¡Que no nunca el pánico! Esa era la frase que me repetía a mí misma continuamente cada viernes por la tarde durante varios años. Las luces, la comida, la plata de Shabat, los relojes con temporizador… muchas cosas de las que hacerse cargo para antes del anochecer y siempre a la carrera ¡auxilio, que alguien me ayude!