Las ventanas ideológicas de la Organización de Naciones Unidas están atascadas por tantos años de oscurantismo antisemita, que ya no se pueden abrir. La luz y el aire no pueden entrar por esos ventanales de la ONU, aunque algunos analistas hablen de “un soplo de aire fresco” por la intervención de la embajadora de Estados Unidos Nikki Haley. La ONU sigue en profundas tinieblas, valga la redundancia, acumulando tenebrosas resoluciones contra Israel. El irrespirable aire que se mueve entre sus pasillos está totalmente viciado, contra los judíos. El peligro de envenenamiento ideológico, entre sus miembros, es más que evidente y preocupante.
El gobierno norteamericano está intentando, que un renovado aire fresco pase a las contaminadas e insalubres salas antiisraelís, que la ONU mantiene cerradas a la verdad. La contaminación ambiental del planeta es infinitamente inferior, a la contaminación política que soporta el viejo y decrépito organismo que representa la ONU. Lejos, muy lejos, de salvaguardar los Derechos Humanos la ONU ha dado la responsabilidad de mantenerlos, a los países que menos los protegen y que más los incumplen ¿No es incongruente y dramático que terribles dictaduras sean las encargadas de proteger a las víctimas, que ellos mismos pretenden asesinar? ¿Van a defender a los judíos aquellos que los aniquilarían si tuvieran la oportunidad de hacerlo? Algo huele muy mal en el seno la ONU.
La lista de países encargados de proteger, los ya nombrados Derechos Humanos, van desde la bella isla de Cuba y su empobrecida “capital” Venezuela, hasta Burundi, Bangladesh, China o Arabia Saudita, donde las mujeres ni siquiera pueden conducir un automóvil ¿Van a proteger los Derechos Humanos aquellos gobiernos que los violan sistemáticamente incluso con sus mismos ciudadanos? El aire envenenado, con el azufre del infierno que ya presentía cercano el extinto Chávez desde la tribuna de la ONU, se ha colado por los respiraderos de la institución alcanzando a todas las agencias que la componen. Que el foro internacional de la ONU está contaminado de antisemitismo se hace patente en cada reunión mensual, sobre asuntos del Medio Oriente, donde Israel es sistemáticamente acusado y condenado ¿No existen gravísimos problemas en Siria, Líbano, Iram o Irak, por citar algunos ejemplos, para centrarse exclusivamente en Israel? Algo huele muy mal en el seno de la ONU.
El contaminado aire en la ONU, acumulado durante tantos años, ha sembrado de maloliente moho antisemita las paredes, los techos y sus resbalosos suelos. Una profunda limpieza, del viciado aire que se respira en la ONU, es de urgente necesidad. Los mortíferos gases ideológicos contra los judíos, contra Israel y su gobierno nos recuerdan a las épocas más oscuras de la historia de la humanidad. Un ambiente irrespirable, contra Israel, se extiende pesadamente sobre una mayoría de dirigentes mundiales envenenados por el mohoso y destructivo antisemitismo.
Los Estados Unidos ya ha amenazado, por medio de su secretario de Estado, Rex Tillerson, con retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. El mencionado organismo necesita acometer urgentemente “considerables reformas” en palabras textuales, para cambiar la agenda antiisraelí, que lleva implícita en cada una de sus resoluciones. La amenaza podría significar el fin de un organismo, que debería servir como un referente internacional en la defensa efectiva de los reiteradamente mencionados Derechos Humanos. Hoy por hoy, la ONU es un gigantesco edificio con un viciado aire, que va dejando un reguero letal de irrespirables actuaciones contra Israel. Las resoluciones antiisraelís son los modernos libelos de sangre, que envenenan de odio a personas e instituciones como la ONU y sus agencias. Unas instituciones saturadas de mortal veneno que se han vuelto insensibles teniendo “la conciencia cauterizada” en las tormentosas noches de los tiempos oscuros, en los que vivimos. Algo huele muy mal en la ONU.
En el principio, cuando el hombre fue creado se le insufló vida. Un aire fresco que cambió su condición, para hacerle una criatura, a imagen del Creador. En este caso, y salvando las diferencias, la ONU necesita ese aire limpio del Cielo, que insufle vida, en su decrépito cuerpo y lo transforme en un ente nuevo. Un cuerpo joven y renovado, que sea capaz de proteger a todos los pueblos y naciones del destructivo y maloliente odio antisemita. Qué el Cielo intervenga para que un soplo de verdadero aire fresco cambie la ONU y sus agencias ¡Hágalo saber, por favor!
Por José Ignacio Rodríguez, colaborador de Unidos con Israel