Hay muchas personas así llamadas “ilustradas” que afirman que la Torá prohibió el consumo de carne de cerdo debido a que en la época de Moisés no existía la refrigeración…

El Rey Salomón, el más sabio de todos los hombres, dijo: “Aquellos que se conducen con fe (Emuná) son Su deseo” (Proverbios 12:22).

Aquel que anhele comprender la Torá antes de creer en ella se va a quedar con las manos vacías. No adquirirá el conocimiento de la Torá ni tampoco la Emuná (la fe auténtica en HaShem, el Creador del Universo).

Dice el Rey David en Salmos 119: “Todos Tus Preceptos son Emuná (fe)”. En otras palabras, hasta los Preceptos aparentemente lógicos, como por ejemplo aquellos que prohíben el asesinato, el robo y la mentira, se encuentran mucho más allá del intelecto humano. Uno no puede cumplirlos con fidelidad si no tiene Emuná, porque si estos Preceptos se contraponen a los intereses personales de la persona, entonces uno los deja de lado de inmediato. A diferencia de los Preceptos de la Torá, que son una verdad inmutable, el intelecto del ser humano es algo inconsistente, que está sujeto a frecuentes cambios, influencias, conveniencias e intereses personales.

Y si los Preceptos aparentemente lógicos de la Torá desafían el racionalismo, entonces la persona sin Emuná no tiene la posibilidad de comprender los Preceptos aparentemente ilógicos de la Torá, como ser el Shabat, la Kashrut y la pureza familiar. Todos estos son Preceptos que la persona observa gracias a la Emuná. Cuando la persona come comida kasher o cumple con el Shabat debido a que los considera algo lógico, llegará el día en que su intelecto le va a decir que en realidad son ilógicos.

Por ejemplo, hay muchas personas así llamadas “ilustradas” que afirman que la Torá prohibió el consumo de carne de cerdo debido a que en la época de Moisés no existía la refrigeración y la triquinosis era una enfermedad rampante. Pero, según la errónea creencia de estas personas, ahora que contamos con la refrigeración moderna y con las normas de higiene sanitaria, la situación cambió y por lo tanto debería permitirse el consumo de carne de cerdo. Por el contrario, la persona que tiene Emuná sabe que la refrigeración y las normas de higiene no tienen absolutamente nada que ver con la prohibición de consumir dicha carne. Nosotros nos abstenemos de comer carne de cerdo debido a que creemos en la Torá y la Torá lo prohíbe. La lógica y la ciencia no tienen nada que ver con los Preceptos de la Torá, todos los cuales son producto de la sabiduría Divina, la cual trasciende por completo nuestra capacidad de entendimiento.

Por otro lado, no existe ninguna fuerza en todo el mundo que haga que la persona se desvíe si su observancia de los Preceptos de la Torá surge de una Emuná fuerte y bien arraigada. En la mente de esa persona, la verdad es bien clara -esta es la manera en que HaShem quiere que yo Lo sirva, tanto si resulta lógico como si no. La Emuná es lo que hace que esta persona se mantenga firme en su curso incluso en los mares más tempestuosos.

Por eso el Rey David declara, también en el Salmo 119: “He elegido el camino de la Emuná”. La voluntad de HaShem es la primera consideración que tiene en cuenta, pues su Emuná precede a su intelecto. Tanto si lo entiende como si no, su Emuná dicta su curso de acción. Por eso esta persona es firme y coherente, y es inmune a la influencia de sus intereses personales o demás influencias externas. Tiene la mente clara y jamás siente confusión, pues se aferra a la Emuná.

El Rey Salomón sigue los pasos de su padre, el Rey David, cuando dice: “Aquellos que se conducen con fe (Emuná) son Su deseo”. HaShem quiere que Lo sirvamos con Emuná, no con lógica. Pero esto tiene un gran beneficio: cuando la persona le da precedencia a la Emuná por sobre la lógica, al final obtiene un poder intelectual y un discernimiento muchísimo más grandes. Rabi Najman de Breslev enseña que primero la persona cumple con un precepto con Emuná simple, al final acabará comprendiendo la lógica de dicho precepto, pues el poder de la Emuná es tan grande que es capaz de elevar a la persona al nivel que trasciende el intelecto humano normal. ¿De qué manera? La Emuná nos permite aferrarnos a HaShem, y al aferrarnos a HaShem, obtenemos una cierta medida de sabiduría Divina, cada persona de acuerdo con su nivel de conexión con Él.

El Rey Salomón también afirma: “No hay sabiduría ni discernimiento ni consejo contra HaShem” (Proverbios 21:30).

Debemos ser conscientes de que el intelecto humano, por más prodigioso que pueda ser, no es nada comparado con la sabiduría Divina. Aquel que intenta comprender a HaShem está intentando algo completamente imposible. Hasta las más grandes disciplinas y ciencias intelectuales, como la física nuclear o la microscopía del electrón, son tan sólo porciones minúsculas de sabiduría Divina. Nuestros más grandes sabios, a pesar de lo que lograron comprender al pasar años enteros estudiando con afán, no obstante siempre retornaron al punto de la Emuná, no a causa de su humildad, sino porque la Emuná es verdad.

Si bien la mayoría de nosotros tenemos licencias de conducir, pocos pueden explicar o siquiera comprender cómo funciona el motor de combustión. Todos podemos ver pero ¿cuántos de nosotros son capaces de explicar cómo funciona el ojo humano? Todos comemos, pero ¿acaso somos conscientes de cómo es que el cuerpo descompone las proteínas? Si ni siquiera logramos entendernos a nosotros mismos ni a los coches que conducimos, entonces ¿cómo podemos esperar entender las inmensas galaxias y el reino espiritual? ¿Cómo podemos ser tan presuntuosos como para pensar que nuestra débil mente humana es capaz de comprender al Creador, Cuyo conocimiento y Cuya sabiduría son infinitas?

Incluso si uno es un genio, no puede siquiera soñar con comprender a HaShem. Eso es lo que quiso decir el Rey Salomón cuando dijo: “No hay sabiduría ni discernimiento ni consejo contra HaShem”. Comparada con la sabiduría de HaShem, nuestra sabiduría es nula.

Pero allí donde carecemos de sabiduría y de discernimiento, allí es precisamente donde nos aferramos a la Emuná. Y al aferrarnos a la Emuná, nos aferramos a HaShem.

Fuente: Breslev en español

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