En el tiempo de Janucá celebramos aquellos acontecimientos que se perciben por los sentidos naturales y otros que exclusivamente se pueden percibir por el “sentido” de la espiritualidad. La luz es un milagro eterno pues el Eterno es Luz.
No podríamos entender la luz natural sin tratar, solo digo tratar, de entender la Luz que proviene del Eterno y que ilumina nuestra conciencia traduciéndose en acciones que iluminan también a otros.
El contexto histórico de Janucá se tradujo en acciones concretas de un Pueblo que se enfrentó a la oscuridad impuesta a la fuerza por parte de la ceguera “cultural” griega. La luz se impone a la oscuridad inevitablemente. No hay fuerza que pueda contrarrestar la luz sea natural o espiritual. La luz siempre vence a las tinieblas. Lamentablemente algunos solo perciben la victoria de la luz sobre las tinieblas de forma natural, ven lo ven, sin percibir el milagro.
Janucá es un milagro que se debe percibir de forma natural y de forma espiritual sin posibilidad alguna de separar ambas realidades. La visión de una familia impulsada por la fe en el Eterno les llevó a enfrentarse a la falta de luz de un poderoso ejército preparado para la guerra. Un ejército, ciego de luz espiritual, que conquistaba y doblegaba a otros pueblos que también estaban a oscuras. Un enfrentamiento en el territorio de las sombras espirituales de maldad.
Israel representa el enfrentamiento eterno entre la luz y las tinieblas. No se puede percibir la realidad espiritual de Israel sin considerar la realidad invisible del Eterno. El milagro eterno de la luz se puede ver más que nunca, a lo largo de la historia, en la milagrosa existencia de un Pueblo acosado constantemente por las tinieblas del odio y la sinrazón. Los griegos se enfrentaron a la Luz que iluminaba e ilumina a un Pueblo Único. La visión de un Pueblo que ve la realidad existencial con la Luz que le vine de lo Alto sin dejar de tener puestos los pies en la tierra.
No cabe la menor duda que es un milagro que Israel exista en medio de tanta y extendida oscuridad. La luz que sigue encendida después de miles de años está siendo guía para el resto de las naciones. Luz que continúa dando frutos en forma de luminosos avances en todos los campos de la realidad que percibimos y de la realidad que no percibimos de forma natural. En la historia de Israel nunca ha faltado la Luz traduciéndose siempre en victoria.
Mientras Israel mantenga la lámpara de Janucá encendida la humanidad seguirá teniendo la posibilidad de ver más allá de la realidad física. La experiencia de tres años a oscuras que todo el mundo sufrió, cuando se apagó la Luz de la Lámpara del Templo de Jerusalem, debería ser una especie de vacuna que nos inmunizara contra las tinieblas y el oscurantismo de creer solo en lo que vemos. La visión de un futuro victorioso es la luz que ilumina nuestra realidad presente. La Luz siempre vence y nos hace invencibles ¡Creo, luego tengo la victoria!
Por José Ignacio Rodríguez
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