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Gabriela Rodríguez tenía apenas 8 meses aquella siniestra mañana del 18 de julio de 1994 en la que una bomba arrancó la vida de 85 personas en el atentado contra la AMIA. Una de las víctimas era su mamá, Silvana Alguea de Rodríguez.

Era una beba a la que le privaron algo básico como crecer acompañada por su madre. Sus recuerdos de ella son nulos. Lo que conoce es gracias a los relatos de sus familiares.

“Vivíamos en Ramos Mejía. Aquella mañana, mi papá (Daniel) y mi mamá fueron a desayunar cerca de AMIA, ya que estaban planeando una mudanza”, contó Gabriela a Radio Jai. “Después de tomar un café, mi papá se fue a su trabajo (en Ramos Mejía) y mi mamá se fue al de ella”. Silvana era trabajadora social y estaba hacía algo más de dos años en AMIA.

Son las 9.53 del 18 de julio de 1994. La bomba explota y destruye una parte de Buenos Aires. Reina el caos. Se ve humo y escombros. Se oyen gritos desesperados. Se huele muerte. Los policías, los bomberos, médicos y voluntarios corren desesperados para rescatar a los heridos y trasladarlos al hospital. La gente pregunta por sus seres queridos. Pasan los minutos, las horas y los días y muchas personas siguen desaparecidos. Uno de ellos es el de Silvana.

Daniel pasaba día y noche buscando a su esposa, aquella mujer que había conocido en la época en la que vivió en Israel. “Me contaron que durante esa semana, cuando él llegaba a casa, me tenía a upa, me hablaba y me contaba todo lo que estaba pasando, aunque yo no entendiera”, relató Gabriela. El cuerpo de Silvana tardó una semana en aparecer.

“El atentado es parte de mi historia, yo crecí con eso. Con mi papá lo fuimos atravesando juntos”. Desde muy chica Gabriela sabe la verdad: “Mi mamá no se murió, a ella la mataron”.

Julio es un mes muy difícil. La joven reconoce que en esta época “las emociones están más a flor de piel”, lo que no quita que otros momentos del año también sean muy difíciles, como por ejemplo en enero, cuando su madre cumplía años. La pregunta, entonces, es qué hacer con todos estos sentimientos.

La respuesta llegó en un viaje en subte. Hace algunos meses Gabriela se mudó y tuvo que comenzar a usar con mayor frecuencia la línea B, más precisamente en la estación Pasteur-AMIA. “Todos los años escribo algo y lo comparto por Facebook. Esta vuelta quería hacer algo diferente. Primero pensé en cantar la canción de la memoria (de León Gieco), pero después se me ocurrió escribir un poema. Un amigo me ayudó a convertirlo en un vídeo”, contó a Radio Jai.

Por último, Gabriela se refirió a lo que no ocurrió desde que explotó la bomba: justicia. “En realidad, justicia sería que esto no hubiera ocurrido. Que a 24 años no haya nadie preso me genera impotencia, es algo básico que no estamos pudiendo cumplir, es realmente terrible”. Sin embargo, agregó: “Por más justicia que pudiera existir mi mamá no va a volver, por eso es fundamental que hagamos memoria”.

Fuente: Radio JAI – Por Federico Visacovsky – Vídeo: labola studio, Youtube