A los palestinos no les podría ir peor, los líderes del mundo árabe ya no los aman ni los odian, simplemente los ignoran.
Fuente: Aurora
La Autoridad Palestina, que gobierna partes de Cisjordania, y el grupo terrorista Hamás que controla la Franja de Gaza, calificaron el pacto entre Israel y Bahréin para normalizar sus relaciones como una “traición” y un “cuchillo por la espalda”, al igual que acuerdo entre los Emiratos Árabes Unidos y el Estado judío, anunciado el 13 de agosto pasado.
Ni siquiera la Liga Árabe los apoya. La propuesta palestina para condenar el establecimiento de relaciones entre Abu Dabi y Jerusalén fue rechazada abiertamente por Omán, Bahréin, Jordania y Emiratos, en la última conferencia de los ministros de Exteriores árabes, el 9 de septiembre pasado.
El dique se ha roto y da la impresión de que los dirigentes de numerosos países árabes y musulmanes están haciendo fila para mejorar sus relaciones con Israel.
El pequeño reino insular de Bahréin, con una población de un millón y medio de habitantes -aproximadamente la mitad de ellos ciudadanos y la mitad extranjeros-, puede ser visto como apenas un barrio de Arabia Saudita al que está unido a través de un puente. Y no es creíble que tomaría la decisión de normalizar relaciones con Israel sin la luz verde la monarquía de Riad, que ha mantenido hasta ahora un ensordecedor silencio.
De hecho, la movida de Emiratos y Bahréin no es ni a favor ni en contra de los palestinos, aunque los perjudica duramente debido a que han perdido su tradicional capacidad para “vetar” el establecimiento de relaciones entre Israel y el mundo árabe.
En realidad, la medida que procura edificar una alianza entre Washington, Jerusalén y los países del Golfo, es fundamentalmente en contra de Irán, percibido por los árabes sunitas como una amenaza regional.
No es por casualidad que el régimen de los ayatolas haya salido enfurecido con su Ministerio de Exteriores a despotricar contra los líderes de Bahréin diciendo que serán a partir de ahora “cómplices de los crímenes cometidos por el régimen sionista…y el derramamiento de sangre en la oprimida Palestina”.
Pero, Teherán no debería culparse más que a sí misma por los últimos acontecimientos: con su intervencionismo militar y su retórica agresiva ha tenido un gran éxito, parafraseando un exdiputado iraní, “en aterrorizar a los árabes y empujarlos a los brazos de Israel”.