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Israeli Flag

En medio de las celebraciones del 70 Aniversario de la creación del moderno Estado de Israel las cuentas, en el sentido más amplio posible, están totalmente claras.

La recuperación económica de todo un pueblo después de la usurpación, expoliación, despojo, apropiación, incautación, abuso, privación y robo de los bienes de los judíos europeos es absolutamente milagrosa ¿Qué pueblo ha sido expoliado de tan cruel manera y ha florecido de nuevo?

El Estado de Israel no debe nada, a nadie, excepto al Cielo. Un Israel que ha recuperado el liderazgo mundial en todos los campos que seamos capaces de analizar. Las casualidades en Israel se llaman milagros. El paso de setenta años es una fracción de segundo, en el contexto del medible tiempo. Un segundo que le ha sido suficiente, a Israel, para ponerse a la cabeza de las naciones conforme a la promesa “Te pondrá el Eterno por cabeza y no por cola; estarás encima solamente, nunca debajo”. Una sentencia irrevocable que se hace patente ante los ojos de la humanidad, aunque tengan los ojos del entendimiento cerrados.

La ceguera que padecen muchas naciones solo se sana con el colirio de la verdad. Una medicina al alcance de muy pocos que prefieren la ceguera total, a reconocer el liderazgo de Israel. El antisemitismo, disfrazado de antisionismo, es la mayor prueba de la nublada visión que las cataratas del odio producen en muchas naciones y sus gentes. Una enfermedad crónica que irremediablemente conlleva la pérdida de visión de futuro. El retraso tecnológico de muchas naciones no es más que odio antisemita transitando, por sus sangrientas y dilatadas pupilas. Un odio venenosamente envidioso que les impide crecer, prosperar y estar a la altura de estos tiempos de progreso y avances de todo tipo.

El tiempo que Israel ha empleado en investigar, desarrollar nuevas y portentosas formas de comunicación, por citar un solo ejemplo, está sustentado por el esfuerzo colectivo de un pueblo que sabe mirar en la misma dirección. El objetivo de ser autosuficientes, como nación, está en el nivel más alto en la rica historia de Israel. Una autosuficiencia que le permite sustentar a su propia población e importar innumerables productos, a todo el mundo. En algún momento, tal vez más cercano de lo que pensamos, los envidiosos enemigos de Israel tendrán que venir a sus puertas a mendigar grano, aceite y agua, los elementos básicos de subsistencia. Un periodo de escasez extrema hará que muchos quieren tocar, aunque solo sea, el borde del manto de un judío esperando recibir algo de lo que carecen empezando, por su fe en el Eterno.

Lo he dicho otras veces, no soy profeta ni hijo de profeta, pero los profetas de antaño sabían lo que decían cuando aseveraron “En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, y le dirán: “Iremos con vosotros, porque hemos oído que el Eterno está con vosotros”. Aquellos días que como dijera el Primer Ministro Netanyahu “acabamos de empezar” y que traerán no solo abundancia material a Israel sino abundancia de liderazgo y de motivación para un mundo perdido, sin dirección y desmoralizado.

El tiempo de estar a la cabeza, y no a la cola, proyectará a Israel al nivel que merece por su tenacidad, esfuerzo, visión de futuro y valentía. No hay reto para Israel que no esté dispuesto a enfrentar. Una virtud inestimable. El nivel alcanzado por el moderno Estado de Israel no se lo debe a la ayuda internacional, todo lo contrario, pues siempre ha sido un pesado lastre para el conjunto del Pueblo Judío. Una nación que no tiene deudas de ningún tipo ni con sus vecinos, ni con el resto de las naciones. La paradoja es que esas mismas naciones que despojaron a los judíos serán las primeras en ser despojadas de sus riquezas. Unos valiosos medios materiales que tendrán que usar como pago por la angustiosa escasez, que padecerán ¿Cuándo? Insisto no soy profeta, pero que les llegará la escasez, les llegará.

Los setenta años del moderno Estado de Israel son una señal inequívoca del Cielo para todas las naciones, incluida Israel, de que los tiempos han empezado a cambiar. Todo parece indicar que las voces proféticas en Israel también están, en la Knesset.

Por: José Ignacio Rodríguez, colaborador especial de Unidos con Israel