Sin la menor duda, la reciente avalancha de peticiones tendenciosas que buscaban la condena de Israel estaban motivadas por el odio a Israel, concretamente por ser el Estado nación del pueblo judío.
No es posible que a los intolerantes que las promovieron y a los tontos útiles que las suscribieron les moviera el interés por los derechos humanos. Si así fuera, pondrían el foco en los países que realmente tienen un historial pavoroso al respecto, como Irán, que ahorca a los homosexuales; China, que encarcela a los disidentes musulmanes; Rusia, que asesina a los disidentes; Arabia Saudí, que oprime a las mujeres; Siria, que gasea a su propio pueblo y a los palestinos; y a otros muchos que no afrontan amenazas exteriores. Por la otra punta tenemos a Israel, que afronta amenazas existenciales, actúa en defensa propia y hace más por proteger a civiles inocentes que cualquier otro país que lidie con amenazas comparables. Aun así, resulta ser el único que es objeto de peticiones por parte de sindicatos de profesores, claustros universitarios, asambleas estudiantiles y demás entidades que parecen centrarse más en Israel que en su propia misión de mejorar la vida de sus integrantes.
No estoy hablando aquí de criticar políticas israelíes, cosa que apoyo, como apoyo la crítica a políticas adoptadas por EEUU; pero hay una enorme diferencia –en tono, contenido, bajeza y, sí, odio– entre la critica legítima y la demonización que esas peticiones hacen del Estado-nación del pueblo judío.
Como escribió en su día Thomas L. Friedman, crítico habitual de las políticas adoptadas por Israel:
Criticar a Israel no es antisemita, y decir lo contrario es vil. Pero señalar a Israel para el oprobio y la condena internacionales fuera de toda proporción frente a cualquier otro actor de Oriente Medio es antisemita, y no decirlo es deshonesto.
Así que llamemos intolerante al intolerante y antisemita al antisemita. Que nadie se confunda. Reto a cualquiera de los que han pergeñado esas peticiones tendenciosas a justificar por qué Israel. Hay un viejo chiste sobre un mitin de Hitler en el que el Führer lanza la pregunta retórica: “¿Quién es el culpable de todos los males de Alemania?”; y antes de que la masa pueda bramar “¡Los judíos!”, un tipo va y dice: “Los ciclistas”. Hitler se detiene, se vuelve hacia el hombre y le dice: “¿Por qué los ciclistas?”. A lo que éste replica: “¿Por qué los judíos?”. Yo planteo ahora la misma pregunta a los fanáticos que promueven esas peticiones detestables: “¿Por qué el Estado nación del pueblo judío?”. No hay respuesta buena.
El hecho de que EEUU procure financiación a Israel no explica esa animadversión. EEUU también da considerables sumas a Jordania, Egipto y la Autoridad Palestina (AP). Además, Israel devuelve tanto como toma en materia de seguridad. Si EEUU acabara de un plumazo con la ayuda a Israel, las peticiones no se frenarían, la intolerancia no remitiría y el odio no se extinguiría. Con seguridad, las justificaciones no tienen nada que ver con el historial comparado de los distintos países ni con la manera en que Naciones Unidas dividió el Mandato Británico en dos Estados potenciales: uno para los habitantes judíos y otro para los árabes, que los judíos aceptaron y los árabes rechazaron desencadenando una guerra.
Tampoco se basan en el apoyo a los palestinos como pueblo. Esos mismos signatarios callaron notablemente cuando en tiempos recientes se mató a 4.000 palestinos en Siria, cuando Jordania mató a miles de palestinos y cuando Hamás asesinó a miembros de la AP durante su golpe de Estado en la Franja de Gaza. Esto no va de los palestinos sino de los judíos. Del odio a los judíos y a su Estado.
Algunos de los abajofirmantes son ellos mismo judíos, pero eso no excusa su autoodio. Aun cuando uno pueda sostener que los judíos tienen la obligación especial de ser críticos con su propio Estado, eso no justifica la animadversión de tantos no judíos, tanto en EEUU como en Europa.
Si no me cree, lea o que tiene que decir un activista palestino por los derechos humanos, Basem Eid, sobre El Escuadrón [The Squad] y demás fanáticos demonizadores de Israel:
Soy un palestino que creció en un campo de refugiados de Naciones Unidas en las afueras de Jerusalén (…) Déjenme decir esto tan directamente como pueda: la congresista [Ilhan Omar] no sabe de lo que habla. Peor aún: lleva años afanada no en discutir con datos sino en arrojar sucios epítetos antisemitas, en una imagen especular del antisemitismo de los ‘supremacistas blancos’ a los que dice despreciar.
Políticos como Omar, Rashida Tlaib y Alexandria Ocasio-Cortez dedican una considerable cantidad de tiempo a Israel por los supuestos daños que inflige a los palestinos. Si de verdad se preocuparan por el bienestar de los palestinos, deberían poner su atención en otro lugar. Estos días, la vasta mayoría de los sufrimientos que padecen los palestinos son resultado directo de la corrupción de la AP y del influjo de grupos terroristas como Hamás…
Así las cosas, dejemos de pretender que esas peticiones llenas de odio, tendenciosas y mendaces sean otra cosa de lo que son: intolerancia antisemita, simple y llanamente. La Historia juzgará con dureza a sus promotores. Lo mismo debería hacer hoy la gente decente.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio