PM Netanyahu (C), Minister of Public Security Gilad Erdan (2L), Jerusalem police chief Moshe Edri (L), Interim police chief Benzi Sau (2R) and Chairman of the Knesset Foreign Affairs and Defense Committee Tzachi HaNegbi at the Jerusalem district police command. (Sellem/POOL) (Sellem/POOL)

Por Jonathan S. Tobin 

La campaña electoral israelí no ha hecho más que empezar y ya va cargada de drama. A las escisiones registradas en varios partidos hay que añadir la posibilidad de que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, sea imputado por corrupción, o tenga que pasar por los tribunales, en las semanas previas a la cita de los votantes con las urnas.

No sabemos cuáles serán las alineaciones finales de los partidos, ni si a Netanyahu, que parte como favorito para alzarse con su cuarta victoria electoral consecutiva y su quinto mandato como primer ministro, lo hundirá el fiscal general, Avijai Mandelblit, con consecuencias que no se pueden predecir. Pero sí hay una cosa que no parece estar en duda: los resultados reafirmarán una vez más el amplio consenso sobre la paz con los palestinos que existe en Israel desde el final de la Segunda Intifada, hace más de quince años.

Sirvan como confirmación las declaraciones de Benny Gantz sobre el futuro de algunos asentamientos controvertidos en la Margen Occidental. En el Canal 12, Gantz afirmó: “El bloque de Etzión, Ariel, Ofra y Elkana se mantendrán para siempre [en Israel]”. Aunque añadió que la cuestión de “cómo resolveremos que sigan ahí para siempre” aún no se había determinado, es difícil exagerar la importancia de que se refiriera a esos cuatro lugares.

Incluso los defensores de una solución de dos Estados han admitido que Israel conservaría en todo caso zonas de Jerusalén que caen al otro lado de la Línea Verde y los grandes bloques de asentamientos próximos a las líneas de 1967. Eso afecta tanto al bloque de Etzión como a Elkana. En cuanto a Ariel, es una pequeña ciudad con universidad, pero como está a 16 kilómetros de la Línea Verde, los palestinos y sus defensores dicen que Israel la debe abandonar para que se pueda crear un Estado palestino contiguo.

Sea como fuere, no hay forma de que Ofra, asentamiento que se encuentra en el corazón de la Margen Occidental y junto a la principal vía de comunicación norte-sur que atraviesa la región, se mantenga dentro de Israel sin hacer imposible la creación de un Estado palestino contiguo.

Gantz, exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, no es en absoluto un defensor de los asentamientos. Además, se dice que tuvo una relación conflictiva con Netanyahu mientras ostentó dicha responsabilidad y que está ansioso por desalojar del poder al primer ministro. Gantz ha entrado en política para brindar a los israelíes una alternativa mayoritaria a Netanyahu.

Gantz y su nuevo partido, Resiliencia Israelí, son la versión del centro israelí para 2019. En prácticamente todas las elecciones celebradas desde 1977 ha surgido un partido que ha tratado de cubrir el espacio entre la derecha y la izquierda. A menudo han estado comandados por hombres del Ejército como Gantz, a los que se considera por encima de las refriegas políticas por no tener experiencia previa de gobierno. Aunque el partido de Gantz podría resultar más resiliente que sus predecesores, hasta ahora todos han acabado yéndose al garete tras tener éxito en una o dos elecciones porque, al final, sus líderes no tenían mejores respuestas para los problemas del país que los de Likud, el Partido Laborista y el resto de formaciones consolidadas.

Pero la importancia del anuncio de Gantz es que demuestra que incluso los que adoptan a conciencia un estilo centrista no creen que sea sensato que Israel haga concesiones unilaterales a los palestinos, o que planee desalojar siquiera a una minoría de los cientos de miles de judíos que viven al otro lado de la Línea Verde en Jerusalén y la Margen Occidental.

Es en cierto modo una conmoción para la mayoría de los judíos estadounidenses hostiles a Netanyahu y a sus aliados de derechas constatar que, en Israel, los que comparten sus puntos de vista son sólo una exigua minoría. Como ha sido evidente desde que, con la Segunda Intifada, la Autoridad Palestina (AP) hizo volar por los aires la fe de los israelíes en el proceso de paz de Oslo, existe un consenso entre el centroizquierda y el centroderecha israelíes de que, por el momento,no hay ningún socio palestino para la paz.

La negativa hasta de la supuestamente moderada AP y de su líder, Mahmud Abás, a reconocer la legitimidad del Estado judío –al margen de dónde se tracen sus fronteras–, su apoyo económico a los terroristas y su fomento del odio contra los israelíes y los judíos han hecho evidente que los israelíes ya no se dividen por la mitad en lo relativo a la paz. La idea de entregar territorio a cambio y, en la práctica, reproducir el experimento en Gaza del primer ministro Ariel Sharón –a la retirada de todos los soldados, asentamientos y colonos israelíes le siguió la creación en la Franja de un Estado terrorista– es ampliamente considerada no tanto un error como una auténtica insensatez.

Por eso los centristas israelíes, incluso la izquierda moderada, han desistido en su mayoría a hablar de renunciar a más territorio en un futuro próximo. Aunque es probable que la mayoría de los israelíes siga dispuesta a intercambiar territorio por una paz genuina, la abrumadora mayoría comprende que eso, sencillamente, no es posible en estos momentos.

Así que cuando Gantz, al que algunos presentan como una alternativa realista a Netanyahu para las elecciones de abril, habla en términos que dejan claro que hay pocas diferencias prácticas entre su postura y la del primer ministro, los judíos estadounidenses críticos con el Gobierno israelí deberían tomar nota. Si un centrista declarado (aunque el primer ministro diga que es más bien un izquierdista en el armario) y decidido a derrotar al primer ministro quiere conservar Ofra “para siempre”, entonces es hora de dejar de fingir que la mayoría de los israelíes piensa que la culpa de que no haya paz la tiene Netanyahu, en vez de Abás y los palestinos aferrados a su guerra centenaria contra el sionismo.

A estas alturas, es obvio que no importa quién gane: el consenso israelí sobre la paz y el territorio sigue en pie. Esto es algo que la mayoría de los estadounidenses que se dicen amigos de Israel deberían respetar.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

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