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La historia de los judíos etíopes, también conocidos como Beta Israel, es un testimonio del poder de la fe, la determinación y el espíritu humano.

Durante siglos, la comunidad judía etíope mantuvo una forma de vida distinta en las montañas del norte de Etiopía. Aislados por la geografía y la tradición, conservaron sus prácticas religiosas únicas, sus rituales culturales y su idioma hebreo antiguo. Sin embargo, su aislamiento también significó un contacto limitado con el resto del mundo judío y los desafíos de la modernidad.

El punto de inflexión para los judíos etíopes llegó con la Operación Moisés en 1984 y las misiones de rescate posteriores. Estas operaciones tenían como objetivo traer a la comunidad judía etíope a Israel, reuniéndolos con su patria ancestral. El viaje estuvo plagado de caminatas peligrosas a través de terrenos difíciles y circunstancias peligrosas, ya que muchos arriesgaron sus vidas para escapar de la persecución y el hambre.

Llegar a Israel fue un sueño realizado para los judíos etíopes, pero también marcó el comienzo de una nueva serie de desafíos. Adaptarse a una cultura, un idioma y una forma de vida muy diferentes presentaba obstáculos importantes.