Por Tony Badran 

Al final de la reciente visita del presidente Trump al reino, EEUU y Arabia Saudí emitieron una declaración conjunta en la que subrayaban sus posiciones compartidas. El último punto abordaba la cuestión libanesa y enfatizaba “la importancia de apoyar al Estado libanés”, específicamente en el “refuerzo de su soberanía sobre todo su territorio, el desarme de organizaciones terroristas como Hezbolá y la puesta de todas las armas bajo la legítima supervisión del Ejército libanés”.

Desafortunadamente, los objetivos de reforzar el Estado libanés y desarmar a Hezbolá son antitéticos. Hezbolá ha completado su toma del Estado libanés, empezando por sus instituciones políticas y por las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), y por varias agencias de seguridad. Hoy, reforzar al Estado libanés supone reforzar a Hezbolá.

El control de Hezbolá sobre el Líbano hace que contar con “el Estado libanés” para desarmar a aquélla sea un sinsentido. La función del Gobierno libanés es defender a Hezbolá, y alinear sus políticas con las preferencias del grupo y de sus patronos en Teherán.

Beirut rechazó la declaración americano-saudí y el documento final de la Cumbre Árabo-Islámico-Americana (“Cumbre de Riad”, por abreviar), que por su parte condenó la subversión regional iraní y el apoyo de Teherán al terrorismo. El presidente del Líbano, Michel Aún, aliado de Hezbolá, y su yerno, el ministro de Exteriores del País del Cedro, Gebrán Basil, que asistieron a la cumbre, dijeron que el comunicado final fue elaborado cuando los líderes ya se habían marchado, dando a entender que el Líbano lo habría rechazado.

Aún también rechazó la declaración americano-saudí sobre el desarme de Hezbolá advirtiendo de que la cuestión del desarme del grupo se tiene que resolver por medio de un acuerdo interno para una “estrategia defensiva” para el Líbano (lo que incide en la importancia de las armas de Hezbolá, no en su desarme). En lugar de ello, Aún implícitamente atacó a los saudíes por apoyar el terrorismo. Incluso los opositores domésticos de Hezbolá secundaron a Aún. El primer ministro, Saaf Hariri, declaró que el comunicado de la Cumbre de Riad no era “vinculante para el Líbano”. Un parlamentario del bloque de Hariri marcó la pauta antes del encuentro al aducir que Hezbolá representa a un importante segmento del pueblo libanés y que es parte del Gobierno; “no aceptamos que se le etiquete como un partido terrorista”, añadió.

Esta posición oficial libanesa es la norma, no la excepción. En dos reuniones consecutivas extraordinarias de la Organización de Cooperación Islámica y la Liga Árabe, celebradas en enero del año pasado, el Líbano –junto a otros Estados árabes– se negó a firmar resoluciones condenatorias de los ataques contra la embajada y un consulado saudíes en Irán. Un par de meses más tarde, el ministro libanés del Interior, un aliado de Hariri, se negó a respaldar una declaración de sus homólogos árabes en la que se etiquetaba a Hezbolá como organización terrorista justo después de que lo hubieran hecho Arabia Saudí y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Cuando la Liga Árabe siguió la senda del CCG e hizo lo propio, sólo el Líbano e Irak se abstuvieron.

Estas posiciones han llevado a los saudíes a asumir que el Líbano se ha convertido en una satrapía iraní, así que Riad ha retirado su apoyo político y económico a Beirut: ya ha mandado regresar a su embajador y cortado la financiación a las FAL. EEUU debería hacer lo mismo.

La Administración Obama reconoció públicamente las “participaciones” regionales de Irán y, consecuentemente, nunca vio con malos ojos la posición de Hezbolá en el Líbano y sus relaciones sinérgicas con las FAL. La política de apoyar al Estado libanés en la esperanza de debilitar a Hezbolá se remonta a la Administración Bush. Con independencia de lo que uno pensara de esa política en aquel entonces, la realidad libanesa y regional ha cambiado dramáticamente. Hoy, ese paradigma es tan obsoleto como contraproducente. En el mejor de los casos, seguir apoyando al “Estado libanés” para el desarme de Hezbolá simplemente fracasará. Más probablemente, reforzará a Hezbolá, que controla las instituciones que está financiando EEUU.

© Versión original (en inglés): Foundation for Defense of Democracies (FDD)
© Versión en español: Revista El Medio

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