejas, dos bocas y tres ojos, no ese tipo de apariencia anodina. Como es fama, la filósofa Hannah Arendt, autora del polémico Eichmann en Jerusalén. Sobre la banalidad del mal, quedó igualmente decepcionada.
Tensiones diplomáticas
El Gobierno de Arturo Frondizi mantenía buenas relaciones con el Estado de Israel cuando se produjo el Incidente Eichmann, que no dejó de ser una operación secreta israelí en el territorio de una nación aliada. El Ejecutivo argentino reaccionó airadamente: exigió el inmediato retorno del nazi a la Argentina, llamó a consultas a su embajador en Tel Aviv, declaró persona non grata al embajador israelí en Buenos Aires y presentó una protesta ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que adoptó una resolución condenatoria de Israel por violar la soberanía de la República Argentina y pidió el pago de reparaciones. En los meses siguientes, Argentina votó en la ONU en contra de los intereses de Israel.
Al mismo tiempo, el Gobierno argentino comprendía que no podía ir demasiado lejos con su queja, pues al fin y al cabo había estado cobijando a uno de los más altos mandos nazis prófugos de la Justicia internacional por genocidio. Al poco tiempo las aguas se aquietaron. En agosto, ambos Gobiernos emitieron un comunicado conjunto, publicado en Buenos Aires y Jerusalem, en el cual Israel se disculpaba por haber violado la soberanía argentina y Buenos Aires declaraba que la crisis estaba superada.
La luz al final del túnel
Durante la década de 1950, Argentina rechazó pedidos de extradición de varios países europeos concernientes a prófugos nazis que habían hallado refugio en su territorio. Josef Mengele desapareció luego de que la República Federal Alemana solicitara su extradición a Buenos Aires. A la luz de estos precedentes, el Gobierno israelí autorizó la captura de Eichmann, cuyo secuestro ocurrió apenas dos días después de que ambas naciones firmaran un tratado de extradición (todavía no ratificado por el Congreso y no aplicable al caso de Eichmann por varias razones). Al llevar a cabo una operación clandestina en su territorio, Israel había dañado sus relaciones con la Argentina y herido el orgullo patrio de la República Austral en el mes de su 150º aniversario. A su vez, la Argentina había permitido residir en su suelo a criminales de guerra nazis responsables del genocidio de seis millones de judíos, ocurrido apenas una década y media atrás. Ambos países, no obstante, querían preservar sus relaciones diplomáticas, y así el vínculo sobrevivió al controvertido episodio.
Fuente: elmed.io©
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