El planteamiento de la pregunta del artículo es válido dada la cantidad de supuestos que se hacen con respecto al país persa. Sin embargo, es posible que se esté magnificando mucho más la capacidad que posee desde un punto de vista militar, sin dejar de lado por supuesto que desde otros frentes es probable que se menosprecie los alcances poderosos del trabajo que realizan las fuerzas de inteligencia iraníes y su involucramiento ideológico entre gobiernos de la zona.
Por Bryan Acuña – Aurora
Un hecho irrefutable es que los iraníes han crecido en cuanto a su influencia en Oriente Próximo en los últimos años, aunque aún no poseen el poderío militar de un país como Turquía; segundo país más poderoso en sus capacidades militares y miembro de la OTAN.
Tampoco se podría considerar que tengan un poderío comparable al del ejército israelí que durante años ha combinado su capacidad tecnológica con complejos esquemas de inteligencia militar, así como sistemas de defensa únicos en su especie, y el “As bajo la manga” de un supuesto desarrollo nuclear en la planta de Dimona para uso balístico ante el cual los israelíes no aceptan ni rechazan por completo, sabiendo que el blufeo en este tipo de movidas podría ser nefasto, pero nadie se atreve a realizar la prueba sobre la veracidad de lo que se especula.
A lo anterior se agrega que desde los años 80s la República Islámica de Irán no ha tenido una guerra abierta contra ningún Estado, ni han tenido que utilizar su fuerza militar en defensa de su territorio desde dicho período en que se enfrentaron a Irak, por lo que no hay forma de confirmar que tengan una importante fuerza para hacer frente a un conflicto de gran categoría.
Los israelíes en cambio han mantenido luchas de desgaste y de baja intensidad contra agrupaciones paramilitares palestinas y contra el grupo chiita Hezbollah en el sur libanés. Siendo este último quizás lo más cercano que ha tenido Israel de confrontar a las fuerzas iraníes, junto con los ataques coordinados contra los Guardianes de la Revolución que se encuentran desde hace varios años luchando por sus intereses en territorio sirio, intentando además abrir un frente cercano a la frontera norte de Israel.
Aun así, no hay una forma realista de medir la capacidad militar de ambas fuerzas militares en una confrontación directa, principalmente porque las guerras modernas distan de las luchas totales entre países y prefieren el uso de otros campos de batalla, tanto a nivel físico como en el mundo cibernético. Y además porque todo lo que se plantee en cuanto a capacidades militares solamente están en el campo de muchos supuestos.
En complemento a lo anterior, destaca el uso de fuerzas irregulares en campos alternativos de batalla (guerras compuestas e híbridas), donde el patrocinio a guerrillas y grupos paramilitares es una opción que durante décadas ha aprovechado bien Irán, facilitando recursos para que otros peleen en su nombre en conflictos que no son para ganar sino para provocar desgaste en el oponente.
Por otro lado, sería arriesgado plantear escenarios de enfrentamiento militar debido a que esto podría acarrear un conflicto mayor con participación de otros líderes regionales, así como las potencias hegemónicas que quieren inclinar la balanza a su favor. En estos momentos la propia Rusia mantiene a los actores regionales en la posición que mejor le funciona, controlando las zonas mediterráneas de la manera que más le sirve y evitando tener roces con potencias de la periferia con quienes conversa constantemente.
Los rusos tienen un pacto silencioso con los turcos que actúan de manera controlada en el Norte Sirio, mientras que, en la frontera con Israel, Rusia permite cierta acción militar contra objetivos considerados peligrosos para los intereses hebreos. Por otra parte, los iraníes tienen menos colchón de acción y han sido limitados por el gobierno de Moscú, evitando que conserven un ilimitado control sobre la región del Levante Mediterráneo que habían logrado en los últimos años, donde más bien los rusos ya no dan tanto beneplácito a las acciones de Irán.
Es quizás desde esta perspectiva que la visión de un Irán peligroso para la región no cumple su papel, por cuanto sus propios aliados han cortado relativamente las alas del poder acumulado y se ha limitado en el último tiempo.
