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Según las encuestas, las elecciones en Israel programadas para el próximo 2 de marzo, que se suceden por tercera vez consecutiva en aproximadamente un año, no lograrían destrabar el estancamiento político.

Por Pablo Sklarevich / Aurora

No obstante, hay dos factores que podrían alterar decididamente en forma impredecible la ecuación política: un brote del virus COVID-19, conocido como coronavirus, y un conflicto bélico de gran escala en Gaza.

En relación con el coronavirus el Gobierno parece haber preferido actuar con formidable celo, hasta el punto de restringir la entrada de visitantes de países del Sudeste Asiático, tales como China, Japón, Corea del Sur, Singapur y Tailandia. Se trata de una decisión que ha creado tensión entre el Ministerio de Salud y la Cancillería. Funcionarios del Ministerio de Exteriores, preocupados por la drástica decisión, dejaron entrever que la medida podría tener consecuencias negativas irreparables para las relaciones bilaterales a largo plazo.

Con respecto a la Franja de Gaza, el Gobierno ha procurado forjar una especie de modus vivendi con el soberano allí, es decir con el movimiento islamista Hamás, a través de las mediaciones de Egipto y Qatar, dos países árabes cuyas relaciones entre sí son poco menos que hostiles. El Cairo, que controla de hecho la única salida de Gaza hacia el exterior, aplica sobre Hamás la política del palo y la zanahoria. En cambio, Doha distribuye bolsas de zanahoria, siempre y cuando Jerusalén se lo permite.

A esta complicada relación triangular de amor-odio debe sumarse el crecimiento de la influencia la Jihad Islámica Palestina (JIP) que actúa como un “aguafiestas”. Para muchos comentaristas, la JIP opera bajo la vista gorda de Hamás, permitiéndole al grupo castigar a Israel sin tener que exponerse.

En cambio, el analista del Canal 12, Ehud Yaari, considera que la Jihad Islámica no debería verse como un grupo estándar palestino sino como “lo que son en realidad: otra milicia que actúa en nombre y bajo las órdenes de Irán, como sus homólogos en Irak y Siria”.

Yaari sostiene que Hamás y Jihad Islámica están atacándose como perro y gato, y que éste último quiere una parte de los beneficios que ingresan a la Franja a través de Qatar, torpedear los acuerdos que están tratando de forjar Israel y Hamás, a pedido de Irán, y perjudicar al primer ministro, Benjamín Netanyahu, en las encuestas porque ha sido él quien ha estado presionando en favor de las sanciones contra el régimen iraní.