Noah's Ark (Edward Hicks, Creative Commons) (Edward Hicks, Public Domain)
Noah's Ark

Por: Rab Yosef Bitton

LEEMELO DE NUEVO
¿Qué causó el diluvio universal? ¿Un meteorito? ¿Un evento de cambio climático? La Tora no es un libro común. Es un libro divino. Y como tal, exige una lectura poco convencional. Este tipo de lectura implica, entre otras cosas, leer los silencios del texto, leer entre las líneas y, sobre todo, saber que no hay nada superfluo en una obra Divina. En el quinto capítulo de Bereshit (Génesis) en la Parashá de la semana pasada, leemos la primera genealogía humana: una lista aparentemente innecesaria de los años que vivió cada uno de los descendientes de Adam, el primer hombre. La Torá menciona nueve generaciones: Adam, Seth, Enosh, Kenan, Mahalalel, Yared, Janoj, Metushelaj y Lemej, el padre de Noé. Todos vivieron una larga vida. El récord de longevidad (hasta ahora …) es el de Metushelaj, que vivió 969 años.
De cualquier manera, la pregunta sigue allí: más allá de satisfacer nuestra curiosidad, ¿qué nos enseña este registro civil de edades pre-diluvianas? ¿Por qué necesitamos tantos detalles sobre la edad de los primeros humanos?
Si observamos con atención, descubriremos algo maravilloso.

LA PRIMERA MUERTE NATURAL
En el año 930, contando desde la Creación, tuvo lugar un hecho extraordinario. Adam, el primer hombre, finalmente murió. Los hombres, los miles o cientos de miles de descendientes de Adán, ya sabían que se podía “matar” a un ser humano, como sucedió con Abel. Pero ahora, por primera vez, se enfrentaban a la muerte «natural». HaShem ya le había dicho a Adán que no vivirá para siempre. Pero esa advertencia tardó más de nueve siglos en materializarse. Tiempo suficiente para que los humanos se olvidasen de la mortalidad. Adam, Set, Enosh, etc., dada su avanzada edad, fueron vistos como inmortales. La muerte natural de Adam fue un evento sin precedentes y provocó un estado de conmoción y pánico. Lo único que podía aliviar este miedo, el terrible miedo a la muerte, era asumir que la mortalidad solo afectaría a Adam por haber desobedecido a Dios al comer del fruto prohibido.

EL FIN DE LA ETERNIDAD
Pero en 987 (¡tienes que calcular los años tú mismo a partir del texto, porque esta fecha no está explícita en la Torá!) se registra la segunda muerte natural: Janoj muere a la relativamente temprana edad de 365 años … Esta segunda muerte ya no se podía atribuir a la desobediencia. La Tora declara explícitamente que Janoj era un hombre justo, que caminó por el Sendero Divino (Gén. 5:24) … La muerte de Janoj fue un evento devastador. La Torá lo describe con palabras que parecen reflejar la sorpresa y el terror generalizados de los humanos de esa generación, enfrentados a un evento que no entendían muy bien. “Fallecer” de muerte natural era algo tan novedoso que los hombres aún no podían definirlo con palabras convencionales. El texto, por lo tanto, no dice que Janoj «murió», sino que lo dice con la misma inocencia que un niño describe la muerte, «y Janoj ya no está… porque Dios se lo llevó». La tercera muerte natural fue la de Set, el hijo de Adam. Esto sucedió en el año 1042. Ahora la muerte era un hecho confirmado. Y estaba allí para quedarse.

EL FIN DEL MUNDO
La reacción de la humanidad ante la inevitabilidad de la muerte no fue muy positiva… La conciencia de la mortalidad provocó un pánico que reveló lo peor del ser humano. Tal como se ve en esas situaciones de Hollywood en las que los humanos reaccionan con violencia y desesperación al enterarse de la inminente caída de un meteorito que destruirá la tierra… cuando los hombres comprendieron que iban a morir, se dedicaron a satisfacer sus bajos instintos, recurriendo la violencia. Se concentraron en sobrevivir y matar al otro para quitarle todo lo que tenían. Como dijo Yesha’ayahu (22:13), citando describió la filosofía de los hombres materialistas: “Comamos y bebamos [tanto como podamos], ya que mañana [de todos modos] vamos a morir».

LA LEY DE LA SELVA
Mientras los más violentos vivían por siglos, los más débiles era asesinados a una corta edad. Una frase del texto de la Torá revela algo sobre esa nueva condición humana: “Y los hombres poderosos vieron a las mujeres [de otras familias, tribus. etc.] y se las llevaron [por la fuerza] …». Nuestros rabinos agregaron que la generación anterior al diluvio no solo fue culpable de asesinato y violencia sexual, sino también de corrupción, opresión de los débiles y un rechazo total a la ley el orden. En esa situación, HaShem decide dos cosas: 1. Acortar la vida humana. Algo que como veremos sucederá de forma paulatina. Diez generaciones después de Noé, la vida útil alcanza apenas 150 a 200 años, y en las generaciones posteriores continúa disminuyendo. Una vida más corta podría ayudar a la humanidad a tomar una mejor conciencia sobre la mortalidad y la necesidad de vivir una vida con propósito. 2. Dios también trae el diluvio, para hacer una especie de «reinicio» de la civilización humana con Noé y sus hijos.
Ahora entendemos que lo que provocó el diluvio no fue un meteorito ni un cambio climático: fue ese estado de anarquía, caos y corrupción de los hombres que reaccionaban violentamente al descubrimiento de su inevitable mortalidad.

MORTALIDAD Y ANARQUIA
Noaj, el protagonista de nuestra Parasha, nació en el año 1056. Es el primer hombre que nace en un mundo de hombres conscientes de su mortalidad. Al final del diluvio, Noé recibió el primer código de leyes. Siete reglas básicas que condenan el asesinato, el robo, la promiscuidad, etc. y ordenan el establecimiento de tribunales de justicia para evitar la anarquía y la impunidad. Todo esto traerá un nuevo clima de ley y orden.
Pero tendremos que esperar otras diez generaciones a que otro hombre, Abraham Abinu —y sus descendientes— hagan un segundo descubrimiento. 1. Aunque limitada y relativamente corta, la vida es una oportunidad que nos da HaShem para acercarnos a Él por nuestra propia voluntad y esfuerzo. 2. Que no fuimos creados por Dios para explotar al prójimo, sino para ayudarlo. 3. Y finalmente, que la mortalidad afecta el cuerpo del hombre, pero su espíritu Divino, la neshamá, sobrevive a la muerte si se la nutre adecuadamente.

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