JAI – Por Rav Benjamín Blech
La semana pasada todo el mundo se sorprendió por el anuncio que hizo el presidente de los Estados Unidos cumpliendo oficialmente con su promesa de la campaña electoral y reconociendo a Jerusalem como la capital de Israel.
Pero cuando observé el calendario hebreo comprendí algo mucho más profundo que una declaración política. Hace mucho tiempo, los eruditos de la Torá nos enseñaron que con el fin de la profecía luego del cierre de la Biblia, Dios tiene otra manera de comunicarse con la humanidad. Esta forma es a través del secreto del tiempo: la unión de eventos que ocurren exactamente en la misma fecha dejan claro que deben ser entendidos como mensajes Divinos. Han dicho que la coincidencia es la forma en que Dios elige mantenerse anónimo. En otras palabras, es la manera en que Dios pone a prueba nuestra habilidad de reconocer el rol del Todopoderoso en la dirección de hechos destacados de la historia.
Estoy seguro de que el presidente desconoce el enorme significado del día que escogió para proclamar el cambio histórico en la política de los Estados Unidos con respecto al estatus de Jerusalem. En el calendario hebreo, cuando los Estados Unidos finalmente reconocieron lo que el rey David santificó hace miles de años y lo que el pueblo judío nunca dejó de recordar en sus plegarias diarias, era el 19 de kislev. En este mismo día, el 19 de kislev de 1949, el primer ministro David Ben Gurión, apenas un año después del establecimiento del estado, escribió y subsecuentemente anunció que el gobierno de Israel unánimemente había acordado que Jerusalem sería la única capital del estado de Israel.
La aparente coincidencia de eventos precisamente el mismo día sugiere una participación Divina que tiene un precedente en otro momento importante de la historia judía, también conectado con el mes de kislev así como con Jerusalem.
Jánuca comienza el 25 de kislev. Varios comentaristas señalan que el nombre atribuido a esta festividad alude al significado de la fecha en la cual ocurrió. La palabra Jánuca está compuesta de dos palabras hebreas: janu, descansaron, es decir que completaron su tarea de reconquistar el Templo, y jaf hei, las letras que corresponden al día 25, o sea el 25 del mes.
¿Qué tiene de especial esta fecha? Los macabeos lucharon las batallas, pero fue Dios quien desde atrás de la escena, decidió que su éxito finalmente tuviera lugar el 25 de kislev, exactamente el mismo día en que había comenzado años antes la construcción del Segundo Templo, tal como lo evidencia el libro profético de Jagai (Capitulo 2:10, 15 y 18). Cuando los sirios griegos, en su esfuerzo por erradicar el judaísmo, profanaron el Templo con ídolos, no ofrecieron sacrificios paganos hasta… Sí, lo adivinaron, hasta el 25 de kislev (Ver Macabeos 1:54-59).
Tres años después de que los judíos reconquistaran el Templo, sacaran los ídolos y reconstruyeran sus utensilios, finalmente, “por coincidencia” cumplieron con la mitzvá de volver a encender la menorá el 25 de kislev con una vasija de aceite que parecía ser suficiente sólo para un día, pero que milagrosamente ardió durante ocho días.
Los macabeos fueron proclamados los héroes debido a sus actos poderosos, pero claramente Dios fue el responsable del milagro de la victoria de “muchos en manos de unos pocos, impuros en manos de puros, malvados en manos de justos, rebeldes en manos de aquellos que se dedican a la Torá”.
La santidad de Jerusalem fue preservada a través de los milagros de Jánuca. El rol de Dios en la historia es confirmado por el nombre mismo de la festividad que nos recuerda el mensaje del tiempo: la aparente coincidencia de fechas idénticas en la cual ocurrieron grandes eventos es la forma en la cual Dios se sigue comunicando con nosotros, para revelar Su continua participación en la historia de nuestro pueblo.
Ese fue el mensaje del 25 de kislev hace muchos años. Y yo creo que ese es también el mensaje del 19 de kislev de la semana pasada.
El mensaje Divino es claro. La visión de Isaías de paz universal figura prominentemente sobre los muros de las Naciones Unidas: “Él juzgará entre las naciones y asentará sus disputas. Convertirán sus espadas en rejas de arados y sus lanzas en podaderas. Ninguna nación levantará su espada contra otra nación ni se entrenarán para la guerra”.
Prominentemente allí están ausentes las últimas palabras de Isaías: “Porque de Sion saldrá la Torá y la palabra de Dios desde Jerusalem”.
En el mes de Januca esperamos que haya comenzado el proceso que convertirá en realidad la profecía completa.
Fuente: Radio Jai