En Siria su influencia ha venido a menos por la presencia rusa, en Irak la situación nacional ha llevado a verlos con cierto recelo y quererlos fuera de las protestas sociales, mientras en Líbano es quizás el país junto a Yemen donde tienen más participación. Por su parte en los territorios palestinos conservan una modesta cuota de influencia sobre agrupaciones islamistas.
A lo mencionado anteriormente se debe agregar que las revueltas internas por temas económicos y sociales de Irán les dejan sin mayores posibilidades de seguir ampliando sus acciones fuera del territorio iraní, la presión que ha llevado al gobierno a aplacar la ira de la población de forma violenta les podría traer graves problemas al gobierno en un futuro al ir perdiendo cada vez más simpatías nacionales.
Con esto no quiere decir que Irán automáticamente deja de ser un peligro para la región. Si bien no se puede asegurar o negar por completo que sus proyectos nucleares hayan seguido delante de forma clandestina, el riesgo mayor de esto más allá del desarrollo de misiles balísticos pasa por otra ruta, ya que al desarrollar uranio para uso militar podría eventualmente facilitarlo en cantidades moderadas para la fabricación de armas de corto alcance que puedan causar daños más específicos y no necesariamente con ejércitos formales sino también echando mano de las agrupaciones al margen de la ley con quienes tienen relaciones para controlar movimientos subversivos en algunos países de la región y fuera de esta.
Quizás el riesgo mayor de la supuesta carrera nuclear iraní esté en la posibilidad que esto impulse a otros países a querer conseguir lo mismo a través de su propia ruta hacia alcanzar el poderío con armas de destrucción masiva, con exactamente el peligro que este material caiga en las manos equivocadas y además se transforme en la excusa perfecta para mantener los poderes hegemónicos sobre la región compitiendo por los recursos estratégicos y las posiciones de avanzada y dominio sin mucho ante lo cual se pueda reclamar.
La posibilidad de que tanto Rusia como Estados Unidos y China sigan buscando rutas de influencia en Oriente Próximo se acentúa con el interés de los países de la zona de equilibrar a su favor el dominio regional, de ahí que algunos deban potenciar la amenaza de un enemigo común, que ha llevado incluso a la formación de un eje informal de países árabes que se han acercado a Israel ante el empoderamiento iraní, llevándolos casi a la normalización de relaciones entre estos Estados que décadas atrás jamás se habría previsto.
Aún y con todo lo mencionado, Irán no llega a ser tan potencialmente peligrosa desde un punto de vista militar como se quiere vender. Quizás desde un punto de vista ideológico es competencia para el Reino de Arabia Saudita y su lucha directa, como lo puede llegar a ser eventualmente la propia República de Turquía, pero no por esto se debería impulsar una guerra total contra el régimen iraní, sino por el contrario se debe mantener a raya al gobierno de Teherán, no permitiendo que siga creciendo su poder, es decir, impulsar un Irán relativamente débil, no fuera de la ecuación, ni balcanizar su territorio.
Sin embargo, para los intereses generales de la región acá aplica la frase del argot popular que dicta “Que ni tanto que queme al santo ni poco como para que no lo alumbre”, en otras palabras, se trata de no menospreciar la fuerza real de la influencia iraní, pero por otra parte no caer en una falsa perspectiva de un país que pueda arrasar con toda la región porque su capacidad no da para tanto.
Sin duda, los principales beneficiados de los golpes económicos y militares contra la República Islámica de Irán casi llevándolos hasta las cenizas son los mismos países del Golfo dentro de los que destacan economías poderosas capaces de grandes inversiones en infraestructura y comprar aliados a nivel internacional a través de los negocios y petrodólares, pero, por otro lado, de patrocinar el terrorismo internacional con madrazas aún en países occidentales.
Y para los intereses de países como Israel o Turquía les debe quedar claro que en el momento que Irán esté lo suficientemente vulnerable para no ser una amenaza para esas economías; que además se nutren de relaciones económicas y comerciales importantes con potencias, los siguientes en la lista son ellos, así ha sido con el caso israelí por décadas, por esto no deberían caer en el juego de ser quienes hagan el trabajo sucio contra los iraníes, sino que sigan manteniéndolos en un límite donde no resulten ser una amenaza real contra sus propios objetivos.