General Qasem Soleimani, of the Iranian Quds Force. (Iranproject) (Iranproject)

El asesinato selectivo de Qasem Soleimani fue un gran golpe para el régimen islámico en Teherán. Soleimani percibió erróneamente y calculó mal las intenciones de Donald Trump, llevó sus agresivos designios demasiado lejos y cruzó las líneas rojas del presidente estadounidense.

Por Eytan Gilboa

El presidente Trump quiere retirarse del Oriente Medio y mostró mucha moderación ante las provocaciones iraníes en el Golfo, pero se negó a tolerar los ataques de las milicias proiraníes contra una base estadounidense y la Embajada estadounidense en Bagdad.

Es extremadamente difícil pronosticar lo próximo que sucederá. El futuro podría implicar una guerra en gran escala, negociaciones o varios escenarios intermedios, incluyendo la retirada estadounidense del Oriente Medio.

Mientras que Estados Unidos e Irán han confrontado por el acuerdo nuclear, comparten dos intereses principales: ninguno quiere una guerra mayor, y ambos quieren que EE.UU. se desvincule de Oriente Medio. Trump ha declarado estos intereses varias veces y ha demostrado al tolerar repetidas provocaciones violentas iraníes en el Golfo, permitiendo la invasión y ocupación turca del norte de Siria, y retirando las fuerzas estadounidenses de esa área.

Ambos países han expresado interés en negociar para resolver el conflicto sobre el acuerdo nuclear de 2015. En la última reunión de la Asamblea General de la ONU, el presidente Trump prácticamente rogó por una reunión con el presidente Rouhani. Fue rechazado porque Teherán estableció una condición previa que era inaceptable para Trump: la eliminación inmediata de las duras sanciones de Estados Unidos.

Entonces, ¿cómo Irán y Estados Unidos llegaron a una confrontación directa violenta que podría conducir a una guerra mayor que ambos quieren evitar? La respuesta se puede encontrar en las percepciones equivocadas y los errores de cálculo, principalmente en el lado iraní.

El asesinato selectivo de Qasem Soleimani no fue una represalia por el ataque de sus milicias chiís contra la embajada de Estados Unidos. Ese ataque fue simplemente la gota que colmó el vaso. A lo largo de la segunda mitad de 2019, Trump mostró una gran moderación frente a una serie de violentas provocaciones iraníes en el Golfo.

En mayo, Irán atacó buques petroleros en el Golfo. En junio, derribó un caro avión no tripulado estadounidense. En septiembre, atacó importantes instalaciones petroleras en Arabia Saudita. Todas estas provocaciones fueron diseñadas para contrarrestar las sanciones norteamericanas. Trump no respondió a ninguna de ellas, para disgusto de los aliados árabes de Estados Unidos e Israel.

Soleimani, y su superior inmediato y mentor ayatollah Khamenei, interpretaron las declaraciones y la inacción de Trump en el Golfo y en el norte Siria suponiendo que se trataba de un tímido. También probablemente asumieron eso porque se avecinan las elecciones presidenciales en EE.UU., y Trump no se atrevería a arriesgarse a una guerra de gran escala. Ellos calcularon mal y fueron tomados por sorpresa. Están en lo correcto con respecto a que Trump no quiere otro enredo en la región, pero particularmente en un año electoral no puede darse el lujo de parecer débil y retirarse bajo la presión militar iraní.

Lo que sacó a Trump de la moderación y lo condujo a tomar represalias fue el ataque de las milicias proiraníes de Soleimani a una base estadounidense en Bagdad y el asesinato de un ciudadano estadounidense.

El mismo fenómeno ocurrió durante el mandato de Barack Obama en la Casa Blanca. Él, al igual que Trump, quería retirarse del Oriente Medio. Minimizó la amenaza del Estado Islámico (ISIS) y se sintió obligado a hacer la guerra solo cuando los yihadistas comenzaron a decapitar a periodistas y trabajadores humanitarios estadounidenses.

Varios convenios internacionales, en los que participan Irán e Iraq, definen las misiones diplomáticas como extraterritoriales. El país anfitrión tiene prohibido ingresar a las instalaciones de una misión sin el permiso del país representado, incluso para apagar un incendio. Las leyes internacionales también definen un ataque a una embajada como un ataque al país representado. Irán violó estas reglas.

Los ataques a las misiones diplomáticas estadounidenses también tocan un nervio muy sensible en la historia de la política exterior estadounidense. La deserción caótica de la Embajada de Estados Unidos en Saigón en 1975, la obliteración de la embajada de Estados Unidos en Teherán en 1979 y la toma de 52 diplomáticos estadounidenses como rehenes durante 444 días, y el ataque al puesto diplomático estadounidense y al anexo de la CIA en Bengasi, Libia en 2012 dejó profundas cicatrices en el prestigio y el honor de los estadounidenses. Soleimani no aprendió lecciones de estos incidentes anteriores de las embajadas. Para empeorar las cosas, Khamenei enfureció a Trump a nivel personal burlándose de él con las palabras: «No puedes hacer nada bien».

Los siguientes pasos son difíciles de prever. Irán ha prometido una represalia dolorosa contra Estados Unidos y sus aliados. Si Teherán persigue una dura venganza, Trump tendrá que responder en especie. Un ciclo de represalias en aumento podría conducir a una guerra mayor, pero también a otros escenarios, como la retirada de Estados Unidos de la región o negociaciones sobre un nuevo acuerdo nuclear y el fin del conflicto.

A Irán le gustaría ver a un demócrata ganar las elecciones presidenciales de 2020 y puede tomar medidas para ayudar a asegurar ese resultado. Independientemente, la lección principal para EE.UU. sobre los recientes intercambios de fuego es evitar mensajes mixtos y acciones confusas que puedan conducir a percepciones erróneas y errores de cálculo.

El profesor Eytan Gilboa es experto en política estadounidense y política exterior e investigador principal asociado en el Centro BESA de Estudios Estratégicos de la Universidad Bar-Ilan.

Fuente: BESA Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos

Artículo copiado de la página de Aurora

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