Sus celebraciones son realmente excepcionales, sobre todo si tenemos en cuenta el precepto de consumir alcohol hasta el punto de no poder distinguir entre el malvado Hamán y el justo Mordejay.
Purim es la fiesta más alegre del año. La épica historia de Esther con su final felíz, las deliciosas orejas de Hamán, los disfraces, y por supuesto, el obligatorio y excesivo consumo de alcohol hacen que sea, por demás, la fiesta judía más divertida.
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