La oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas Michelle Bachelet publicó este miércoles 12 de febrero una lista de compañías de diferentes partes del mundo-de Israel y del exterior-que tienen vínculos comerciales con los asentamientos israelíes en Cisjordania (Judea y Samaria).
Por: Ana Jerozolimski – Semanario Hebreo Jai
Es una lista negra, aunque ese no sea su título, la única preparada por la mencionada instancia de la ONU, aunque hay por cierto otros casos de territorios disputados por dos partes en el marco de conflictos diversos en el mundo.
Si bien por ahora no se trata de una resolución del Consejo de DDHH llamando explícitamente a cortar vínculos, es un paso claro en dirección a un boicot. Una advertencia. A nuestro criterio, un impresionante atrevimiento promovido por una organización que lo último que hace es velar por los derechos humanos.
Cabe recordar el trasfondo, tal cual lo escribió Hillel Neuer, Director Ejecutivo de la ONG UN Watch con sede en Ginebra, cuyo declarado objetivo es hacer un seguimiento directo, presencial, del trabajo de las Naciones Unidas en relación a los derechos humanos, por lo cual suele exponer falsedades y verdaderas afrentas a la Carta de la ONU.
“La controversial base de datos de compañías que hacen negocios con asentamientos israelíes, que la oficina de Bachelet aún debe producir respecto a cualquier otro estado, fue un mandato de una resolución adoptada en marzo del 2016 por el Consejo de DDHH de la ONU, auspiciada por Kuwait en nombre de los 22 miembros del Grupo Árabe, Pakistán en nombre del grupo islámico compuesto por 56 naciones, junto a Sudán, Venezuela, Argelia, Bahrein, Bolivia, Chad, Cuba, Djibuti, Ecuador, Egipto y Libia”.
¿Alguna duda pues sobre lo limpio y puro de las motivaciones?
Hillel Neuer agrega:
“Dictaduras iniciaron esta lista negra no porque les importe los derechos humanos, sino para desviar la atención de abusos seriales de los derechos cometidos por miembros del consejo como Venezuela, Libia y la República Democrática del Congo, usando al Estado judío como chivo emisario”.
Claro está que las Naciones Unidas, con sus mayorías automáticas, determinaron hace ya mucho tiempo que los asentamientos son ilegales y que los territorios en disputa, conquistados por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 cuando tuvo que defenderse y repeler ataques de sus vecinos, son “territorios palestinos ocupados”. Claro que no logran explicar por qué palestinos si Israel no se los conquistó a un Estado palestino ya que éste nunca existió. ¿Pero qué importan los datos históricos cuando hay agendas políticas?
Y esto lo escribe alguien-probablemente quienes lean a veces mis notas ya lo sabrán-que no está del lado del espectro político israelí que ve todo por el prisma de la promesa Divina al pueblo judío, ni de los derechos determinados por el relato bíblico. No me cuento ni entre quienes esperan que el gobierno declare lo antes posible la soberanía de Israel en Judea y Samaria, ni entre aquellos que consideran que eso sería sabio para Israel. Todo lo contrario. Pero entre eso y la demonización de los asentamientos israelíes erigidos en los territorios en disputa-que nunca antes habían sido de los palestinos-hay años luz de distancia.
Los asentamientos no son la causa de la falta de paz sino una consecuencia de ello.
El que sean hoy un tema delicado en la agenda israelo-palestina, un tema que por cierto tiene hoy un peso emocional fuerte que no se puede obviar, no puede hacer olvidar la verdad histórica: no había ni un asentamiento en el terreno, ni uno, cuando Israel fue atacado apenas nació en 1948, y en 1956, y en la Guerra de los Seis Días en 1967. Las fronteras que hoy los palestinos y quienes les apoyan presentan como la fórmula mágica para la paz mundial, las mal llamadas “fronteras del 67”, eran las que tenía Israel cuando sus enemigos le atacaron prometiendo destruirlo. Afortunadamente, les salió mal, no lo lograron.
Una aclaración: ¿por qué decimos las mal llamadas fronteras del 67? Porque eran las fronteras del 49, de las líneas de armisticio fijadas en Rodas después de la guerra de independencia y la agresión árabe, las que al ser violadas nuevamente en junio de 1967, se convirtieron mágicamente en las fronteras del 67. Otro resultado de la agresión árabe contra Israel.
Y fue en los territorios conquistados en esa guerra que –no inmediatamente- se erigieron asentamientos. Sí, son polémicos. Claro que sí. Son polémicos dentro del propio Israel. Claro que su ubicación en el terreno complica el mapa de un futuro Estado palestino independiente. De todos modos, los palestinos se encargaron de rechazar ya varias fórmulas de paz que incluía una retirada casi total de dichas zonas. La situación en el terreno no se congela y la situación actual en la que son más de 400.000 los judíos residentes en asentamientos, es producto de iniciativas de gobiernos israelíes, pero también de los recurrentes “no” de los palestinos. Cabe recordar que hace más de 40 años, cuando en el marco de las conversaciones de autonomía en Judea y Samaria para los palestinos que mantuvieron el Primer Ministro Menajem Begin y el Presidente de Egipto Anwar el-Sadat, había sólo 20.000 judíos en los asentamientos, pero la postura árabe también fue que no.
Pero volvamos al nefasto Consejo de DDHH de la ONU. Y al grande de Hillel Neuer, Director Ejecutivo de Un Watch, quien no tiene pelos en la lengua ni tampoco agendas tendenciosas que le tapen los ojos.
“Curiosamente, de más de 100 disputas territoriales en el mundo actualmente, incluyendo en Tibet, Cachemira, Crimea, Sahara occidental y el norte de Chipre, la ONU eligió poner en una lista negra solamente a compañías que hacen negocios con los territorios en disputa en Israel”, escribió.
Es más que oportuno hacer un análisis sobre los eventuales perjuicios económicos, políticos y legales que la publicación de la lista puede provocar, aunque nunca ha estado prohibido negociar con quienes tienen vínculos con los asentamientos. El solo concebirlo enfurece. Pero ese no es el tema de hoy.
La pregunta es cómo la ONU va perdiendo cada vez más la vergüenza. O sea, perdón, la perdió hace rato…
La publicación de la lista equivale a un secuestro de la ONU por parte de quienes alegan defender la agenda palestina y jamás les conducen por buen camino.
Ni que hablar del perjuicio que un boicot podría significar a los muchos miles de palestinos que trabajan en los asentamientos y en las zonas industriales aledañas-los hemos visto con nuestros propios ojos-, salvaguardados absolutamente por los derechos laborales de Israel y ganando tres veces más, por lo menos, de lo que ganarían en los territorios controlados por la Autoridad Palestina.
Es lamentable que Bachelet crea que con el paso que dio este miércoles, dignifica la responsabilidad que tiene como Alta Comisionada por los Derechos Humanos. O sea…¿realmente lo creerá? ¿tanto puede uno no entender cómo lo usan? ¿tanto puede uno desconocer la responsabilidad sobre la que se creó el organismo internacional?