Terroristas de Hamas en Gaza (AP/Adel Hana) (AP/Adel Hana)

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Los israelíes acaban de sufrir otro fin de semana de terror, y las reacciones han sido las previsibles, dentro y fuera de Israel.

Hamás y la Yihad Islámica lanzaron más de 600 cohetes, que costaron la vida a cuatro israelíes y provocaron heridas a otros 10. Fue sólo un capítulo más en la larga guerra de los palestinos contra la existencia de Israel. Si estuvieran dispuestos a firmar la paz, no habría cohetes ni ataques terroristas, ni Israel necesitaría pasar al contraataque.

En el extranjero, los críticos del Estado judío han vuelto a jugar la baza de la equivalencia moral. Numerosos países han seguido la estela de la Administración Trump y rechazado las acciones clamorosamente ilegales de Hamás, que tienen a los civiles como objetivo deliberado. Pero mientras el presidente Trump ha denunciado sin la menor ambigüedad a los terroristas –y expresado un apoyo total a Israel y a su derecho a la autodefensa–, otros –como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la Unión Europea– han hablado de un “ciclo de violencia”, del que por definición ambas partes serían responsables, y expresado su deseo de que Israel muestre “contención”.

Los alabarderos de los palestinos han sido aún menos ecuánimes. Así, en EEUU las congresistas demócratas Ilhan Omar y Rashida Tlaib arremetieron en Twitter contra Israel, y vinieron a decir que los israelíes se merecían los ataques de cohetería por cómo tratan a los palestinos.

Omar y Tlaib mienten sobre la ocupación de Gaza y el sufrimiento de los gazatíes, que sería culpa de Israel y no de sus gobernantes hamasinos, para justificar su idea de que Hamás está luchando por la libertad. ¿Qué cabe esperar de unas defensoras del movimiento BDS, que, como Hamás y la Yihad Islámica, pugna por la destrucción de Israel?

En la izquierda judía norteamericana, organizaciones antisionistas y antisemitas como If Not Now y Jewish Voice for Peace tampoco culpan de nada a Hamás. Voces progresistas judías también críticas de Israel pero menos estridentes sí condenan a Hamás, pero se apuntan a lo del ciclo de violencia, que ignora que todo esto sólo es necesario para la intransigencia palestina.

En Israel, los críticos del primer ministro Netanyahu se han vuelto a preguntar por qué permite que Hamás aterrorice periódicamente a buena parte de la población del país sin hacer nada para resolver el problema.

Qué cuestión complicada.

El statu quo es intolerable para los israelíes. Siempre que Hamás o Irán (vía Yihad Islámica) quieren perturbar la vida israelí, lo hacen. Israel responde atacando a quienes lanzan los cohetes, instalaciones de Hamás y a miembros específicos de la organización islamista –por ejemplo, al responsable de canalizar el dinero de Teherán a Gaza–. Puede que esto lleve a los líderes de Hamás a aceptar un alto el fuego. Pero si los terroristas quieren perturbar fechas señaladas del calendario israelí, como el Día de la Independencia o el de los Caídos, o la celebración de Eurovisión en Tel Aviv –la semana que viene–, están en disposición de hacerlo.

¿Por qué Netanyahu se muestra reluctante a poner fin al régimen de Hamás en Gaza?

La respuesta es obvia. El coste en sangre israelí y palestina sería terrible. Ningún primer ministro –y, desde luego, ninguno tan cauto a la hora de recurrir al Ejército como Netanyahu– quiere mandar a la muerte a los jóvenes soldados del país. Y Bibi tampoco quiere verse forzado a dar órdenes que supondrían la muerte de muchísimos palestinos, utilizados por Hamás como escudos humanos.

Igualmente importante es que Israel no tiene el menor deseo de gobernar Gaza, que es lo que se vería obligado a hacer si acaba con la lacra terrorista. Tampoco ansía ir a la guerra para entregar la Franja a la Autoridad Palestina (AP), cuyos intentos de estrangular económicamente a Hamás son una de las razones por las que los terroristas recurren a estas estratagemas –con la idea de distraer a los gazatíes de sus penurias económicas–.

Por esto es por lo que el statu quo sigue ahí.

Pero lo que la mayoría de los comentaristas, dentro y fuera de Israel, no tienen en consideración es que, realmente, no es responsabilidad de Israel liberar Gaza de la tiranía islamista. Eso tendrían que hacerlo los propios palestinos, y eso es lo que deberían defender quienes dicen preocuparse de ellos y de la causa de la paz.

Mientras Hamás sea una fuerza tan poderosa en la vida palestina y utilice Gaza como plataforma,no hay la menor esperanza para la paz. No sólo porque en el actual estado de cosas implica que la población palestina esté gobernada por dos regímenes, el islamista y el de la AP. Sino porque Hamás funge de piedra de toque para cualquier tendencia en el liderazgo palestino a dejar de lado la centenaria ideología de odio a los judíos y al sionismo. Si no hay la menor prueba de que el líder de la AP, Mahmud Abás, pudiera hacer la paz aun cuando así lo quisiera, ni él ni un hipotético sucesor lo intentará siquiera mientras Hamás represente una amenaza a su poder y a su propia vida.

He aquí la razón por la que el pueblo de Gaza, sus compatriotas palestinos y todos aquellos que dicen desear su bien deberían hacer todo lo que esté en su mano por que Hamás sea derrocada desde dentro, en vez de exigir a Israel que lo haga por medio de una onerosa campaña militar.

En vez de clamar contra Israel por defenderse, o contra Netanyahu por mostrarse reacio a un baño de sangre en Gaza, ya es hora de que todo el mundo exija a los gazatíes y a todos los palestinos que se deshagan de sus tiranos islamistas. Dado el poder de Hamás, no será fácil. Pero si no, todo lo que se diga sobre la paz será mera palabrería.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

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