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El reclutamiento y la utilización de menores en conflictos armados es una grave violación de los derechos del niño y del derecho internacional humanitario, tanto en África como en Gaza y Cisjordania.

Por Masha Gabriel, elmed.io©

En su ensayo sociológico Niños palestinos: la generación de la Liberación (PLO Research Center, 1970), el profesor Basem Sirham recopilaba desde Beirut los pensamientos y emociones de unos niños palestinos a los que se refería como la “generación que puede determinar el resultado de la lucha por Palestina». «Pueden luchar hasta la victoria o poner fin a la lucha”, sentenciaba.

El libro recogía declaraciones de unos niños que discutían sobre cómo iban a convertirse “en fedayines y luchar para recuperar Palestina”. Sus voces decían consignas como si fuesen deseos propios: “No quiero ser un comerciante; quiero ser adiestrado para ser un combatiente”, o “En cinco años puedo destruir una parte de la fuerza del enemigo”, o “No necesitamos títulos [académicos] ahora, Palestina necesita combatientes”.

Este adoctrinamiento en el odio y la violencia ha ido evolucionando a lo largo de los años, ha tomado distintos caminos y adoptado nuevas técnicas, pero manteniendo el uso de los niños como instrumentos. Hoy en día, por ejemplo, ningún lector o espectador es ajeno a imágenes de niños uniformados como combatientes de Hamás, portando armas y clamando por la destrucción de Israel. Miles de niños son entrenados anualmente en los campamentos de verano de Hamás –que, recordemos, es considerado un grupo terrorista por los países occidentales–, en los que aprenden maniobras de combate, manejo de armas y tácticas terroristas, con el fin de emplear sus conocimientos en la lucha contra Israel.

En palabras del líder de Hamas Yahia Sinwar, hablando de las llamadas Marchas del Retorno:

Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas, decidimos convertir lo que nos es más querido, los cuerpos de nuestras mujeres y niños, en un muro de contención que impida la deriva de muchos árabes hacia la normalización de las relaciones con [Israel].

Pero no sólo Hamás y los demás grupos terroristas que operan desde Gaza dedican sus esfuerzos a ensombrecer el futuro de los habitantes más jóvenes y vulnerables de la Franja. La organización Palestinian Media Watch documentaba en un informe presentado en febrero de 2020 la incitación por parte de la Autoridad Palestina en sus libros de texto y emisiones de televisión:

El partido Fatah de Mahmud Abás difunde historias de madres que dicen a sus hijos: “Hijo mío, no hemos sido creados para la felicidad. A mis ojos, estáis destinados al martirio (…) Jerusalén es nuestra, nuestra arma es el islam y nuestra munición son nuestros hijos”. Los manuales escolares de la AP enseñan a los niños a emular a los “héroes” palestinos, entre los que se encuentra la asesina en masa Dalal Mughrabi, terrorista responsable del asesinato de 37 judíos, entre ellos 12 niños.

Paradójicamente, escasas han sido hasta ahora las denuncias al respecto por parte de Unicef, la organización de las Naciones Unidas dedicada precisamente a defender los derechos de la infancia.

Es más, en febrero 2019, la organización independiente pro derechos humanos UN Watch presentó un informe en el que alertaba de que la Autoridad Palestina y Hamás difunden esta incitación a través de diversas herramientas, como las declaraciones de los funcionarios gubernamentales, los medios de comunicación, el plan de estudios y otros materiales educativos, y la práctica de poner nombres de terroristas a escuelas, campamentos y actividades juveniles . Además, tanto la AP como Hamás cometen otras violaciones de la CDN [Convención sobre los Derechos del Niño], como no proteger a los menores palestinos e israelíes en los conflictos armados y someter a los niños palestinos a detenciones arbitrarias y torturas.

Según UN Watch, la oficina de derechos humanos de la ONU censuró el informe, que detallaba la incitación a los niños palestinos para que cometieran atentados terroristas.

De hecho, el silencio de los organismos oficiales y de los medios parece ir de la mano de la glorificación del fenómeno en sí. Ahí tenemos el caso de Ahed Tamimi, adolescente convertida en “heroína palestina» (tal y como la llamó el diario El País), enviada por sus padres a enfrentarse al Ejército israelí como arma propagandística y a lanzar llamamientos a la comisión de atentados («Ya sea apuñalamientos u operaciones de martirio [atentados suicidas] o arrojando piedras, todos deben hacer su parte”). Lo que en cualquier otra circunstancia habría disparado las alarmas de cualquier organismo dedicado a los cuidados de la infancia se convertía en la fabricación de una radical chic, una especie de ídolo pop de la resistencia.

Como denuncia The Coalition to Save Palestinian Child Soldiers, mientras que mucha gente es consciente de los problemas de los niños soldados que asuelan lugares como África, poco se ha hecho para abordar el mismo horrible fenómeno que se da cada día en los Territorios Palestinos. La maldad de utilizar niños soldados aflige a la sociedad palestina desde hace décadas.

Con el fin concienciar a los organismos internacionales, y con la etiqueta #KidsNotSoldiers, esta coalición creada en 2019 presenta, del 14 al 19 de este mes, la Semana del PCS (Palestinian Child Soldier), un movimiento mundial para poner fin a la utilización de los niños palestinos como soldados. No es partidista ni político, y es inclusivo. Al dar a conocer la difícil situación de los niños soldado palestinos, el movimiento espera presionar y avergonzar a las organizaciones infractoras para que cesen en sus abusos.

Son ya muchas décadas las que llevan los niños palestinos siendo víctimas de la incitación al odio, los llamamientos a cometer asesinatos y atentados, el adiestramiento paramilitar, el uso de escudos humanos, etc. Bienvenida sea esta iniciativa, si sirve para llamar la atención sobre un fenómeno silenciado durante demasiado tiempo. El reclutamiento y la utilización de menores en conflictos armados es una grave violación de los derechos del niño y del derecho internacional humanitario, tanto en África como en Gaza y Cisjordania.