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En un día solemne como el que conmemoramos hoy-el plural va por el pueblo judío y todos los que nos acompañan sinceramente -, un día de recogimiento y recuerdo de los 6 millones de judíos asesinados por los nazis, vemos de todo.

Por: Ana Jerozolimski, Directora Semanario Hebreo Jai

Están, nuevamente, los testimonios del horror. De los que ya no pueden contarlo y nos precisan a nosotros para ello. De los sobrevivientes que apostaron por la vida después de haber estado en el infierno, sin buscar venganza. Están las expresiones de solidaridad, sinceras, principistas, plenas de valores que comprenden que la advertencia del “nunca más” no es cuestión de historia sino de presente y futuro.

Y están las lágrimas de cocodrilo. La hipocresía de aquellos que piensan que en este día instaurado por las Naciones Unidas como Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto, no queda bien no decir nada, pero en la práctica no logran realmente esconder su antisemitismo.

¿A qué nos referimos? A quienes viven demonizando al Estado judío , quitando legitimidad a su existencia misma, apoyando a los enemigos que quieren destruirlo, aunque claro que disfrazando todo de lucha por los derechos humanos y defensa del pueblo palestino. Nos referimos a quienes acusan a Israel de cometer un genocidio del pueblo palestino alegando que Israel debe avergonzarse de hacer a sus vecinos lo que le hicieron los nazis a los judíos, y otras barbaridades. Barbaridades que lo que muestran es, además de tendenciosidad mal intencionada, una profunda ignorancia.

Sería imposible dar aquí todos los ejemplos de las diatribas que inventan contra Israel. Pero la del genocidio vale la pena por lo menos unas líneas. Mejor dicho,unos números.

A raíz de la guerra de independencia de Israel que 5 ejércitos árabes lanzaron en mayo de 1948 en su contra para intentar impedir que nazca el Estado judío, aproximadamente 750.000 árabes se convirtieron en refugiados, yéndose a diversos países árabes vecinos. Dentro del territorio del nuevo Estado de Israel, permanecieron aproximadamente 150.000 árabes que se convirtieron en ciudadanos del Estado judío. En total-fácil calcularlo- se trata de más o menos 900.000 árabes que hoy se llamarían palestinos.

Cuando se cumplieron 72 años de la independencia de Israel en mayo del 2020, la Oficina Central de Estadísticas Palestina publicó un resumen pero claro que usando otros términos: la “nakba”, o catástrofe, el término con el que los palestinos se refieren a la creación de Israel. En un comunicado con motivo de la fecha, la Oficina Central de Estadísticas Palestina inforó que “el número de palestinos dentro y fuera de Palestina alcanzó los 13,4 millones, de los cuales más de la mitad viven en los territorios ocupados e Israel”.

¿Cómo?

¿No era que Israel comete un genocidio del pueblo palestino?

¿Y entonces?

¿Cómo puede ser que la cantidad de palestinos se haya multiplicado tantas veces? Aún si dejamos de lado los que se fueron a vivir al exterior, a los países árabes y a Occidente y por ende no están bajo control israelí, los números son elocuentes.

La propia Oficina Central de Estadística Palestina, ya mencionada, sostiene que en Cisjordania y la Franja de Gaza viven más de 5 millones de palestinos. Para ser más exactos, en el 2020 la cifra era algo superior a 5.100.000.

Y según los datos oficiales de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, de casi 9 millones y medio de ciudadanos israelíes al comenzar el 2022, casi 2 millones son árabes.

Es un genocidio muy extraño este ¿no?

Ahora que aclaramos que genocidio no hay- al menos la gente pensante  y medianamente culta que lee y capta puede haberlo entendido, lo cual no vale para los que no quieren que los confundan con los hechos- ahora entiendo muchas cosas.

Entiendo por ejemplo por qué es una locura acusar a Israel de apartheid, un término de por sí tan terrible que los enemigos de Israel lo usan para quitarle legitimidad y presentarle como un monstruo, sin conocer la situación o porque saben que la palabra impacta.

Es que una cosa es combatir el terrorismo y tratar de proteger a la población de sus planes, y otra es imponer apartheid. Si esto fuera apartheid, yo no me cruzaría con árabes de Cisjordania, incluyendo mujeres cubierta con el hijab, cada vez que voy a mis controles en el hospital Hadassah de Jerusalem. Ni habría visto a palestinos felices en la zona industrial Barkan por tener un empleo seguro en una fábrica israelí, contándome que les respetan todos los derechos laborales y hasta ganan mucho más que lo que ganarían trabajando del otro lado, con empleadores palestinos. Si fuera apartheid, no habría aparecido el otro día un palestino de la Franja de Gaza postrándose a rezar a los gritos de Ala hu-Akbar, Dios es grande, absolutamente feliz, al informársele que se le había aprobado un permiso de trabajo en Israel. No puedo insertarlo acá, pero lo vi en el Telegram de Abu Ali Express, por si pueden encontrarlo.

Y tanto , tanto más…

No creo que cada crítica a Israel sea antisemitismo. En absoluto. Israel no es ni infalible ni perfecto, también comete errores y puede tomar decisiones equivocadas. La mejor prueba de ello son las duras discusiones internas. Pero muchas veces, cuando la crítica es demonización, cuando la crítica casi ni logra esconder que a algunos les molesta que Israel sea fuerte y logre defenderse, o consideran que hay que entender a los terroristas que lanzan cohetes hacia poblados civiles israelíes, eso sí es antisemitismo. Porque eso quita al Estado judío, el único Estado judío del mundo, el derecho más básico, defender su existencia.

Por eso, algunos discursos y comentarios en las redes, solemnes y sentidos en el Día del Holocausto, son absolutamente hipócritas y carentes de valor.

Otro fenómeno preocupante es el de algunos comentarios antisemitas y repugnantes  que aparecen en las redes a comunicados de solidaridad escritos por diferentes autoridades. Están los ignorantes que vuelven al tema del “genocidio” palestino, los antisemitas que aprovechan la volada para volver a las “conspiraciones” judías con el COVID y a la idiotez de la Estrella amarilla y la vacuna…y están los ya nada originales que se preguntan por qué se habla “tanto” del Holocausto  y no de otras tragedias. Claro que enseguida salen a aclarar que no desmienten o niegan el Holocausto, pero que “están exagerando” o cosas similares.

¿Alguien impide a alguien hablar de sus tragedias? El pueblo judío tiene el imperativo moral de recordar a sus hermanos asesinados. Y al mismo tiempo, siempre, advierte que las lecciones de la Shoá son universales y que la humanidad toda debe comprender a qué conduce la discriminación. El “Nunca más” no es sólo para el pueblo judío. Relativizar el Holocausto, dando a entender que “no fue para tanto”, es tan pecaminoso como negarlo.

El Holocausto no comenzó en las cámaras de gas. Comenzó en los discursos. Por eso las palabras pueden ser tan peligrosas. El problema es su doble origen : la ignorancia y la mala intención.

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