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writing a torah

רַבִּי שִׁמְעוֹן בֶּן אֶלְעָזָר אוֹמֵר אַל תְּרַצֶּה אֶת חֲבֵרְךָ בִּשְׁעַת כַּעֲסוֹ

La ira no es racional. Pensemos en un jugador de fútbol profesional. Un jugador rival le hace una infracción, que él entiende fue intencional. En ese momento, nuestro jugador enojadisimo, pierde la cabeza y se encamina hacia su rival para pegarle… En circunstancias normales, un jugador sabe que si agrede físicamente al rival, aunque él tenga razón, recibirá la tarjeta roja, es decir tendrá que abandonar el campo de juego. Con un jugador menos, a su equipo le va ser mucho más difícil ganar el partido. Dependiendo de lo que esté en juego, esto puede significar a veces ¡perderse de ganar el campeonato o ir al descenso! Toda una pesadilla para su equipo. Y dependiendo de la severidad de la agresión al rival, nuestro jugador podrá estar uno, dos, tres, o más partidos sin jugar. Esto puede ser «mortal» para la carrera de un jugador de fútbol profesional…

Ahora bien, ¿una vez que entendemos TODO lo que tiene para perder un jugador de fútbol cuando agrede a un rival, lo cual ocurre con frecuencia, nos tenemos que preguntar: ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de hacer algo tan perjudicial para sí mismo? ¿Cómo es posible que alguien se deje llevar por su ira y cometa un acto «suicida»?

La respuesta está en nuestra Mishná: Rabbí Shimón dice (con mis propias palabras): «No trates de razonar con quien está poseído por la ira». La ira, el enojo extremo, transforma a los seres humanos. Bloquea nuestras neuronas y no nos permite pensar como normalmente lo hacemos. Cuando la ira nos domina, literalmente «perdemos la cabeza», y entramos en un estado donde las emociones nos controlan. En ese estado somos capaces de hacer muchas cosas ilógicas, aun cosas que nos van a perjudicar….

La Torá y los Jajamim hablan mucho respecto a cómo controlar la ira y las terribles consecuencias de no hacerlo. Pero en esta Mishná poco común el énfasis no está puesto en cómo manejar la ira sino especificamente en cómo ayudar a alguien cuando está poseído por la ira. La Mishná tampoco me dice qué debo hacer, se limita a decirme qué NO debo hacer en estas circunstancias. Y nos enseña que no tratemos de razonar con quien perdió la cabeza, porque en esas circunstancias las palabras no tienen ningún efecto. ¿Qué hacer? Volvamos al ejemplo de nuestro jugador de fútbol . Cuando está por agredir al rival, ¿qué hacen sus compañeros de equipo para ayudarlo? ¿Le susurran al oído: «Oye, no lo hagas, que tienes mucho para perder»? Todos los aficionados al fútbol saben que eso no es lo que pasa… De alguna manera se intuye lo que dice nuestra Mishná respecto a que los canales de comunicación que conectan al oído con el el cerebro están bloqueados. Y de hecho, cuando esto sucede, lo que los compañeros de nuestro jugador hacen es tratar de detenerlo físicamente, sostenerlo entre 2 o 3 hombres, salvarlo de sí mismo, para que no agreda a su rival.
Si bien la palabra , el dialogo, la comunicación es la mejor medicina para la gran mayoría de los conflictos entre los seres humanos, hay que saber que a veces las palabras no alcanzan…

וְאַל תְנַחֲמֶנּוּ בְּשָׁעָה שֶׁמֵּתוֹ מֻטָּל לְפָנָיו

Un segundo caso, similar, se refiere a alguien que pierde un ser querido. Imaginemos que fallece el padre o la madre de un amigo, digamos, en un accidente. Cuando un ser querido fallece, especialmente en circunstancias no esperadas, el doliente no puede sencillamente «aceptar» lo que ha pasado… por lo general, uno debe pasar por un proceso de duelo, que según las circunstancias puede llegar a ser más o menos largo. Este proceso, también según las circunstancias, culminará idealmente con la «aceptación» de la nueva realidad por parte del doliente. Pero ese proceso inevitablemnte comienza por la «negación» (algunas escuelas de psicología llaman a este paso el «shock») que es el total rechazo a aceptar que nuestro ser querido ya no está. Muchas veces he visto que, desde la mejor intención, los amigos tratan de ayudar al desesperado doliente con palabras como: «Tienes que ser fuerte y aceptarlo» ,»Todos nos tenemos que morir algún día», «Ya no sufre más» o frases similares que desde el puesto de vista lógico son impecables y muy ciertas… pero, no ayudan al doliente. Ya que el paso denominado «negación», es puramente emocional, y no se puede evitar con razonamientos, porque nuestras neuronas, también en este caso, están bloqueadas. Por eso dice nuestra Mishná: «No trates de consolar a tu amigo cuando el cuerpo sin vida de su ser querido está todavía frente a él. » Allí también, las palabras sobran, o hasta pueden resultar contraproducentes.

Nuestros Rabinos nos enseñaron que en los primeros momentos del duelo los amigos del doliente deben evitar hablar (a menos que el doliente inicie el dialogo, porque algunas personas en esas circunstancias necesitan desahogarse). Del libro de Job aprendemos que el máximo consuelo que podemos brindar en esos momentos es nuestra PRESENCIA física, simplemente ESTAR ALLÍ, al lado de nuestros amigos que están de duelo, sintiendo su dolor, sin decir una palabra.
Por: Yosef Bitton, colaborador de Unidos con Israel

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