Semanario Hebreo Jai Semanario Hebreo Jai

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A menudo hemos escrito sobre la resiliencia del pueblo israelí, manifestada en su constante empuje hacia adelante, su apuesta por la vida, su capacidad de recordar y honrar la memoria de sus hijos muertos, pero sin perpetuar las señales de la tragedia.

Por: Ana Jerozolimski, Semanario Hebreo Jai

Pues frente a la playa en Tel Aviv, repleta de gente y paseantes especialmente en estos días de verano israelí, hay una singular señal de ello: el monumento recordatorio a las víctimas del atentado del 1° de junio del 2001 en el Dolfinario. Fue la explosión terrorista suicida a la entrada del club “Mundo marítimo”, cerca de la discoteca “Pacha” en el Dolfinario de Tel Aviv.

“No dejaremos de bailar. Esta es nuestra casa”, dice el texto del monumento en memoria de las víctimas, la mayoría de ellos jovencitos de entre 14  y 21 años que habían ido allí aquel viernes de noche a bailar.

Un monumento, un mensaje: No dejaremos de bailar. Esta es nuestra casa.

 

La mayoría de ellos eran oriundos de la ex Unión Soviética, por lo cual otra placa recordatoria-erigida por la Municipalidad de Tel Aviv- está escrita tanto en hebreo como en ruso.

 

También los nombres, en ambos idiomas.

 

Para entender lo que significa el terrorismo, este atentado fue uno de los más significativos.

El terrorista de Hamas se mezcó entre los jóvenes que hacían fila para entrar a la discoteca. Detonó la carga explosiva y mató así a 17 personas en el momento, muriendo otras 3 a causa de las heridas en los días siguientes al atentado. Más de 100 personas resultaron heridas. Con ese atentado ascendieron a 113 los israelíes muertos en atentados en los 8 meses que habían transcurrido desde el comienzo de la intifada. Más de mil fueron asesinados en numerosos atentados en los meses siguientes.

Para escribir estas líneas, volvimos a una nota que escribimos en aquel momento, sobre el ataque terrorista.  Leemos las declaraciones del entonces Ministro de Seguridad Interna Uzi Landau quien al visitar el escenario del horror acusó al entonces jefe de la Autoridad Palestina y de la OLP Yasser Arafat de impartir órdenes “a un mar de asesinos, para truncar las vidas de jóvenes que salen a divertirse”. Landau exhortó a la ciudadanía a actuar con contención e integridad espiritual «porque la necesitaremos, así como también la valentía».

Hoy que sabemos cuánta sangre corrió desde entonces bajo el puente, sabemos cuánta razón tenía.

El entonces Primer Ministro Ariel Sharon, su Canciller Shimon Peres y el Ministro de Defensa Biniamin Ben-Eliezer evaluaron conjuntamente la situación. Ben Eliezer, del partido laborista, declaró que “este fue de los peores y más crueles atentados que hemos sufrido”, señalando que es perpetrado “justamente cuando estamos intentando calmar la situación”.Según Ben Eliezer”parece que Yasser  Arafat quiere conducir la región a un gran caos”.Oficialmente Israel decidía preservar  el cese de fuego unilateralmente declarado días días antes por  Sharon, pero fuentes en la oficina del Premier dijeron entonces que “la paciencia se está acabando”.

Numerosos atentados sucedieron al Dolfinario, hasta que en abril del 2002, tras la matanza de Pesaj, en la que un terrorista suicida de Hamas asesinó a 30 civiles en el comedor del hotel Park de Natanya cuando estaban reunidos en familia para la cena de la Pascua judía, lanzó el operativo “Muro de Defensa” para desarmar las infraestructuras de Hamas y Jihad Islámico en Judea y Samaria (Cisjordania).

Lo recordamos ahora, partiendo del monumento recordatorio en la playa de Tel Aviv, cuyo énfasis es en la memoria pero más que nada en el compromiso de seguir adelante con la vida, sin dar los brazos a torcer. Otro ejemplo de ello fue la forma en que en el colegio secundario en el que estudiaban muchos de los jovencitos asesinados, Shevaj Mofet de Tel Aviv, decidieron perpetuar su recuerdo abriendo una biblioteca en su nombre. Para enseñar, para aprender, para vivir .

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