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Israeli flag

Por Isi Leibler

Desde la creación del Estado, no se había encontrado el país en una posición tan ventajosa. Aunque un auténtico acuerdo de paz con los palestinos sigue siendo un milagro lejano y la amenaza iraní está siempre presente, Israel ha emergido como superpotencia regional, tanto en lo militar como en lo económico. Y ahora por fin Estados Unidos parece dispuesto a ejercer su fuerza para neutralizar el flagrante sesgo antiisraelí de la comunidad internacional.

Pero aún nos seguimos enfrentando a importantes desafíos:

1. Debemos cultivar nuestra relación con la Administración Trump mostrando paciencia y cooperando con sus esfuerzos por alcanzar un acuerdo de paz con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. Si, como es probable, Abás sigue negándose a hacer concesión significativa alguna, el presidente Donald Trump puede que llegue a un entendimiento con nosotros en los asuntos relacionados con los asentamientos, permitiendo la anexión formal de los grandes bloques y allanando el camino para que se cumpla su promesa electoral de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén.

2. El pueblo israelí debe presionar por un Gobierno de más amplio espectro. No hay razón para que el Yesh Atid de Yair Lapid esté en la oposición, cuando sus políticas son casi idénticas a las del primer ministro, Benjamín Netanyahu. Lapid podría asimismo ser un excelente ministro de Exteriores.

Una coalición más amplia neutralizaría los argumentos de quienes afirman que Netanyahu dirige el Ejecutivo más ultraderechista de la historia de Israel, y mostraría que las políticas gubernamentales cuentan con el respaldo de la gran mayoría de la nación. Con un amplio acuerdo del electorado, el Gobierno estaría en una posición de fuerza, e incluso en ausencia de un Estado palestino sería por fin capaz de determinar nuestras futuras fronteras.

3. Habría que preparar un sucesor para Netanyahu. Existe un consenso, sin duda entre los que le admiran pero también entre los que le aborrecen, de que actualmente es el líder más capacitado para manejarse con éxito ante los complejos retos diplomáticos que enfrenta el Estado judío. A pesar de la agitación doméstica, la Historia le otorgará una respetada fama de líder inteligente que se mantuvo firme bajo enormes presiones externas. Pero es responsabilidad tanto de Netanyahu como nuestra la preparación de un sucesor, y no dejar que sea una rudimentaria votación política lo que determine quién será nuestro futuro líder.

4. Debemos evitar una Kulturkampf sobre la cuestión religiosa, y la estricta interpretación de la Halajá que hacen las actuales instancias rabínicas del Estado. Muchos de estos problemas surgen de la extorsión que imponen los líderes políticos jaredíes, que tienen en sus manos el equilibrio de poder en el Gobierno. Ya se ha producido un cambio apreciable en una sustanciosa parte de los jaredíes, que ahora trabajan y algunos incluso sirven como voluntarios en unidades específicas del Ejército. Las áreas que requieren atención urgente son las relacionadas con conversión y el matrimonio.

5. El Gobierno debería introducir leyes más duras contra quienes participen en actividades sediciosas y promuevan nuestra destrucción. En particular, se debe hacer frente a los partidos árabes. Son antisionistas y buscan generar antagonismo en las relaciones entre el Estado de Israel y el 20% de su población que es árabe.

Al mismo tiempo, muchos ciudadanos árabes están orgullosos de considerarse israelíes leales, y reconocen que disfrutan de muchas más libertades y derechos –y de un mayor nivel de vida– que los ciudadanos de cualquier país árabe. Pero siguen estando en desventaja social y económica frente a los israelíes judíos, y el Gobierno debe hacer todo lo posible por reducir esta brecha.

6. Debemos crear mejores condiciones para los israelíes que viven cerca o por debajo del umbral de la pobreza, y eliminar obstáculos burocráticos para reducir el precio del suelo, lo que permitiría a más israelíes poseer su propia vivienda.

7. La política de Netanyahu de acercarse a otros países, que ya ha generado importantes dividendos, debe consolidarse.

Esto se ha visto enormemente reforzado por el sólido apoyo de Trump a Israel, especialmente en la ONU. La reciente resolución de la Unesco refleja importantes defecciones de varios países europeos y no musulmanes que habían respaldado anteriormente indignantes resoluciones antiisraelíes en la ONU.

Israel ha establecido saludables lazos diplomáticos o fortalecido sus relaciones con grandes potencias como la India, China, Rusia, Japón, el Reino Unido y una serie de países asiáticos, africanos y sudamericanos. Hará falta seguir alentando a muchos de esos países para que expresen abiertamente su amistad con Israel, pero se han logrado avances radicales.

8. Ahora hay una gran oportunidad para colaborar con algunos de los líderes pragmáticos del mundo árabe suní, y con Arabia Saudí y los países del Golfo que están dispuestos a cooperar de forma encubierta y a aliarse con Israel contra los chiíes iraníes que buscan ejercer la hegemonía en toda la región.

Nuestras alianzas con Egipto y Jordania también son de una inmensa importancia.

Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones. El antisemitismo está tan profundamente enraizado en la religión y la cultura de esos países que no debemos caer en la tentación de considerarlos aliados convencionales. También existe la preocupación de que el rey de Jordania, Abdulá, quiera apaciguar a los palestinos y refugiados ferozmente antiisraelíes, y el constante temor a que el propio Abdulá o el egipcio Abdel Fatah el Sisi sean asesinados, lo que crearía grandes turbulencias en la región. Deberíamos maximizar todo lo posible nuestra cooperación con estos países árabes, y buscar una amistad de fondo a fin de iniciar un proceso de superación del odio.

9. Aunque las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) son admiradas en todo el mundo por sus logros, no debemos caer en la complacencia. Es sólo nuestra superior fuerza militar lo que en última instancia refrena a nuestros enemigos. Aunque eso suponga sacrificar otros planes económicos importantes, debemos seguir protegiendo la magnífica potencia de las IDF y nuestras industrias militares.

Los bárbaros que están a nuestras puertas –con Irán, una demencial teocracia islámica chií, a la cabeza– siguen obsesionados con nuestra destrucción. En cualquier momento podrían enfrentarse a nosotros el siervo de Irán, Hezbolá, o su aliado, Hamás. Debemos estar preparados para usar todo nuestro poderío si nos vemos abocados a otro conflicto.

Estos son algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta actualmente Israel. Parecen tremendos, pero vistos en el contexto de lo que hemos afrontado en los últimos setenta años, nunca hemos sido tan autosuficientes y poderosos como hoy. Por tanto, estamos en una posición óptima para defendernos, si hiciera falta.

© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio