(AP/ Khalil Hamra)
Palestinians Israel

Por Basam Tawil

El pasado viernes, el intento de decenas de miles de palestinos de Gaza de infiltrarse en Israel fue el arranque de una campaña de seis semanas de duración de protestas masivas; se trata de la denominada Marcha del Retorno, organizada por Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos radicales.

Esas organizaciones alentaron a los palestinos de la Franja a dirigirse a las zonas adyacentes a la frontera con Israel y infiltrarse en territorio israelí, es decir, a poner sus vidas en peligro. Hamás y sus aliados dijeron a los manifestantes que la Marcha del Retorno marcaba el principio de la“liberación de toda Palestina, desde el Mediterráneo hasta el Jordán”. En otras palabras, les dijeron que la infiltración sería el primer paso hacia la destrucción de Israel.

Los líderes de Hamás Ismaíl Haniyeh y Yahia Sinwar, que se sumaron a la protesta del día 30, no ocultaron el auténtico objetivo de la Marcha del Retorno: destruir Israel y dinamitar el aún no divulgado plan de paz para Oriente Medio del presidente de EEUU, Donald Trump. Dijeron a los manifestantes que las concentraciones del día 30 marcaban el inicio de “una nueva etapa en la lucha nacional palestina para la liberación de toda Palestina, desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]”. Haniyeh y Sinwar dejaron igualmente claro el otro objetivo de la Marcha del Retorno: desbaratar cualquier intento árabe de firmar la paz o normalizar sus relaciones con Israel.

De acuerdo con las palabras de los líderes de Hamás, la campaña de la Marcha del Retorno no tiene relación con la mejora de las condiciones de vida de los palestinos de Gaza, ni con encontrar maneras de solucionar la crisis humanitaria y económica de la Franja. Hamás y sus aliados no mandaron a los manifestantes hacia la frontera con Israel en demanda de trabajo y medicinas. Ni les urgieron a arriesgar la vida por la falta de suministro eléctrico en el territorio. Lo hicieron tras asegurarles que era la única manera de inundar Israel con cientos de miles derefugiados palestinos en pro del derecho de retorno, que hace referencia a la demanda palestina de que Israel permita instalarse en su territorio a los refugiados palestinos y a sus descendientes. Como Zaher Birawi, uno de los organizadores de la Marcha del Retorno, explicó, el derecho de retorno es sagrado y una línea roja que no ha de cruzarse. Los palestinos harán todo lo posible por conseguirlo.

Estas palabras, junto con las de los dos líderes de Hamás mencionados, demuestran que las protestas multitudinarias tienen por objetivo forzar a Israel a aceptar a millones de refugiadospalestinos como primer paso para la conversión de los judíos en una minoría en su propio país. El siguiente podría ser matar o expulsar a los judíos y reemplazar Israel con un Estado islámico.

Lo crucial aquí es el hecho de que lo que hemos visto en la frontera entre Gaza e Israel el 30 de marzo no ha sido una protesta de palestinos miserables, duramente golpeados por la pobreza, contra la imposición de un bloqueo. Si ese hubiera sido el caso, ¿por qué los organizadores no les exhortaron a ir hacia la frontera con Egipto?

El auténtico bloqueo a la Franja lo impone Egipto, no Israel. En 2017, el paso fronterizo de Rafah entre Egipto y la Gaza estuvo abierto menos de 30 días; en cambio, la frontera entre Israel y el enclave palestino lo estuvo durante más de 280.

Israel mantiene un bloqueo naval sobre la Franja para impedir que Irán, Hezbolá y otros agentes terroristas introduzcan armas ilegalmente en el enclave costero controlado por Hamás. Al mismo tiempo, Israel controla el paso de bienes e individuos.

Israel permite que los palestinos entren y salgan de la Franja a través del puesto fronterizo de Erez. El mes pasado, el primer ministro de la Autoridad Palestina entró en Gaza por ahí, sólo para ver cómo su convoy era alcanzado por un artefacto explosivo cuando estaba ya en el territorio controlado por Hamás. Israel también permite que accedan a la Franja por Erez ciudadanos extranjeros, incluidos periodistas, diplomáticos y cientos de trabajadores de una pluralidad de agencias humanitarias, empezando por las de Naciones Unidas.

Todo esto mientras el paso de Rafah sigue cerrado. En lo que va de año, los egipcios han abierto la frontera de manera intermitente, por espacio de dos o tres días cada vez. Asimismo, Egipto continúa impidiendo a los extranjeros acceder a Gaza desde Rafah. Incluso los árabes que quieren ayudar a los gazatíes han de hacerlo vía Erez, dado que los egipcios no les dan permiso para ir por Rafah.

Tomemos el ejemplo del enviado catarí a Gaza, embajador Mohamed al Emadi. Cada vez que entra o sale de la Franja, utiliza el paso de Erez. Los egipcios no le permiten, ni a él ni a ningún árabe que trate de ayudar a los palestinos de Gaza, usar la terminal de Rafah.

