(IDF)

El diario Yediot Aharonot reportó en exclusiva que hace aproximadamente tres meses una nave misilística israelí descubrió un submarino ruso a apenas 15 kilómetros (8 millas náuticas) de la costa de Gush Dan (el área metropolitana de Tel Aviv), en el centro del país.

Fuente: Aurora

Vale la pena señalar que las aguas territoriales israelíes se extienden hasta 22 kilómetros (12 millas náuticas) de la línea costera.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no respondieron a las preguntas del rotativo sobre si hubo daños a la seguridad del Estado, ni cuánto tiempo estuvo el submarino allí.

Según Yediot Aharonot, los oficiales de la Armada activaron los mecanismos de coordinación con el ejército ruso a través de División de Planificación del Estado Mayor, e invitaron a la nave a retirarse hacia el oeste para internarse en el Mar Mediterráneo. Y así lo hizo.

No hay que tener mucha imaginación para suponer que el sumergible estaba recolectando señales de inteligencia.

El periódico indica que algunos incidentes similares fueron reportados en el pasado pero que la mayoría de ellos tuvieron lugar sobre las rutas marítimas internacionales.

Aparentemente, la presencia del submarino ruso en aguas soberanas de Israel refleja la alta motivación del Kremlin, bajo la dirección del presidente Vladimir Putin, de incrementar su intervención en la región.

No es creíble que la nave estuviese buscando robar señales para el partido entre Argentina y Uruguay el próximo 18 de noviembre en el estadio Bloomfield de Tel Aviv, tal como dijo sarcásticamente un profesor de la universidad de esa ciudad a Aurora como para agregar una cuota de extravagancia al insólito incidente marino.

Lo cierto es que la realización del ampliamente publicitado encuentro futbolístico ha quedado en la nebulosa, tras el ataque de las FDI que resultó en la muerte de un comandante del ala militar de la Jihad Islámica en el norte de Gaza. En qué medida este último hecho está relacionado con la política interna israelí y las dificultades que tienen los principales partidos, liderados por Benjamín Netanyahu y Benny Gantz, para formar gobierno queda en mano de los intérpretes y comentaristas. De todos modos, lo que sí queda claro es que con el Oriente Medio, donde de ciertamente han corrido y corren ríos de sangre, nada puede darse por sentado.