Como vemos en Estados Unidos en estos días, cuando la gente se siente vulnerable e insegura, los políticos y demagogos juegan con esos miedos para ofrecer soluciones que a menudo son antidemocráticas y que en última instancia, debilitan, en lugar de fortalecer a la sociedad.
Lo mismo sucede en Israel. El país se enfrenta a una violencia terrorista continua contra sus ciudadanos – más aterradora en algunos aspectos que las intifadas, debido a la naturaleza aleatoria y solitaria de los ataques. Y mientras crecen las campañas anti-Israel en todo el mundo, algunos israelíes recurren a soluciones simplistas. Entre ellas se incluye el culpar de terrorismo a aquellos que no están de acuerdo con ellos políticamente y apelar a la incitación. Tales tendencias corren el riesgo de sofocar la tradicional cultura de la libertad de expresión de la que Israel puede sentirse orgulloso.
En los últimos días, este fenómeno se ha manifestado en los continuos ataques contra el presidente Reuven Rivlin por su insistencia en hablar con todos los sectores de la diversa sociedad de Israel. Ha aparecido un video creado por Im Tirtzu, un grupo de derecha, nombrando y deslegitimando a activistas de izquierda israelíes como «agentes extranjeros» en lo que sólo puede ser considerado un acto de incitación de odio. También apareció un proyecto de ley en la Knéset que prohibiría las organizaciones no gubernamentales financiadas por gobiernos extranjeros de tener cualquier contacto con las autoridades gubernamentales y militares.
Todo esto representa una grave amenaza para la tradición democrática robusta de Israel.
Seamos claros: cuando un grupo como Rompiendo el Silencio difunde en el extranjero supuestas atrocidades cometidas por soldados israelíes – en lugar de hacerlo a través de los canales legales establecidos para hacer frente a tales acusaciones – hace comprensible la ira de los israelíes que están orgullosos de las Fuerzas de Defensa de Israel, la fuerza que detiene a los enemigos en su camino de la destrucción de Israel. Y es justo interrogarse sobre si estos grupos juegan un papel constructivo o sólo contribuyen al aislamiento de Israel en el mundo.
Hay, sin embargo, una línea que no debe ser atravesada. Y en los últimos tiempos, esa línea ha sido cruzada demasiadas veces.
El Presidente Rivlin ha sido un objetivo particular de estos ataques. Ya durante el verano pasado, cuando Rivlin condenó duramente el ataque incendiario en Duma, fue ampliamente condenado en las redes sociales por hablar. Esto incluyó la publicación de fotos de él llevando un keffiyeh y un uniforme nazi. La incitación de esta naturaleza es una reminiscencia de los ataques contra el ex primer ministro Itzjak Rabin que precedieron a su asesinato hace 20 años.
Más recientemente, cuando el presidente Rivlin habló ante la conferencia de Haaretz en Nueva York, que también contó con una mesa redonda con Rompiendo el Silencio, el Canal 20 de Israel lo criticó con dureza en su página de Facebook diciendo que el presidente «no debe escupir en la cara de la soldados».
El presidente aprovechó su tribuna para resaltar la importancia de hablar con los grupos con los que está enérgicamente en desacuerdo, un ejemplo de los principios de pluralismo que definen las sociedades abiertas. De hecho, también criticó y denunció el accionar de grupos como Rompiendo el silencio.
Una organización tiene todo el derecho a ser crítica de las actividades políticas que considera perjudicial para la nación. Pero este tipo de táctica del miedo – de culpar a grupos de izquierda de la ola actual de terrorismo palestino con el fin de deslegitimarlos – es una forma de incitación que raya en el odio.
Si las libertades civiles se ven disminuidas en Israel, Israel se debilitará.
Jonathan Greenblatt
Director de la Liga Anti-Difamación (ADL).
Fuente: Aurora