Por Fiamma Nirenstein

En la tarde del 7 de marzo de 2002 Shlomi Harel de 23 años, un mesero buscando hacer algo de dinero luego de completar su servicio militar, vio a un joven fornido discutiendo con un guardia a las puertas del Café Cafit en Emek Refaim, la calle principal del vecindario de la Colonia Alemana en Jerusalén. Shlomi tiene un tatuaje en el brazo, pelo puntiagudo, un arete en la oreja izquierda y dos pendientes en la derecha.

En el ejército aprendió a identificar a individuos sospechosos. Primero, sabía que debía conversar con la persona. Shlomi le preguntó todo lo que inmediatamente le vino a la mente: “¿A dónde vas? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?” El individuo respondió en hebreo diciendo simplemente: “No hablo hebreo”. “Shlomi dijo que luego lo empujó hacia la esquina sin violencia, pero con todo su peso. No pensaba en nada”.

 

Shlomi me dijo que el joven sudaba y tartamudeaba mientras los transeúntes miraban aterrorizados. Este dijo: “Como una máquina, le quité la mochila de los hombros. Cayó, se abrió y vi cables… Tuve suerte que no explotó. Recogí la mochila del suelo; la arrojé hacia el callejón. Pensé: si explota ahora seré un tonto porque todos moriremos por igual. Entre héroe y tonto, la frontera es casi inexistente. Pero también pensé: es mejor que muera una sola persona en lugar de muchos si es que puedo manejarlo… había decenas de personas en esa cafetería”.

Esta es el arma más importante de Israel contra el terrorismo: su pueblo, sus ciudadanos. 30% de los atentados terroristas han sido frustrados por civiles; Transeúntes de todas las edades y de todos los ámbitos sociales, desde jóvenes hombres y mujeres vistiendo en jeans, pantalones cortos o uniformes militares, a intelectuales de Tel Aviv y ultra-ortodoxos con rizos en el pelo. Un ortodoxo fue tan lejos como para usar sus ítems religiosos o tefilin como arma para golpear a un acuchillador. En otra ocasión, un músico lanzó su guitarra, golpeando a un terrorista en la cabeza. Un civil con un paraguas golpeó a otro terrorista y otro más fue golpeado con un palo de selfie. Algunos transeúntes han lanzado sillas sobre los terroristas o han usado gases pimienta. Incluso hay quienes dispararon contra terroristas. Muy pocos ciudadanos huían asustados y casi todos se quedaban para salvar a alguien en peligro, tratar a los heridos, o lanzarse en la contienda para impedir que un terrorista logre su objetivo.

Para entender el por qué los israelíes actúan de esta manera, necesitamos escuchar la segunda parte de la historia de Shlomi: “Volví inmediatamente a casa. Mi madre me saludó llamándome idiota, imbécil y luego me abofeteó. Le recordé que en el ejército yo pertenezco a una unidad especial y sé qué hacer en estos casos… Ella estaba orgullosa de mí, pero extremadamente enojada. Pero en realidad, era lo único lógico que debía hacer, ¿no creen? Aquí, uno se pregunta mil veces el que harías si te encontrases cara a cara con un terrorista. Sin embargo, uno ya está preparado. Uno ya sabe, ya has decidido qué hacer… para mí detener a ese individuo y sacarle su mochila con cables era algo natural… cada mañana desde el mes de marzo mis amigos y yo organizamos rondas para realizar vigilancia dentro de centros comerciales, alrededor de bares y cubetas de basura y buscaba a aquellos que se veían sospechosos. Nos organizamos, nos entrenamos todo el año, lo pensamos constantemente y nos preguntamos lo siguiente: ‘¿Lo lograremos? ¿Podemos ser exitosos?’ La respuesta es sí; así es la vida. Siempre estamos en peligro, pero necesitamos vivir. Sí, uno se las arregla… Yo, en particular, que resido en Guilo, he visto balas que fueron disparadas hacia mi casa [desde la ciudad palestina de Beit Jala]. Esa situación es más aterradora; Si una bala te da, es que te da. Pero cuando puedes actuar, lo haces”.

La fortaleza de los ciudadanos israelíes

El caso de Shlomi tipifica quizá toda la fenomenología de la lucha israelí contra el terrorismo, lo cual constituye la base de la “fortaleza” que es esencial para la resistencia y la victoria y que, por ahora, necesita el mundo en su totalidad.

La familia de Shlomi es vista como la principal fuente de aprobación y aprecio, con la madre siendo asertiva y omnipresentemente preocupada pero que admira y apoya a su hijo, que le da un valor inmenso a la supervivencia de sus hijos y aun así participa en lo peligroso de sus vidas. La familia es el interlocutor directo. La madre, es decir, la familia, se ha acostumbrado al terrorismo. Ella también posee la determinación y por lo tanto, aunque preocupante, aprueba responder y derrotar a los terroristas con el fin de sobrevivir y cree en el significado de la responsabilidad colectiva. Por lo tanto, la sociedad y principalmente la familia, aceptan su mayor importancia en relación a la vida del individuo.

Una respuesta diferente en Europa

Me topé con una actitud opuesta mientras enseñaba un curso de historia en la Universidad LUISS en Roma. Me encontré pidiendo a los jóvenes estudiantes que levantaran la mano si estaban dispuestos a dar sus vidas en defensa de su hogar. Respondieron con un silencio ensordecedor, sin levantar las manos. Al menos fueron sinceros.

Al leer cuidadosamente las experiencias de Shlomi y de los otros protagonistas en la historia de la resistencia contra el terrorismo, descubrimos dos aspectos básicos que nos pueden enseñar el cómo tratar con el terrorismo.

Encontramos a gente como Shlomi en toda la historia de Israel, desde antes del establecimiento del propio estado, hasta los primeros actos de terrorismo fedayun, a los de la reciente “Intifada de los Cuchillos”. La mentalidad del israelí promedio, tal como la de Shlomi, es clave para entender cómo el pueblo de Israel posee esa gran resistencia al terrorismo. Estos han respondido hábilmente frente a los objetivos del terrorismo de destruir el tejido social desde adentro, poner de rodillas a la sociedad, hacer imposible la vida normal y finalmente, crear conflictos entre la gente común y la élite política.

Para Shlomi, esto no fue, ni es posible. Para entender el por qué debemos considerar primero ciertas razones psicológicas profundas pertinentes a la identidad judía y a la fuerza nacional encontrada en el sionismo. Segundo, debemos considerar que una gran cantidad de atributos crea una respuesta práctica que ayuda a mantener bajo control la tormenta diaria del terrorismo.

Shlomi es heredero ancestral del espíritu que salva a Israel del terrorismo, del huir y del vivir bajo el estandarte del temor. Es este espíritu el que le permite en definitiva, sobrevivir y vivir felizmente. Shlomi es flexible y adaptable y no es ningún mimado. ¿Por qué? Porque lo que le revuelve por dentro es la resistencia adquirida durante siglos que ha permitido la supervivencia del pueblo más perseguido en la historia. Esta resistencia le ha salvado de la depresión, le ha hecho creativo y, después de todos los pogromos y persecuciones, le ha permitido situarse de nuevo en el centro de la historia con un apego a la patria del pueblo judío, en lugar de forzarlo a que se vea a sí mismo de nuevo como víctima.

La idea de valorar al país al pueblo propio es muy rara en Europa, donde la autoflagelación sobre el nacionalismo es lugar común. Esta noción que la nación como la cuna de un pueblo (pero ciertamente no como algo afirmativamente agresivo) es algo que vale la pena defender, permite que Israel sea el número uno en la lucha contra el terrorismo. El espíritu de disciplina, enseñado a los soldados combatientes a través de un austero entrenamiento militar y años de servicio, le permite incluso a los jóvenes más consentidos, de buena vida y amantes del placer hombres y mujeres (y hay muchos) a que recuperen una especie de unidad mientras perciben la importancia de la autodefensa. Muchos jóvenes europeos carecen de tácticas de unidad y de supervivencia y pueden salir beneficiados de estas instrucciones. Esta formación en Israel, a su vez, crea un sentido de unidad nacional que existe a pesar del feroz desacuerdo entre los diversos partidos políticos y religiosos de Israel y también ayuda al pueblo de dicho país a mantener una buena condición física.

¿Cómo fue que los soldados y colonos en la Franja de Gaza durante los días de la retirada en el año 2005, en un punto tan agudo de desunión, no optaron por la violencia? ¿Por qué en cambio se abrazaron, a veces en medios de lágrimas, al final de esos trágicos días de evacuación? ¿Qué es lo que hace que un chico de 23 años que recoge una bomba del suelo sea un héroe silencioso? ¿O qué hace que una persona entre a pie en el Líbano durante la noche junto a su unidad militar, tal como muchos que vi lo hacían? Shlomi, como todos aquellos chicos “hechos en Israel” que voluntariamente arriesgan morir para salvar a sus conciudadanos, es como Uri, el protagonista de la novela clásica más vendida de Moshé Shamir titulada ‘Él caminó a través de los campos’ – Hú Halaj Ba-Sadot (1947). A pesar que su novia está embarazada, Uri se arroja sobre una bomba para salvar a un amigo.

Existen acontecimientos verdaderos en los cuales soldados israelíes se han lanzado sobre una granada para salvar a sus compañeros soldados (por ejemplo, Roi Klein durante la Segunda Guerra del Líbano en el 2006). Un verdadero héroe es aquel que vive con los ideales de tener una vida pacífica y está listo para combatir mientras ridiculiza la pompa y retórica del heroísmo: si Shlomi no hubiese estado listo para agarrar la bomba, tal como cientos o incluso miles de otros héroes silenciosos lo hubiesen hecho, Israel ya no existiría. Ni la madre de Shlomi ni su familia existirían. Y no sólo eso: si Shlomi no estuviese dispuesto a sacrificar su hermosa vida por Israel, o por su pueblo, la memoria del Holocausto borraría la idea de gvurah, el heroísmo, sobre el cual se construyó el Estado de Israel. Frente al Museo del Holocausto Yad Vashem, se encuentra un monumento al héroe de 24 años del gueto de Varsovia Mordechai Anielewicz, quien murió como comandante del levantamiento del gueto de Varsovia. Dentro de la idea de superar la Diáspora, también existe el deseo de eliminar cualquier posibilidad que su pueblo una vez más se deje destruir como “ovejas yendo al matadero”.

Esencialmente, los israelíes se han visto obligados a acostumbrarse al terrorismo, que ha marcado toda la historia del Estado de Israel incluso antes de su fundación. Muchos estudios históricos han demostrado que este proceso de endurecimiento ha sido de hecho, un desarrollo natural y necesario para el pueblo israelí, al tiempo que evita que el terrorismo destruya la moral pública y prevalezca en la vida cotidiana del pueblo.

El descenso de la atención por la prensa a los episodios terroristas cotidianos también ha contribuido a fortificar esta estoica calidad de convivencia. La guerra y el terrorismo han sido compañeros de Israel desde hace ya mucho tiempo y es sólo una parte de la lucha para rechazar la afirmación tautológica que el terrorismo es destructivo, impredecible, insensato y chocante. Por ejemplo, consideren los sentimientos de incredulidad y vulnerabilidad de Francia tras el ataque a las oficinas de la revista Charlie Hebdo, o las emociones de desesperación y pena de Estados Unidos luego de los atentados del 2013 en el Maratón de Boston y después de los ataques del 11 de Septiembre de 2001. Sin embargo, el objetivo del terrorismo de destruir los recursos sociales y económicos del país ha fracasado gracias al extraordinario carácter mostrado por Israel.

Adaptación al trauma del Terrorismo

Israel ha demostrado que las sociedades pueden preservar el nivel normal de vida al reforzar las emociones postraumáticas naturales con diversos métodos de adaptación. De esta manera, los israelíes pueden responder al terrorismo sin caer presos por ello. Más bien, pueden reaccionar ante este con fuerza, organización, un sentido de solidaridad, pensamiento innovador y diversas técnicas antiterroristas.

Las encuestas realizadas sobre la cantidad de estrés postraumático acumulado por la sociedad israelí dan resultados sorprendentes. Un abrumador 44,4% de la población fue víctima de ataques terroristas suicidas, tenía amigos y familiares que fueron víctimas, o conocía a alguien que sobrevivió a un ataque en los primeros 19 meses de la Segunda Intifada, desde septiembre del 2000 hasta febrero del 2001. Sin embargo, A mediados de la Segunda Intifada, que duró hasta el 2005, sólo el 9,4% de los ciudadanos israelíes encuestados afirmaron haber sufrido de estrés postraumático. Los chicos israelíes sufrieron estrés postraumático a un nivel de 40%.

