El sufrimiento de los niños controlados por Hamás está creando un futuro oscuro, para la próxima generación de jóvenes en Gaza.
Los niños escudos, como también se les conoce, han recibido un lavado de cerebro muy duro, tanto que posiblemente los adultos no soportarían. La noticia de un joven padre, residente en Gaza, rociándose con gasolina y prendiéndose fuego no llegará a las redacciones de los medios en general, pero es una prueba palpable del sufrimiento psicológico que produce el adoctrinamiento islámico de Hamás a los niños.
Un joven padre que en medio de llamas, y ante el horror de sus vecinos, lanzaba maldiciones contra Hamás y sus dirigentes ¿Cómo habría llegado este joven al punto de preferir morir envuelto en llamas, que vivir en la Gaza de Hamás? El horror en que vive la población secuestrada, de la Franja de Hamás en Gaza, no es posible imaginarlo a menos que alguien fuera capaz de decirlo en público. Lo dramático es que si alguien se atreviera a enfrentarse dialécticamente con Hamás sus horas estarían contadas.
La libertad de expresión, opinión y por supuesto la libertad religiosa no existe en Gaza, ni en todo Oriente Medio excepto en Israel. Los cristianos de Oriente solo tienen un refugio certero de protección y está dentro de las fronteras del moderno Estado de Israel. En la Gaza controlada brutalmente por Hamás, los niños, mujeres, jóvenes, ancianos y personas con reducida movilidad están sufriendo un drama que algún día saldrá a la luz. No hay nada oculto que algún día no salga a la luz. Los dramas humanitarios en la Gaza de Hamás están sepultados bajo las arenas del terror, de la tortura y del posterior asesinato.
Los túneles de la muerte que Hamás construye con mano de obra infantil, si has oído bien con mano de obra infantil, están diezmando la empobrecida salud de los niños. La desnutrición, la miseria, las enfermedades, la contaminación y el adoctrinamiento islamista están causando un número de muertes que son parte de su manual de muerte. Un mortífero manual que Hamás ha editado con sangre, sudor y lágrimas y no es una película.
Las ingentes cantidades de dólares que entran a Gaza, sea por medio de la ONU, Europa, Irán u otros países islamizados a fuego y espada no llegan, para suplir la multitud de necesidades de los habitantes del enclave terrorista. Las peticiones de ayuda humanitaria se agolpan a las puertas del infierno que en la práctica es el gobierno de Hamás. La miseria que se vive en Gaza es exclusivamente, insisto en este punto es exclusivamente, responsabilidad de Hamás. El fiero guardián de la ortodoxia islámica, que quiere representar Hamás, es solo una máscara cruel que oculta los padecimientos inhumanos a los que tiene sometidos a sus conciudadanos.
El violento adoctrinamiento al que están sometidos los niños de Gaza en primer lugar, y todo el resto de la población, tiene por objeto destruir toda resistencia. La mortal amenaza que Hamás representa, para los palestinos en general, para la Autoridad Palestina de Mahmud Abás, para los niños y jóvenes de Gaza dejará en los próximos años el mayor desierto natural e ideológico de todo Oriente. Un desierto a nivel climático y emocional que secará toda esperanza de futuro y cortará de raíz todo sueño de libertad. La única posibilidad de que Gaza se recupere podría esperar varios siglos si Hamás sigue arrasando toda posibilidad de cambio.
Los crueles carceleros de Hamás, y sus sustentadores necesarios como Irán, están produciendo el mayor cambio climático y social de la historia de la humanidad en la ciénaga, en la que han convertido Gaza. Todas estas expresiones serían malsonantes si fueran falsas, pero al ser objetivamente verdaderas se convierten en pruebas judiciales que el Cielo sigue recopilando para cuando llegue el juicio de Hamás ¿Podrá defenderse Hamás de las acusaciones que se le imputan? El Cielo no dará por inocente al culpable y nosotros, al menos algunos de nosotros, tampoco. El sufrimiento provocado por el perverso adoctrinamiento a los niños de Gaza será una acusación irrebatible que Hamás no tendrá forma de refutar. Todo tiene su tiempo y el tiempo de Hamás está llegando a su fin. Rezamos para que sea pronto.
Por José Ignacio Rodríguez, colaborador de Unidos con Israel