The UN Security Council. (AP/Craig Ruttle) (AP/Craig Ruttle)

Es una clamorosa capitulación ante el movimiento BDS, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha publicado una lista con 112 compañías israelíes relacionadas con las comunidades judías de la Margen Occidental, en un intento de estigmatizarlas y alentar el boicot contra ellas. Esta decisión tan politizada no dañará a Israel, como pretende, sino a los numerosos palestinos que, ante la falta de oportunidades de empleo en las zonas gobernadas por la Autoridad Palestina (AP), se ganan la vida trabajando en esas dichas compañías.

La ONU no ha hecho sino propinar un golpe económico más al pueblo palestino. La AP declinó participar en la conferencia económica de Bahréin, patrocinada por EEUU y celebrada en junio del año pasado, y ha rechazado los incentivos económicos contemplados en el Acuerdo del Siglo del presidente Trump sin haberlos siquiera examinado. La propuesta de Trump incluía, entre otros beneficios para los palestinos, planes para naturalizar a los refugiados que actualmente viven en condiciones de mera subsistencia en los Estados árabes de la zona. La ONU no hace sino incrementar el sufrimiento palestino al cargar contra una de sus fuentes de ingresos.

La radical violación de los Acuerdos de Oslo por parte de la AP no ha hecho otra cosa que empeorar la condición económica de los palestinos que viven en las zonas sometidas a su control. Muchos de ellos aún recuerdan los más prósperos tiempos en que los israelíes acudían a sus localidades, así como a Gaza, a comprar. Todo cambió cuando los Acuerdos confiaron a la AP el control económico y social de las áreas A y B de la Margen Occidental.

Se pensó que establecimiento de la autonomía económica palestina mejoraría significativamente la calidad de vida de los palestinos. Pese a las buenas intenciones, sucedió todo lo contrario. La corrupta e incompetente gobernanza de la AP llevó al deterioro de la calidad de vida de los palestinos y a un aumento de la pobreza entre ellos, mientras sus gerifaltes se daban al intercambio de favores políticos y al latrocinio de los recursos públicos. Cómo extrañarse de que numerosos palestinos añoren la época anterior a Oslo.

El motor del crecimiento económico palestino es la economía israelí. El salario medio de los palestinos que trabajan en Israel es varias veces superior al del de los que trabajan en las zonas controladas por la AP, y las zonas industriales de la Margen Occidental sirven de fuente de ingresos para miles de palestinos. Los palestinos trabajan codo con codo con los israelíes en Mishor Adumim, Shahak, Hinanit, Shaked, Ariel, Kiriat Arba, etc. Lamentablemente, todo esto puede cambiar si la decisión de la ONU consigue lo que pretende: que se someta a boicot a las referidas compañías israelíes.

En el último año, unos 200.000 palestinos se han ganado la vida en Israel y en las compañías israelíes presentes en la Margen Occidental. Esos palestinos no se mueven por ideología: lo único que quieren es ganar un jornal decente para mantener a sus familias. Además, refuerzan y contribuyen sustancialmente a la economía israelí.

Hay aquí una serie de contradicciones políticas interesantes. Por ejemplo: a menudo son los propios palestinos los que trabajan en la construcción de los vecindarios judíos de la Margen Occidental, vecindarios que los líderes palestinos consideran “un cáncer en el cuerpo del pueblo palestino”, de ahí que amenacen y castiguen a los propios obreros palestinos por hacer su trabajo. Pero a la mayoría no les disuaden ni las amenazas ni la retórica incendiaria.

También fueron sobre todo obreros palestinos los que levantaron el muro de seguridad que separa la Margen Occidental de Israel. Y hasta es posible que el cemento utilizado fuera adquirido a compañías palestinas.

No hay apenas dudas de que si el plan de paz de Trump fuera sometido a votación popular, la gran mayoría de los palestinos lo aprobaría. Y es que el palestino medio simplemente quiere vivir con dignidad y ganar un sueldo decente. Muchos de los refugiados palestinos residentes en los Estados árabes vecinos no tienen pasaporte, y para qué hablar de dinero. Muy distinta es la suerte de que disfruta el liderazgo palestino.

Los palestinos que rechazan la propuesta norteamericana son altos cargos de la AP que querrían seguir teniendo acceso a las riquezas internacionales donadas para el sostenimiento de su pueblo. Y la ONU hace lo imposible por ayudarlos.

© Versión original completa (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

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