Las guerras que Israel ha enfrentado, a lo largo de su milagrosa historia de supervivencia, son cada vez más cortas, contundentes y ejemplarizantes.
El tiempo pasa volando y las guerras actuales de la misma manera. El hecho contrastado de que Israel ama la vida y la paz choca frontalmente, con el amor a la muerte y a la guerra de sus enemigos.
La antepenúltima guerra de Israel tras el ataque directo de Irán desde Siria, aunque no se ha definido como guerra, ha sido la más breve de su larga historia de victorias. Una guerra relámpago con una estrategia militar sorprendente, una coordinación milimétrica y unos medios tecnológicos insuperables. El tiempo de respuesta de Israel a los ataques de sus enemigos, tradicionalmente traicioneros, es inmediato e instantáneo, en algunos casos. El control del tiempo de reacción está altamente coordinado en Israel donde el componente humano, de una calidad única, sabe lo que tiene qué hacer, en dónde tiene que situarse y cómo actuar. Una coordinación imposible de alcanzar, para sus cobardes enemigos.
Toda la sociedad israelí está cualificada, altamente entrenada, para enfrentarse a toda contingencia que se pudiera presentar. Una sociedad preparada desde su juventud, con valores eternos establecidos desde los Cielos, que está dispuesta y disponible en todo momento a luchar por el conjunto del Estado de Israel del cual forman parte. La victoria más contundente que Israel ha obtenido con tiempo, esfuerzo, medios humanos y materiales es la formación académica, emocional y espiritual de sus ciudadanos. Una motivación personal y social de los ciudadanos israelíes que es una de las muchas “maravillas naturales” que goza el conjunto de la Nación de Israel.
Los comentarios de los analistas y el sentido común, que no siempre van de la mano, nos dicen que la tensión continúa en el norte de Israel incluyendo el Golán. Un análisis más que evidente, aunque la tensión siempre ha existido y existirá en todas las fronteras actuales de Israel. El golpe militar que las Fuerzas de Defensa de Israel ha dado a la Guardia Revolucionaria iraní, asentada en Siria, ha sido apabullante. La sensación de impotencia y la confusión extrema que la respuesta de Israel ha producido en los iraníes, y también en los sirios, los ha dejado incapaces de reaccionar. La superioridad demostrada por el Ejército de Israel ha sido demoledora frente a sus enemigos. Otro milagro, en su larga lista de milagros valga la redundancia, que Israel atesora en su cuenta de resultados.
Los medios hablan de “la operación de mayor envergadura en la zona desde los años setenta” de las FDI que además de responder fulminantemente al ataque iraní neutralizó los cohetes enemigos. La famosa Guerra de los Seis Días ha quedado en la historia como un milagro sin precedentes digno de admiración y reconocimiento a los héroes que la protagonizaron y a las fuerzas especiales de los Cielos, que los dirigieron sin ser vistos. La Guerra de las Seis Horas, así la hemos definido, es todo un símbolo de la rapidez de acción y reacción, del moderno Ejercito de Defensa de Israel. Una guerra que también quedará en la historia como un hito difícilmente inigualable.
La próxima vez que Israel responda a sus enemigos será bajo la consabida premisa de anticiparse y actuar que siempre es mejor, que prepararse y esperar. El tiempo de reacción de Israel está llegando a unos estándares imposibles de igualar, por ningún otro ejército. La que hemos llamado Guerra de las Seis Horas ha sido altamente destructiva, para los enemigos de Israel. La próxima vez que las FDI respondan no solo alcanzará a unas decenas de bases terroristas iraníes en Siria sino a las bases, igualmente terroristas, que Irán mantiene en su propio suelo. La diferencia estribará en la destrucción que producirá y que tal vez nos hará caer en cuenta la descripción del profeta que dijo “nadie tomará de ti piedra para esquina ni piedra para cimiento, porque serás una desolación eterna” Lamentablemente ese tiempo está por llegar y muy posiblemente nosotros seamos la generación que lo vea. Lo hemos dicho en otras ocasiones pedir por la paz de Jerusalem es pedir, por la victoria de Israel. Sin victoria no hay paz.
Por José Ignacio Rodríguez, colaborador de Unidos con Israel