Unidos con Israel

Una defensa cristiana de Israel

(AP/Dan Balilty)

Quisiera incidir en este razonado y oportuno escrito de Jonathan Tobin, en el que reflexiona sobre la tragedia que están viviendo los cristianos en Oriente Medio; sobre por qué el resultado de la lucha que se está librando en la región no puede ser ignorado y por qué, en sus palabras, “los cristianos nunca deberían pensar que podrían mejorar la vida de sus correligionarios ayudando a destruir a la otra minoría religiosa de la región: los judíos”.

Por: Peter Wehner / Commentary

Jonathan hizo un convincente alegato como persona que profesa el judaísmo. A mí me gustaría hablar como persona que profesa el cristianismo.

Los cristianos que empiezan a identificarse con la lucha contra el sionismo –me he encontrado con varios, al punto de que ha sido un factor clave a la hora de que mi familia y yo cambiáramos de iglesia– incurren en un grave error moral .

Dejando a un lado algunas diferencias teológicas obvias, lo cierto es que los cristianos y los judíos comparten afinidades e historia, empezando por la Biblia hebrea y héroes de la fé como Abraham, José, Josué o Moisés. Y muchos cristianos creen, por razones teológicas (la alianza de Dios con Israel), que no pueden permanecer indiferentes al destino de Israel. Pero dejemos eso de lado y usemos el baremo de la justicia a la hora de juzgar a Israel y a sus enemigos, ya que es a la justicia a la que suelen acudir los cristianos que se muestran críticos con el Estado judío.

Para empezar, incluso un somero conocimiento de la historia de los últimos 65 años deja claro que los obstáculos para la paz no los pone Israel, sino sus adversarios. Y cuando se trata del conflicto con los palestinos, son ellos y no los israelíes los responsables de su pervivencia.

(Para aquellos que culpan a la denominada “ocupación israelí” de la hostilidad palestina, he de señalar que la OLP, comprometida con la destrucción de Israel, fue fundada en 1964, tres años antes de que Israel controlara la Margen Occidental y Gaza. Además, las guerras de 1948 y 1967 se produjeron antes de que la ocupación de los territorios en disputa y los asentamientos se convirtieran en un problema. Y en Gaza, en 2005 Israel hizo lo que ninguna otra nación ha hecho jamás, ni siquiera una nación árabe: conceder a los palestinos la oportunidad de autogobernarse. Como consecuencia de ello, Israel fue bombardeado con miles de cohetes y morteros y, finalmente, se vio arrastrado a una guerra con Hamás).

Los palestinos sufren, pero las razones por las que sufren no son imputables a Israel sino a un liderazgo palestino fallido, que desde el principio ha estado envuelto en una gran nube de corrupción, brutalidad, opresión y antisemitismo. Desde la creación de Israel, en la primera mitad del siglo pasado, ni un solo líder palestino ha estado dispuesto o ha sido capaz de cambiar una cultura que aviva el odio a los judíos y propone la erradicación de Israel. Hasta que eso no cambie, no hay ninguna puerta abierta a la paz o a la justicia. Los palestinos deben hacer lo que no han hecho hasta ahora: asumir la existencia del Estado judío. Que no lo hayan hecho aún, con el terrible precio que están pagando, dice bastante.

Por otro lado, los cristianos se engañan al pensar que la vida en Oriente Medio sería mejor si los enemigos de Israel prevalecieran. El movimiento que ataca los cristianos no es el sionismo sino el islamismo. El historiador Philip Jenkins escribió en Christianity Today el mes pasado: “Para los cristianos de Oriente Medio, 2014 ha sido una catástrofe”. Pues bien, esa catástrofe no ha sido obra de Israel, donde los ciudadanos cristianos disfrutan de las mayores bendiciones: libertad y democracia.

Plantéese esta sencilla pregunta: siendo cristiano, ¿dónde preferiría vivir, en Jerusalén, en Teherán, en Mosul, en Damasco o en Riad? ¿Preferiría vivir bajo el gobierno de Benjamín Netanyahu o bajo la égida de Abu Bakr al Bagdadi? Es absurda la idea de que los cristianos prosperarían en Oriente Medio si Israel se debilitara y los ataques en su contra aumentaran.

Pero incluso dejando esto de lado Israel es digno de apoyo, admiración e incluso afecto por parte de los cristianos; por el tipo de país que es: democrático, pluralista, autocrítico, respetuoso de los derechos humanos y las minorías, un baluarte contra el islam militante, dispuesto a realizar sacrificios extraordinarios por la paz; un país sin igual. Bienaventurados sean los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios, dijo años atrás un afamado judío.

Israel es imperfecta, como todas las naciones en este mundo decadente, pero se cuenta entre las más impresionantes y venerables que jamás se hayan creado. Los cristianos que se preocupan por sus correligionarios en Oriente Medio, los que se preocupan por la justicia y odian la injusticia deben conservar su fe en el Estado judío. Romper con él sería romper con su historia y con algunas premisas básicas del cristianismo. Téngase esto especialmente presente estos días, en que el mundo cristiano vuelve a fijar su atención en Tierra Santa.

Publicado en: elmed.io©

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