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Por: Rabino Yosef Bitton

LOS ÚLTIMOS AÑOS DE MAIMÓNIDES
Hay una carta interesantísima que Maimónides escribe para uno de sus alumnos, Shemuel Ibn Tibón, que estaba traduciendo “La Guía de los Perplejos” del árabe al hebreo. Ibn Tibón vivía en Provenza, Francia, y le escribió a Maimónides en 1199 manifestándole su intención de viajar a Egipto para visitarlo, estudiar con él por unos días y consultarle algunos temas de su guía. Maimónides le respondió con una famosa carta donde deja entrever su compleja vida y su extraordinaria bondad.
“Vivo en Fostat y el sultán reside en el El Cairo…mis obligaciones con el Sultán son muchas. Lo visito todos los días, temprano por la mañana; y cuando él o alguno de sus hijos, o cualquiera de las mujeres de su harén están indispuestos … permanezco en el palacio la mayor parte del día. También sucede con frecuencia que uno o dos oficiales de la corte se enferman, y yo los debo atender y curar. Por lo tanto, por lo general llegó a El Cairo muy temprano por la mañana y no regreso a Fostat hasta avanzada la tarde».

En nuestro último artículo hablamos sobre este aspecto de la vida diaria de Maimónides, su trabajo como médico de la corte del famoso Sultán Saladino.

DOCTOR SIN LÍMITES
Lo que sigue es menos conocido. Maimónides relata en esta carta lo que él hacía una vez que regresaba a su casa, después de haber trabajado todo ese día. Hoy diríamos: “en su tiempo libre”.

[Al llegar a mi casa en Fostat ] casi muerto de hambre … encuentro los pasillos de mi casa llenos de pacientes, tanto judíos como gentiles, nobles y gente común, jueces y alguaciles, amigos y enemigos, una multitud mixta que espera el momento de mi regreso. Desmonto de mi animal, me lavo las manos, me acerco a mis pacientes y les suplico que tengan paciencia conmigo mientras tomo un ligero refrigerio, la única comida que consumo en veinticuatro horas. Luego salgo para atender a mis pacientes y escribo recetas e instrucciones para sus diversas dolencias. Los pacientes entran y salen hasta el anochecer y, a veces, te aseguro solemnemente, hasta dos horas o más una vez entrada la noche. Converso con ellos [sobre sus dolencias] y les prescribo sus medicinas mientras me recuesto por el cansancio y cuando cae la noche, estoy tan agotado que apenas puedo hablar.

Maimónides estableció en su casa una clínica médica “gratuita” donde atendía a todo tipo de pacientes: judíos, gentiles, amigos y enemigos, pobres y ricos.

LA OBRA SIN TERMINAR
Maimónides no contaba con mucho tiempo extra. En realidad su obra literaria estaba aún inconclusa. Entre sus planes estaba dedicarse, por ejemplo, a escribir un comentario sobre el Talmud de Babilonia. También quería escribir un libro sobre los Midrashim y las Hagadot del Talmud, donde explicaría la lógica detrás de las metáforas rabínicas y las historias Talmúdicas que parecen irreales (algo que su hijo, Rabbenu Abraham, hizo brevemente en su Ma-amar al Hagadot Jazal).
Pero lo más urgente era resguardar la credibilidad su obra magna, Mishné Torá, el libro que presenta exhaustivamente toda la ley judía. Algunos rabinos contemporáneos de Europa criticaban esta obra porque si bien formulaba la ley final no hacía referencia a las fuentes específicas de las cuales Maimónides había extraído sus Halajot. Y aunque dejar las fuentes afuera y formular la ley final era la deliberada intención del autor, Maimónides pensaba que la aceptación de su libro en Europa dependía de que él escribiera las fuentes de sus veredictos y tenía la intención de hacerlo…

Ahora podemos apreciar mejor la siguiente pregunta: ¿cómo es que con tanto trabajo que le quedaba por hacer, Maimónides no dedicó su tiempo libre a escribir sus libros? Porque Maimónides decidió que era hora de poner en práctica todo lo que él había aprendido y enseñado en sus innumerables escritos. Su preciosísimo tiempo estaría dedicado ahora a algo que él podía hacer mejor que ningún otro hombre de su época: aliviar el dolor de los que sufren y curar a los que están enfermos.

¿CÓMO MURIÓ MAIMÓNIDES?
Maimónides dejó su vida en esta monumental obra de bien. La mayoría de los biógrafos de Maimónides no se extienden demasiado en explicar qué causó la muerte de Maimónides y se limitan a indicar la fecha exacta de su partida: el 13 de Diciembre de 1204. Aunque un historiador de principios del siglo XX , De Goeje, señala que Maimónides murió de “agotamiento físico” (exhaustion).
El Jajam Yosef Faur z”l en su clase sobre “Los cuatro gigantes de Sefarad» cuenta un detalle muy importante, y que hoy, en tiempos del COVID19, podemos apreciar mejor que nunca: Está documentado que Maimónides falleció como consecuencia de una epidemia. Ya que se negó a dejar de atender a sus pacientes, se contagió y luego de un tiempo murió por este motivo (escuchar aquí, 1.17m).
Los Jajamim explican que la Torá comienza con Jésed (benevolencia) y termina con Jésed. Y los ejemplos de benevolencia que traen los Sabios no son actos de bondad realizados por seres humanos, sino por el mismo Creador. En su comienzo la Torá nos relata que HaShem proveyó de vestimenta a Adam y Eva –vestir a los que no tiene lo que ponerse es un acto de Jesed– y la Torá termina contándonos que el Todopoderoso enterró a Moshé Rabbenu, otro acto de beneficencia.

En los últimos años de su vida, Maimónides se reinventó. Y del estudio pasó a la práctica: a la imitación de Dios.

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