Adicionalmente, el 16,4% de la población encuestada ha sido víctima de un ataque terrorista, mientras que el 22,1% de la población encuestada ha tenido amigos o parientes que fueron víctimas de un ataque terrorista. Con datos tan asombrosos, deberíamos esperar ver una noción de trauma colectivo. No nos sorprende que el 73% de los encuestados en una encuesta realizada en 1979 respondiera que estaban “asustados” o “muy asustados” de que ellos, o sus familiares más cercanos, fuesen heridos en un ataque terrorista. En el 2002, a mediados de la Segunda Intifada, el 92% de los israelíes encuestados expresó temor de que un miembro de su familia pudiera ser víctima de un ataque. Pero es igualmente sorprendente que el 76,6% de los israelíes encuestados en el 2006 declarara que en una situación terrorista “nosotros sabríamos qué hacer”, aunque el estrés es agudo; 47% “sentía peligro de muerte” y “el 54% respondió que sentía que “las vidas de familiares o conocidos estaban en peligro”. A pesar de esto, el 78.2% respondió que “siempre habrá alguien allí para ayudarme cuando se presente cualquier dificultad”.

Estos datos siguen reflejando las opiniones de aquellos que reconocen estos peligros actuales. Sorprendentemente, incluso con la reciente ola de ataques, se ha visto que los israelíes poseen gran poder de recuperación contra el terrorismo, expresando perspectivas positivas sobre el futuro y su capacidad para superar ataques pasados y prevenir los posibles ataques a futuro. Estas actitudes corresponden a la aclimatación y a la fe individual en las capacidades de los ciudadanos y el gobierno de Israel, independientemente de la ideología política. En Israel, la confianza de la población en las fuerzas de seguridad y en el ejército es definitiva y genética. No existe la típica crítica del defensor de los “poderes que existen”, aquellos cuyo deber es protegerlos. Uno no sospecha que el gobierno esté involucrado con algún enemigo histórico anti-popular, tal como ocurre en muchos países europeos. Existe un asombroso nivel de cooperación entre los ciudadanos y las fuerzas de seguridad. Cuando un ciudadano es atacado, este buscará de inmediato a un oficial de la policía en las inmediaciones y de hecho lo encuentra, porque el despliegue policial es muy amplio y estratégico, al igual que lo es el estacionar las fuerzas de seguridad y la distribución de armas. Un policía o soldado que es atacado siempre puede contar con un ciudadano cercano que puede correr en un intento por salvarlo a él o ella. Ambas partes “saben qué hacer”. Una reacción defensiva espontánea a un evento tan inesperado es altamente estimada como un acto de valentía realista. Un terrorista que ha atacado o que está a punto de atacar debe ser detenido porque este será capaz de atacar de nuevo.

En cuanto al uso de armas, cuando un ciudadano se le da el visto bueno de tener su permiso de portar un arma de fuego, no se le es dado precipitadamente incluso cuando se considera que el arma es necesaria para asuntos urgentes. Además, el número de personas que posee un arma de fuego en un país como Israel, donde muchos que portan armas han recibido meses de entrenamiento con armas de fuego en el ejército, es menor de lo que cabría esperar. De hecho, es muy baja: sólo el 2,5% o 170.000 civiles israelíes poseen armas de fuego. Entre ellos, el 40% son guardias profesionales en supermercados y otros lugares públicos.

El alcalde de Jerusalén Nir Barkat, pidió a los ciudadanos que portaran sus armas durante los días de continuos ataques terroristas. El razonamiento tras su petición es bastante interesante ya que no implica dañar a civiles israelíes equivocadamente, sino que le pide a los responsables que portan armas que recibieron permisos para portar sus armas y ayudar a proteger a sus conciudadanos. Los israelíes sólo pueden obtener un arma bajo las siguientes condiciones: si tienen 21 años de edad o más, si han residido en Israel durante al menos tres años, si han pasado exámenes físicos y mentales estrictos, si han superado una prueba de seguridad con armas de fuego y si han tenido antecedentes personales verificados por el Ministerio de Seguridad Pública. Además, la emisión de un permiso de armas también tendrá su base en razones suficientes para su solicitud, tales como si uno residiera en un área donde hay un gran número de ataques. Las armas deben ser ordenadas a través de una tienda con permiso de licencia donde uno recibe un suministro de 50 balas que no se les repondrá hasta que se les haya agotado. Cuando Barkat les dijo a los ciudadanos que sólo podían portar un arma si estaban en posesión legal de esa arma, también añadió que uno no debe pensar que pueden tomar la ley en sus propias manos. Los ciudadanos deben dejar esas responsabilidades a las fuerzas de seguridad. La eficacia de estas medidas en el uso de las armas de fuego está demostrada por estas cifras: En los últimos 10 años ha habido alrededor de 50 casos en los que ciudadanos armados han intervenido en la prevención o respuesta a ataques terroristas (no muchos dadas las cifras previamente examinadas) y en el 70% de estos casos su participación fue crucial.

