Un nuevo estudio dirigido por el laboratorio paleogenómico del Museo de Historia Natural Steindhart, de la Universidad de Tel Aviv y de la Universidad de Haifa analizó el ADN de unas antiguas semillas de uva de vinificación local, descubiertas en excavaciones arqueológicas en el Néguev.
(Comunicado de la portavoz de la Universidad de Tel Aviv)
El estudio genético fue dirigido por la Dra. Pnina Cohen y la Dra. Meirav Meiri, del laboratorio de paleogenética, en el Museo Steindhart de Historia Natural, de la Universidad de Tel Aviv. Las semillas fueron encontradas en excavaciones arqueológicas dirigidas por el Prof. Guy Bar-Oz de la Escuela de Arqueología y Culturas Marítimas de la Universidad de Haifa, en colaboración con investigadores de la Autoridad de Antigüedades de Israel. También participaron investigadores de la Universidad de Haifa, el Instituto Weizmann, la Universidad Bar-Ilan e instituciones de investigación de Francia, Dinamarca y el Reino Unido. El trabajo fue publicado en la prestigiosa revista científica PNAS.
El profesor Guy Bar-Oz, señala: “Las excavaciones arqueológicas realizadas en el Néguev en los últimos años, han revelado una floreciente industria vinícola desde el periodo bizantino y de los primeros tiempos árabes (alrededor del siglo IV al IX antes después de la era común), especialmente en los sitios de Shivta, Hluza, Avdat y Nitzana, que eran ciudades grandes e importantes en esa época. Los hallazgos incluyen grandes lagares, jarras en las cuales era almacenado el exclusivo vino exportado a Europa, y semillas de uva, conservadas por más de mil años. Tras la conquista musulmana en el siglo VII, la industria fue decayendo gradualmente, a partir de la prohibición islámica del consumo de vino. El cultivo de uvas de vino en el Néguev fue reanudado solamente en los tiempos modernos, en el Estado de Israel, principalmente, desde 1980. No obstante, dicha industria se basa principalmente en variedades de uvas de vino importadas desde Europa”.
Un hallazgo particularmente interesante fue el de una gran cantidad de semillas de uva, descubiertas en el suelo de una habitación sellada de Avdat. Los investigadores explican que dichas semillas han sido relativamente bien conservadas gracias a la protección frente a fenómenos climáticos como las temperaturas extremas, inundaciones, o deshidratación. A fin de aprender más acerca de las semillas, con la esperanza de descubrir a que variedades podrían pertenecer, los investigadores se preparan para extraer su ADN en el laboratorio de paleogenética.
La Dra. Meiri, expresa: “La ciencia paleogenómica utiliza una gama de tecnologías de avanzada para analizar genomas antiguos, primariamente, procedentes de hallazgos arqueológicos. Visto y considerando que la molécula de ADN es muy sensible y se desintegra pasado un tiempo, especialmente a elevadas temperaturas, habitualmente obtenemos solamente pequeñas fragmentos de ADN, por lo general en un pobre estado de conservación. A fin de protegerlos, trabajamos bajo condiciones especiales: el laboratorio de paleogenética es un laboratorio limpio y aislado, con presión de aire positiva que mantiene alejados a los contaminantes, e ingresamos en él con “trajes espaciales” esterilizados, que a todos nos resultan familiares desde la pandemia del COVID”.
Para comenzar, los investigadores buscaron restos de materia orgánica en las semillas. Para ello, utilizaron FTIR (Espectroscopia infrarroja transformada de Fourier)-una técnica química que aplica radiación infrarroja para producir un espectro de luz que identifica el contenido de la muestra. Al hallar restos de materia orgánica en 16 semillas, los investigadores procedieron a extraer el ADN de estas muestras.
El ADN extractado fue secuenciado, haciendo hincapié en aproximadamente 10.000 sitios genómicos, donde suelen encontrarse características específicas de las variedades, y los resultados fueron comparados con las bases de datos de vides modernas en todo el mundo. En 11 muestras, la calidad del material genético era pobre para permitir algunas conclusiones definitivas. Tres de las muestras restantes fueron identificadas como generalmente pertenecientes a variedades locales. Por último, las dos muestras de más alta calidad, ambas aproximadamente del año 900 después de la era común, fueron reconocidas como pertenecientes a variedades locales específicas que aún existen en la actualidad.
El descubrimiento fue extraordinario. Se descubrió que una semilla pertenecía a la variedad Syriki, una conocida variedad del Oriente Medio, con una larga historia de cultivo en el Levante Meridional y Creta, aún utilizada actualmente, para elaborar un vino tinto de alta calidad en Grecia (donde se lo conoce como llegado del oriente) y en el Líbano. Teniendo en cuenta que las uvas de vinificación son habitualmente denominadas acorde a su lugar de origen, es posible que el nombre Syriki derive de Nahal Sorek, un importante arroyo de las Colinas de Judea. Además, es posible que esta variedad aparezca incluso en la Biblia-en la bendición de Jacob a su hijo Iehudá: “Atara su asno a una vid, su pollino al sarmiento más escogido (Soreka), lavará sus prendas en vino, sus ropas en sangre de uva” (Génesis 49,11); y tal vez también sugerida en el gigante racimo de uvas que trajeron los hombres enviados por Moisés para explorar la tierra: “Cuando llegaron al Valle de Eshkol (identificado por algunos como Nahal Sorek), cortaron una rama que llevaba sólo un racimo de uvas. Dos de ellos los llevaban en una vara entre dos” (Números 13,23).
La otra semilla de alta calidad fue identificada como relacionada a la de Beer, una variedad de uva de vino blanca que aun crece en las arenas de Palmachim en la costa de Israel, en restos de viñedos probablemente abandonados a mediados del siglo XX. Por primera vez, los investigadores pudieron utilizar el genoma de una semilla para determinar el color del fruto, descubriendo que, en realidad, se trataba de una uva blanca: el espécimen botánico más antiguo de una variedad blanca jamás identificado. Beer, una singular variedad local, endémica de la Tierra de Israel, es utilizada actualmente por la bodega Barkan, para elaborar un especial vino blanco de su propiedad.
La Dra. Meiri concluye, diciendo: “El hecho maravilloso de la paleogenética es que a veces, pequeños objetos pueden contar grandes historias. Esto es exactamente lo ocurrido en este estudio. Sólo con un poco de ADN extraído de dos pepitas de uva, hemos podido trazar la continuidad de la industria vinícola local-desde el período bizantino, hace más de mil años, hasta la actualidad. Creemos que nuestros hallazgos son también significativos para la industria vinícola israelí moderna, que ha estado creciendo y prosperando en las últimas décadas. En la actualidad, la mayoría de las variedades que se cultivan aquí, han sido importadas de Europa, por lo cual, las condiciones locales no son óptimas para ellas. Las variedades locales pueden ser más adecuadas para el clima y el suelo locales, especialmente, en la región desértica del Néguev. Nuestro estudio abre nuevas vías para restaurar y mejorar antiguas variedades locales, para crear uvas de vinificación más adecuadas para las condiciones climáticas desafiantes como las altas temperaturas y la escasez de lluvias”.