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El presentador israelí de televisión Yaron London dijo una verdad con la que todos estamos familiarizados [recientemente, London tachó a los árabes de “salvajes” y dijo que la árabe era una cultura “fracasada”; posteriormente pidió disculpas].

Por: Ali Adi

No lo digo yo, sino todos los árabes, todo el tiempo y en todas partes.

Si preguntas a cualquiera de ellos en una conversación informal, aun el mayor odiador de Israel te dirá honestamente que prefiere un conflicto con los judíos antes que con otros árabes, pues estos últimos suelen derivar en brutales baños de sangre. Los ciudadanos árabes de Israel admitirán que prefieren el gobierno israelí a uno árabe, incluso los que hablan de “la ocupación” desde sus confortables despachos en las universidades israelíes.

No tengo reparos en manifestar mi acuerdo con London. Ojalá pudiera refutar sus palabras. Ojalá sintiera un orgullo y una conexión con la cultura árabe fuera de toda duda. Mi arabidad, la lengua, la música y la tradición, son inseparables de mi identidad, y, ya digo, me gustaría sentir orgullo. Pero siento vergüenza, y lo digo con el mayor cuidado.

El mundo árabe, desde sus regímenes signados por la corrupción y el tribalismo hasta el mero hombre de la calle, que vive en la violencia y la ignorancia, no hace de ello un secreto. Cualquiera que tenga ojos en la cara se dará cuenta de esos problemas, para cuya resolución es preciso un cambio de mentalidad fundamental. No tienes que ser un intelectual o un personaje de la tele para comprenderlo.

Así que yo abrazo mi identidad israelí. Soy un árabe israelí y es muy importante para mí diferenciarme de la cultura árabe general. Es importante para mí dar la espalda a lo que está sucediendo en Siria o a lo que sucedió en el Líbano, y al trágico fracaso de Egipto.

Como soy israelí, a veces puedo sentirme orgulloso.

Recientemente vi material de archivo de la Primera Guerra del Líbano. Aunque las historias de la invasión y la guerra no son precisamente cordiales, me llena de orgullo ver y escuchar a unos libaneses –refugiados palestinos del 48 incluidos– expresar su fe en los soldados israelíes y pedirles protección frente a otros actores de aquel conflicto.

La verdad –como todo el mundo árabe reconoce ya– es que el Ejército israelí es más humano y considerado que los árabes, y eso me llena de orgullo. Soy israelí y esos son mis valores. El respeto por la vida humana, la libertad, la dignidad y la capacidad de la gente para sostenerse por sí misma son valores que quisiera se expresaran en mi nombre desde Israel al resto de Oriente Medio y más allá.

Planteo a los ciudadanos árabes de Israel la pregunta de por qué el mundo árabe se comporta como lo hace. Tenemos una oportunidad de construir unos valores compartidos con los judíos, que nos hagan estar por encima de la pútrida ciénaga del resto del mundo árabe. Nos lo debemos a nosotros mismos, no se lo debemos a nadie más. Y deberíamos hacerlo orgullosos, con la cabeza bien alta.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

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