En Israel, se toma mucha precaución para evitar que la sociedad se radicalice, lo cual pudiera incrementarse dondequiera que se presenten actos de terrorismo. Aunque vemos el surgimiento de la extrema derecha en toda Europa, en Israel pequeños grupos de extremistas (fanáticos e incluso asesinos) están siendo en gran medida controlados por la implementación en las medidas de seguridad. Sin embargo, la imagen de los musulmanes y los palestinos no se ha beneficiado de las oleadas de ataques terroristas. El ciudadano israelí está decidido a defenderse y confía en que será defendido, independientemente de las críticas y controversias. Por ejemplo, el 90% de los israelíes apoyó la Operación Muro Protector lanzada en el 2002 por Ariel Sharon cuando la Segunda Intifada ya había alcanzado niveles de violencia horribles. Poco después de esto, el 80% de los israelíes también apoyó la creación de una barrera de seguridad contra el terrorismo. Además, se aprobaron ampliamente diversas medidas de defensa votadas por la Knesset, algunas de las cuales fueron objeto de acaloradas discusiones (tales como las detenciones preventivas, cierre de zonas de alto riesgo como Hebrón y la destrucción de hogares de los terroristas). Los israelíes confían en su país y su sistema de defensa, aunque pueden criticar a su clase política.

Israel sufrió 53 ataques suicidas en el 2002. En el lapso de una semana, terroristas atacaron un restaurante en Haifa, un supermercado en Jerusalén, un café en Tel Aviv y un hotel en Natania. Sin embargo, los israelíes no se sintieron desmoralizados ni deprimidos, ni sintieron pánico, ni huyeron. En general, durante la Segunda Intifada, 1030 personas fueron asesinadas por terroristas (proporcional a los 295.000 estadounidenses muertos en Estados Unidos teniendo en cuenta la pequeña población de Israel) y la así llamada “Intifada del Cuchillo”, que entre septiembre del 2015 y julio del 2016… 40 personas fueron asesinadas víctimas del terrorismo. En este período, hubo 157 apuñalamientos, 101 ataques con armas de fuego, 46 ataques vehiculares y una explosión en un autobús. La forma adaptable con que respondieron los ciudadanos israelíes es el resultado de una aclimatación, siendo este el pilar de la “fortaleza” israelí y su eventual y consecuente retorno a la normalidad. Es esta misma normalización que impide gran parte del estrés postraumático que típicamente suele acompañar al terrorismo en otros países.

Luego del atentado del Maratón de Boston, la ciudad fue cerrada y sus ciudadanos se encerraron en sus casas durante días. Esta respuesta al terrorismo aún no ha ocurrido en Israel. Existe determinación y estoicismo en mantener la rutina y esta habitualidad se traduce en una firme determinación en no permitir que la amenaza del terrorismo domine la vida cotidiana. Luego de los ataques terroristas, el gobierno no les ordena a los israelíes encerrarse dentro de sus hogares; ni abandonar sus rutinas diarias. Esta resolución es ejemplificada en varias entrevistas con Barkat, con propietarios de tiendas que reabren sus negocios luego de un ataque terrorista y con ciudadanos que regresan para sentarse en la misma mesa donde se encontraban cuando se produjo el ataque.

Por el contrario, los israelíes realizan pequeños cambios como medio de precaución, tales como sentarse lejos de las entradas de un café, notificar inmediatamente a los guardias de seguridad (escasos en los países europeos) la presencia de personas sospechosas y objetos en la calle y en espacios cerrados, estar conscientes de los alrededores y no reunirse en grupos en las paradas de autobús.

