El Vaticano es un pequeño país, que influye en el mundo entero con sus políticas vaticanas y sus políticos vaticanos. No hay conflicto a nivel mundial, sea político o religioso, en el cual el Vaticano no esté presente.
Los políticos vaticanos hacen oír su voz e imponen sus criterios, aunque ciertamente no en todos los casos. La política vaticana respecto a Israel es ciertamente desconcertante y contradictoria.
La maquinaria política-religiosa vaticana está abundantemente engrasada con millones de dólares o euros, que su propio banco se encarga de hacer rentables y productivos. Las inversiones del Vaticano en el mundo financiero son algo más que treinta monedas de plata tiradas en los suelos vaticanos. Los medios financieros que el Vaticano maneja son una especie de “fondos reservados” con los cuales puede comprar voluntades e incentivar los procesos de paz que tanto anhela el orbe internacional.
El tesoro del Vaticano no está completo sino se toma en cuenta el oro, marfil, piedras preciosas y valiosas joyas que forman su político legado de intervenciones a lo largo de la historia. La famosa frase “mi tesoro” de la saga del Señor de los Anillos no se sabe si fue inspirada en la Tierra Media del universo de Tolkien o en la Tierra de los Medios del Vaticano. La política intervencionista del Vaticano sería difícil imponerla, sin tantos medios financieros a su alcance.
Cuando de Israel se trata el Vaticano no escatima medios, para que su voz no se oiga ¿La voz de Israel? No la voz del Vaticano, que enmudece en la defensa de la identidad judía y los vínculos históricos que les unen con Jerusalem. Lo más sorprendente es que silenciar el vínculo de los judíos con el Monte del Templo y la ciudad de Jerusalem es también silenciar la historia de un cristianismo, que tiene su herencia espiritual en el Judaísmo. No se puede entender el Cristianismo sin entender su vínculo, del cual renegó a lo largo de la historia, con el ya nombrado Judaísmo.
El llamativo silencio, como algunos analistas lo han definido, del Vaticano ante la resolución de la UNESCO contra los judíos y sus vínculos con Jerusalem, contrasta con su intervencionismo en Venezuela, Cuba y el resto de Latinoamérica. En política y religión no se puede contentar a todos, pero tratar de guardar silencio, por parte del Vaticano y sus políticos, es claramente un pecado de omisión condenable y condenado por la misma Doctrina Vaticana.
El Vaticano pretende contentar al mundo árabe, controlador de la UNESCO y resto de agencias ONU, sin tener en cuenta los vínculos históricos, religiosos y emocionales del Pueblo Judío con Jerusalem y el resto de la Tierra de Israel. Las declaraciones malsonantes del Vaticano queriendo matizar su política respecto a Israel no dejan de ser meros parches, para tapar su ambigua política respecto al Judaísmo, Israel y su Capital Indivisible Jerusalem.
El líder Supremo del Vaticano, el Papa Francisco, no se ha posicionado oficialmente sobre la impresentable resolución de la UNESCO. Una declaración oficial del Vaticano, en forma de confesión de culpa es imprescindible ante la comunidad internacional y ante los fieles cristianos, que no pueden entender que se les desvincule de Jerusalem. El Papa se ha limitado a decir que «Dios prometió la tierra a la gente de Israel» una ambigua forma a la declaración bíblica que dice: “Todo lugar que pise la planta de vuestro pie será vuestro: desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio” Deut.11.24 ¡Así si! La política de claridad es, lamentablemente, muy oscura en el Vaticano.
Por: José Ignacio Rodríguez, colaborador especial de Unidos con Israel.