El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei (Oficina del líder supremo de Irán a través de AP) (Oficina del líder supremo de Irán a través de AP)

Los asesinos eran profesionales y lo planearon a conciencia. El pasado 7 de agosto, a eso de las 9 de la cálida tarde, se dirigieron en moto a una calle de Pasdarán, un acomodado barrio de Teherán.

Por: Clifford D. May

En un momento dado se situaron junto a un Renault L90 blanco, al volante del cual iba un hombre de mediana edad, acompañado en el asiento del copiloto por una mujer joven. Efectuaron cinco disparos con silenciador y metieron gas mientras la referida pareja daba sus últimas boqueadas.

En octubre aparecieron informaciones sobre el asesinato en una plataforma online vinculada a Al Qaeda; informaciones que tradujo al inglés el Instituto de Investigación de Medios de Oriente Medio (Memri). Fuentes anónimas de inteligencia confirmaron detalles del suceso al New York Times, que el pasado día 13 publicó un extenso reportaje en el que identificaba al objetivo principal del atentado: se trataba de un individuo de 58 años llamado Abdulá Ahmed Abdulá.

Su nombre de guerra era Abu Muhamad al Masri (indicativo de su origen egipcio: Egipto se escribe Misr en árabe), y la guerra que libraba era la de Al Qaeda: era el vice-emir de la organización, sólo por detrás de Aymán al Zawahiri, de 69 años, que se presume vive oculto en Pakistán o en Afganistán.

Se cree que Al Masri, que estuvo años en la lista de más buscados de un FBI que ofrecía 10 millones de dólares por informaciones que condujeran a su captura, era uno de los cerebros de los atentados contra las embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania, perpetrados justo 22 años antes de su súbita muerte violenta. Más de 200 personas murieron en ellos, y el número de heridos multiplicó el de muertos por veinte. Al Masri estaba igualmente vinculado a otras atrocidades terroristas.

La mujer que le acompañaba aquel día era su hija de 27 años. Miriam era la viuda de Hamza ben Laden, hijo de Osama ben Laden al que se crió para que fuera el futuro líder de Al Qaeda pero que fue eliminado hace unos años en una operación antiterrorista norteamericana llevada a cabo en alguna parte de Afganistán o Pakistán. También ella había sido formada para desempeñar roles directivos en Al Qaeda, según una fuente anónima de inteligencia citada por Associated Press.

Según el NYT, el atentado de Teherán “fue perpetrado por operativos israelíes a petición de EEUU, que lleva años siguiendo los movimientos en Irán de Al Masri y otros miembros de Al Qaeda”.

Se cree que Al Masri llevaba en custodia en Irán desde 2003, pero que vivía en completa libertad en Teherán al menos desde 2015. El régimen clerical incluso le había permitido adoptar una identidad falsa y pasar por un tal Habid Daoud, profesor libanés de Historia. Tal fue la identidad que divulgaron los medios oficiales iraníes, a los cuales replicaron los medios libaneses.

La revelación de que los gobernantes iraníes habían ejercido de benéficos anfitriones de un líder de Al Qaeda provocó perplejidad en el NYT. “Que [Al Masri] viviera en Irán es sorprendente, dado que Irán y Al Qaeda son enemigos acérrimos”, se leía en el artículo. “Irán, una teocracia chií, y Al Qaeda, un grupo yihadista suní, se combaten en campos de batalla iraquíes y de otros lugares”.

Quizá yo pueda aportar algo aquí. El régimen de Teherán y esa organización terrorista con franquicias en múltiples países colaboran contra enemigos comunes, entre los que descuella EEUU.

Dejando al margen las diferencias ideológicas, lo cierto es que tienen mucho en común. Tanto la República Islámica como Al Qaeda están comprometidas con la yihad (con el terrorismo como arma distintiva), con la difusión de sus (no idénticas) interpretaciones de la ley islámica y con el restablecimiento de un gran y poderoso imperio islámico que lamine y eventualmente derrote a América y el resto de Occidente. En otras palabras: son rivales, no enemigos.

Mi colega (en la Fundación para la Defensa de las Democracias) Thomas Joscelyn lleva años estudiando e informando de las relaciones entre Irán y Al Qaeda. “Hay una nutrida evidencia, que se remonta a principios de los años 90, de que han cooperado en repetidas ocasiones”, escribió el otro día en The Dispatch. “Los atentados contra las embajadas norteamericanas [en Kenia y Tanzania] de 1998 son un buen ejemplo”.

Joscelyn destaca que la comisión gubernamental norteamericana sobre el 11-S “descubrió que Irán y su principal satélite terrorista, Hezbolá, procuraron a Al Qaeda la experiencia táctica precisa para esos ataques prácticamente simultáneos” en los antecitados países africanos. “Osama ben Laden y sus lugartenientes quedaron impresionados con la manera en que los terroristas respaldados por Irán forzaron a EEUU a retirarse del Líbano en los años 80. Y Al Qaeda quería replicar ese logro”.

La actual Administración norteamericana ha comprendido que los gobernantes iraníes tratan con Al Qaeda como tratan con el Talibán, con Hamás y con la Yihad Islámica Palestina, todos ellos suníes. “Sin duda, hay una conexión. Punto”, declaró el secretario de Estado Pompeo el pasado abril.

La Administración Obama también era consciente de la relación Al Qaeda-Irán. “A principios de julio de 2011”, escribe Joscelyn, “los Departamentos del Tesoro y de Estado (…) comenzaron a revelar el acuerdo secreto del régimen iraní con Al Qaeda, que permitía a ésta mantener su núcleo de asesoramiento en Irán”.

Ahora bien, esos vínculos no impidieron el acercamiento de Obama a los gobernantes iraníes, a los que procuró miles de millones de dólares y prometió unos lucrativos intercambios comerciales a cambio no de que pusieran fin sino de que demoraran su programa de armas nucleares.

Sancionado en 2015 sin el visto bueno del Congreso, el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) no era tan integral como para incluir nada relacionado con el terrorismo patrocinado por Teherán o perpetrado por sus satélites o socios, entre los que se cuenta Al Qaeda.

Joe Biden ha defendido el PAIC e indicado que le gustaría recuperarlo. ¿Provocará replanteamientos al respecto la revelación de que el número 2 de Al Qaeda estuviera viviendo confortablemente en Irán como huésped de los ayatolás? La respuesta a esta pregunta dirá mucho de quién es Biden y a qué aspira.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

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