La elasticidad es la norma

Los propietarios y clientes vuelven a abrir y regresan a sus tiendas. Los israelíes buscan el turismo, el comercio y continúan utilizando el transporte público. La famosa frase pronunciada por un joven luego de la masacre en la Discoteca Dolphinarium en el 2001 en Tel Aviv en la que murieron 21 personas (la mayoría de ellos adolescentes) es: “Seguiremos bailando”. Esto se ha convertido en un tema esencial en la búsqueda de la victoria sobre el terrorismo.

El segundo punto es actuar: todos intentamos hacer algo para contrarrestar los ataques, ya sean estos anticipados o inesperados. “Estén siempre preparados”, o “Estote Parati” es el lema de los Scout y también funciona para la totalidad de la población de Israel. Si uno está preparado, sabrá de antemano el cómo no sentirse indefenso. Mientras tanto, existen organizaciones voluntarias que están siempre en guardia: por ejemplo, la Guardia Civil es una organización de ciudadanos que se ofrecen como voluntarios para ayudar a la policía con su trabajo. Existen grupos armados y que no portan armamento que actúan únicamente con el único propósito de vigilar. La policía entrena a los grupos y les provee todo lo que necesitan. En términos generales, la actividad principal de estos grupos es realizar rondas de vigilancia. Tienen poderes limitados, pero están preparados para hacer lo correcto. Si es necesario, pueden detener a una persona, verificar su identidad e incluso detenerlo. Estos grupos de vigilancia se componen de más de 70.000 personas, 28% de las cuales son mujeres. Los grupos demográficos más comunes en este grupo son hombres entre 40 y 55 años de edad (los hombres generalmente son reservistas del ejército hasta los 40 años de edad). Durante los años de la Segunda Intifada, más de 500,000 ciudadanos se ofrecieron voluntariamente.

El 8 de marzo de 2016, Yishai Montgomery de 26 años tocaba su guitarra en la playa de Tel Aviv cuando escuchó gritos. Un terrorista apuñaló al turista y veterano del ejército estadounidense Taylor Force, asesinándolo e hiriendo a otras 12 personas en el proceso de su violenta acción. Yishai pudo ver al hombre y alcanzo a pegarle con la guitarra en su cabeza, permitiendo que la policía capturara al terrorista y lo anulara. La guitarra quedó vuelta trizas pero, poco después del incidente, se inició una recaudación de fondos para comprarle una nueva.

El mismo día, en Petaj Tikva, un acuchillador atacó a Yonathan Azariah, un ultra-ortodoxo, quien sufrió una herida en el pecho. El acuchillador ya había atacado frenéticamente a varios transeúntes. Yonathan se sacó el cuchillo de la parte posterior de su cuello y lo utilizó efectivamente para golpear y detener al terrorista. El 20 de enero de 2016 en Tel Aviv, Hertzl Biton, un conductor de autobús de 62 años, se encontró luchando con un terrorista que había apuñalado a muchos de sus pasajeros y a él mismo. Este rápidamente frenó el bus, haciendo que el terrorista volara por encima de él y luego abrió la puerta para que los pasajeros pudieran escapar. Luego agarró al terrorista y le roció con gas pimienta (las ventas de este producto fueron muy altas durante la Intifada del Cuchillo). El asaltante de 23 años saltó, pero con Biton tras él, su escape fue bloqueado hasta que la policía lo detuvo y lo llevo herido al hospital. Biton también fue admitido en el hospital, gravemente herido como resultado de sus heridas punzo-penetrantes.

El 8 de junio de 2016 cuatro personas murieron y otras seis resultaron heridas en un ataque al Mercado Sarona de Tel Aviv. Haggai Klein, de 32 años, estaba sentado en el mercado cuando dos terroristas vestidos de negro comenzaron a rocear con balas a los compradores. Klein arrojó un taburete a los asaltantes, deteniéndolos por un momento y haciendo que a uno se le cayera el arma. La policía detuvo luego a los dos. “A mi familia y yo se nos hizo un gran reconocimiento con mucho amor. Pero pienso en las familias de las víctimas y yo les envío mis condolencias”, dijo Klein. “Este cumplió con su deber”, comentó el padre de Klein, “me emocioné mucho cuando vi el video”.