Ante esta realidad, la cuestión es: ¿por qué los palestinos no protestan contra Egipto? La respuesta es obvia.

Los palestinos saben que meterse con el Ejército egipcio les puede costar muy caro. Israel utilizó francotiradores para detener la marcha del 30 de marzo, pero la respuesta egipcia hubiera sido mucho más dura, sin la menor duda. Los egipcios habrían recurrido a la artillería y a la fuerza aérea. Los palestinos son bien conscientes de que los egipcios habrían arrasado la Franja si hubiesen rebasado la frontera y amenazado la seguridad nacional egipcia.

La Marcha del Retorno forma parte de la lucha nacional palestina contra la “entidad sionista”, Israel, no tiene nada que ver con el cierre de frontera alguna. Forma parte de la yihad (guerra santa) palestina para eliminar Israel, considerado un “proyecto colonialista” impuesto a los árabes por las potencias occidentales al término de la II Guerra Mundial. En un raro momento de honestidad, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, admitió este mismo año que así es precisamente cómo los palestinos y los árabes perciben a Israel.

Los organizadores de la Marcha del Retorno han dejado aclaro que, aparte de inundar Israel con millones de refugiados palestinos, la campaña tiene otros dos objetivossabotear el “acuerdo del siglo” de Trump y poner freno a cualquier forma de normalización de las relaciones del mundo árabe con Israel.

Los palestinos han proclamado su total rechazo al plan de Trump porque saben que no beneficia a su objetivo de convertir a los judíos en una minoría en su propio país. El plan de Trump, creen, no reconoce el derecho de retorno palestino; es decir, que los refugiados y sus descendientes no serán autorizados a trasladarse a Israel para convertirlo en un Estado de mayoría árabe.

Los organizadores de la Marcha del Retorno han dejado meridianamente claro que ese es el objetivo de las protestas multitudinarias: mandar el mensaje a la Administración Trump de que los palestinos no aceptarán un acuerdo que no les facilite su sueño de reemplazar Israel con un Estado islámico.

La Marcha del Retorno quiere también mandar un mensaje de advertencia a la Autoridad Palestina y a los países árabes para que no hagan concesiones a Israel ni colaboren con la Administración Trump.

Una vez más, no es esto lo que están diciendo los analistas políticos. En su lugar, estas son las frases y expresiones que están utilizando los organizadores. El objetivo último es impedir que Mahmud Abás y la Autoridad Palestina vuelvan a la mesa de negociaciones con Israel y amenazar a los países árabes para que no lleguen a acuerdos de paz con Israel.

Ahora, los organizadores nos están contando que la Marcha del Retorno continuará y alcanzará su cénit a mediados de mayo, con motivo del 70º aniversario del establecimiento de Israel.

La Marcha del Retorno es otra fase en el intento palestino de erradicar la presencia de Israel en Oriente Medio, no tiene que ver con bloqueo alguno. La Marcha del Retorno es una campaña contra la paz diseñada para quebrar cualquier intento de que haya paz entre Israel y los países árabes.

Los líderes de Hamás, la Yihad Islámica y los otros grupos que organizaron las protestas masivas del viernes andan ahora lamentándose del elevado número de bajas y acusando a Israel de abrir fuego contra manifestantes “desarmados y pacíficos”. Son los mismos líderes que urgieron a su pueblo a marchar hacia Israel y tratar de irrumpir en su territorio. Son los mismos que alentaron a su pueblo a dañar la valla de seguridad en la frontera con Israel. ¿De verdad esperaban que los soldados israelíes los recibieran con flores?

Por lo que hace a Mahmud Abás, ha dado una nueva prueba de su tremenda hipocresía. Horas después de que se produjeran los choques en la frontera, apareció en la televisión palestina para hacer a Israel “completamente responsable” de la violencia, así como de los muertos y heridos registrados entre los manifestantes.

Es el mismo Abás que recientemente nos dijo que Hamás es un grupo terrorista que estaba detrás del intento de asesinato de su primer ministro registrado el pasado 13 de marzo. Es el mismo Abás que el año pasado impuso sanciones a la Franja suspendiendo el pago del suministro eléctrico que procura Israel al territorio, así como el pago de las nóminas a miles de funcionarios gazatíes. En vez de condenar a Hamás por enviar a los palestinos a jugarse la vida luchando con el Ejército israelí, Abás opta por denunciar a Israel por proteger su frontera.

La Marcha del Retorno palestina ha sido erróneamente descrita por algunos periodistas y analistas políticos como una acción “pacífica y popular” en demanda de libertad y mejores condiciones de vida.

Las condiciones de vida de los gazatíes podrían mejorar si los egipcios abrieran el paso de Rafah y permitieran a los demás árabes y palestinos socorrerlos. Sus vidas podrían mejorar si Hamás dejara de excavar túneles del terror y contrabandear armas.

Pero, como ha quedado meridianamente claro, la Marcha del Retorno no es sino una declaración de guerra contra Israel y la Administración Trump.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio