(Artist: Laya Crust)
vayeishev

Estos días la fiesta de Janucá. Quisiera relatar la historia de Janucá desde sus comienzos. Es decir, desde el momento en que los primeros griegos llegaron a Jerusalem.

En el año 530 aec (antes de la era común) los Persas derrotaron al Imperio de Babilonia, liderados por Koresh (Ciro). Los Yehudim que habían sido exiliados por Nebujadnetsar medio siglo atrás, pudieron regresar a Erets Israel y al poco tiempo comenzaron a construir el segundo Bet haMiqdash. Por dos siglos, los judíos vivieron en relativa calma y contaban con la permanente ayuda y apoyo de sus hermanos Yehudim que no vivían en Israel, sino que estaban esparcidos por todo el gigantesco Imperio Persa.

En el año 334 aec Alejandro Magno comienza la conquista del imperio Persa. Una por una las ciudades del Imperio caían ante el gran militar. Una de las ciudades más difíciles de conquistar fue Tiro en Líbano. Ver aquí

Alejandro Magno pidió ayuda. Incluyendo a los judíos de Yerushalayim. Necesitaba soldados para derrotar la resistencia de Tiro. La respuesta de los Yehudim fue sin ambigüedades: «No podemos ayudarte, ya que hemos jurado lealtad al Soberano Persa, Dario III, y aunque ya vemos que él será vencido y que tú vas a conquistar el Imperio, mientras él viva no podemos faltar a nuestra palabra».

Al final, Alejandro conquistó Tiro y su próxima escala era Yerushalayim. Los Yehudim sabían que Alejandro y su formidable ejercito venían a destruir la ciudad, destruir y saquear el Bet haMiqdash.

Los Yehudim hicieron Tefilá y proclamaran un ayuno general.

Cuenta la Guemará en Yoma 69 que el Cohen Gadol, acompañado por su séquito y un gran número de Yehudim salieron al encuentro del gran monarca. El Cohen Gadol, de acuerdo a la Guemará: Shimón haTsadiq, estaba vestido con su sublime ropaje, su Tsits y su Efod.  Cuando Alejandro Magno vio al Cohen Gadol, descendió de su caballo, y ante la sorpresa de todos sus generales se postró ante el Cohen Gadol y le dijo: «Bendito sea aquel, a Quien tu sirves». Sus soldados y generales, deseosos de saquear la ciudad y quedarse con un gran botín, estaban atónitos porque nunca habían visto a su rey prosternándose así ante otro hombre. Parmenio, uno de sus generales, le preguntó a Alejandro por qué no atacaba la ciudad y se hacían de sus abundantes riquezas. Alejandro dijo que unos años atrás había tenido una visión, una epifanía, en la que un «hombre» con semblante de ángel le aseguraba que él, Alejandro,  iba a conquistar el mundo. Desde entonces siempre que se sintió desfallecer trajo a su mente la imagen de ese hombre, la cual le dio fuerza y valor para luchar. Y ahora vio que ese hombre que vio en su visión no era otro que el Cohen Gadol, que lo había recibido en las puertas de Yerushalayim. Cómo entonces no habría de honrarlo. Ver al hombre de sus visiones era una señal de que al final conquistaría todo el Imperio Persa, lo cual al poco tiempo ocurrió.

Y así fue como Alejandro Magno, para sorpresa del mundo entero, entró a Yerushalayim en paz.

Su primer pedido fue visitar el Bet haMiqdash, y quedó muy asombrado de lo que vio. Era la primera vez que los griegos se encontraban con los judíos y su religión. Alejandro pidió colocar una estatua suya en el Bet haMiqdash, como era entonces la costumbre cuando alguien conquistaba la ciudad, y el Cohén Gadol le explicó que eso era imposible, pero que en su honor, todos los niños que nacieran ese año se llamarían «Alejandro». También ofrecieron que los documentos civiles (שטרות) siguieran en su honor, el nuevo calendario Alejandrino, costumbre que los Yehudim guardamos por mas de 12 siglos (למלכות אלכסנדרוס מקדון, Ver Rambam MT, Guerushín, Cap. 1).

Continuará mañana

Por el rabino Yosef Bitton

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