El alcalde de Jerusalén Nir Barkat, un tecnócrata de cuarenta años, detuvo a un terrorista palestino con sus propias manos el 22 de febrero de 2015. Este se encontró persiguiendo a un acuchillador que acababa de atacar a un chico israelí de veinte años.

El patriotismo de Israel no es un actor secundario en la lucha contra el terrorismo, a excepción de muy pocos que niegan cualquier espíritu nacionalista. 88% de los israelíes están orgullosos de ser israelíes y tienen confianza en el ejército. Esta confianza, a pesar de las bien conocidas discusiones políticas en Israel, se deriva de la gran determinación con la que se desarrolla un continuo replanteamiento de las medidas de seguridad y salud para curar a los heridos en los ataques terroristas. En otras palabras: los israelíes viven e interactúan con el terrorismo en lugar de jalarse los pelos y llorar. La asistencia médica es creada y desarrollada según sea necesaria.

Desde el año 1983, todo hospital lleva a cabo al menos 20 simulacros anuales alrededor de atentados masivos. Maguen David Adom (MDA, la Estrella Roja de David, similar a la Cruz Roja) ha desarrollado técnicas que requieren no más de 28 minutos desde el momento del ataque hasta la evacuación de la última víctima. Las ambulancias en Israel, uno puede notar, a menudo han sido retrasadas por varias razones (es decir, si ya están en uso por otros que responden o deben ser recogidos desde una ubicación remota). Por lo tanto, aquellos conductores que están de guardia ahora conducen con frecuencia las ambulancias a su casa para estar listos para cualquier llamada que suceda en cualquier momento. Para llegar más rápido al lugar de un ataque o accidente, MDA está aumentando el número de paramédicos en scooters equipados con equipo esencial para salvar vidas.

Iniciativas personales son parte de este espíritu: recientemente un conductor de autobús en Jerusalén, con una mujer gravemente herida en su autobús, se dio cuenta que una ambulancia hubiese tardado mucho más tiempo en llegar y decidió llevarla al hospital en su autobús. Este tipo de actitud, improvisación o ignorancia de los protocolos burocráticos tiene precedentes en las muchas y sorprendentes medidas adoptadas por los líderes civiles y militares del país. Ejemplos incluyen la decisión de Ben-Gurion de aceptar el Plan de Partición de 1947, la decisión inesperada de derribar aviones egipcios, ganar la Guerra de los Seis Días y los muchos episodios de insubordinación por parte de Sharon y Rabin. Ellos entendieron que uno no debe permanecer quieto y esperar una orden, sino que deben actuar.

Conclusión

Tenemos la impresión que el espíritu de Shlomi no va a desaparecer a corto plazo. Además, las repercusiones económicas de las diversas Intifadas han sido siempre pequeñas a pesar que, en tiempos de crisis, el turismo y el comercio disminuyen por razones obvias. Sin embargo, las estructuras científicas tecnológicas y fundamentales no se contraen. La floreciente economía de Israel es una de las pocas en el mundo que funciona a pesar de la cantidad extraordinaria de dinero gastado en defensa, que acorta los recursos del gobierno y conduce a altos niveles de impuestos. Con todo esto, a pesar del endémico terrorismo en Israel, Jerusalén ha permanecido entre las 10 ciudades más visitadas del mundo y ha seguido siendo una ciudad de alta tecnología. Además, la tasa de mortalidad de Israel es la segunda más baja del mundo después de Canadá y su tasa de natalidad es de las más altas. Israel también ha sido calificado como el undécimo país más feliz del mundo.

¡Qué decepción increíble para el terrorismo!

Por Fiamma Nirenstein

La ex periodista Fiamma Nirenstein fue Miembro del Parlamento Italiano; Vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados; Presidente de la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre Antisemitismo; Miembro del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén; Miembro de la Junta Directiva de la Fundación Magna Carta, Amigos Europeos de Israel (AEI); Miembro del Comité Directivo de la Coalición Interparlamentaria de Lucha Contra el Antisemitismo (CILCA); Miembro fundador de la Iniciativa Amigos de Israel. Autora: Israel Somos Nosotros (2009). Receptora: Premio Israelí del Knesset por su Compromiso en la Lucha Contra el Antisemitismo.

Fuente: Hatzad Hashení

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