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Jerusalem

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Desde esta noche, 28 de Iyar, celebramos Yom Yerushalayim, el día que Jerusalem regresó a nuestras manos.

La Torá describe ampliamente la intervención Divina en las guerras del pueblo de Israel contra sus enemigos. Pero a veces la intervención de HaShem con Su pueblo, Israel, puede llegar a ser más evidente todavía. Sólo tenemos que abrir los ojos y recordar lo que ocurrió en la guerra de los Seis Días, y particularmente, en la conquista de Jerusalem.

Comencemos por el final.

Si bien la batalla por Yerushalayim cobró un alto precio en las preciosas vidas de cientos de nuestros heroicos soldados (776 soldados israelíes murieron en la guerra de los Seis Dias), Yerushalayim fue, literalmente, un regalo de HaShem. ¿Por qué? Porque Israel NO tuvo la intención de conquistar Jerusalem en la guerra de 1967.

Veamos. El principal enemigo y el instigador de la guerra para destruir al joven Estado judío era Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto. Todas las fuerzas del ejercito de Israel debían estar concentradas en la defensa del desierto de Sinai. Si la península de Sinai caía, las fuerzas egipcias (¡ese era su plan!) llegarían hasta Tel Aviv.

El Ministro de Defensa, Moshé Dayán, dejó esto en claro a Uzi Narkiss, el comandante de las relativamente pocas fuerzas que protegían la Jerusalem judía: la prioridad es defender el Sinai.

Aclaremos que en ese entonces Jerusalem estaba dividida. La parte Oeste pertenencia a los judíos y la parte Este, incluyendo la Ciudad Vieja, el Muro de los Lamentos, etc. le pertenecía a Jordania (a los judíos, obviamente, les estaba prohibido el acceso al Muro y a la Ciudad Vieja).

El Primer Ministro de Israel Levi Eshkol, le hizo llegar un mensaje al rey de Jordania, Hussein (el padre del actual rey de Jordania): Israel no tiene intenciones de luchar contra Jordania, si Jordania no interviene en la guerra. Pero todo indicaba que Jordania atacaría. Contaban con 5.000 soldados ya apostados en Jerusalem y con refuerzos permanentes que llegaban desde Ammán, la capital jordana, Riyad, la capital de de Arabia Saudita, y una fuerza de elite de soldados de Iraq.

Los Yehudim de Jerusalem se estaban preparando para lo peor. La gente donaba sangre, aprendían primeros auxilios e improvisaban refugios para los niños. Se calculaba que habría entre 10.000 y 100.000 bajas civiles.. Los parques nacionales estaban siendo preparados para ser utilizados como cementerios. Los cajones de madera, ya estaban listos para los primeros funerales…

Y Jordania atacó. Moshé Dayán dio la orden explícita de responder al fuego “proporcionalmente”, y bajo ningún concepto escalar la violencia, con la esperanza de que Hussein interrumpiera su ataque. Pero Nasser, el presidente egipcio, luego de haber sufrido irremediables bajas en su fuerza aérea, quiso convencer a Hussein de que atacará a Israel y le dijo: “Nuestras fuerzas ya se están encaminando hacia Tel Aviv ¡Tienes que sumarte al ataque!”. Hussein se creyó esta falsa historia y comenzó a atacar la parte judía de Jerusalem.

Pero poco a poco, y milagrosamente, los soldados judíos ganaban cada batalla que peleaban. Y avanzaban, al tiempo que los soldados jordanos huían en medio de caos, confusión y miedo. Las tropas judías se acercaron a la Ciudad Vieja y por primera vez se dieron cuenta que podrían atravesar sus muros. Levy Eshkol autorizó el ingreso, pero se apuró a aclarar: “Vamos a avanzar [hacia la ciudad vieja] sabiendo que una vez que termine la guerra debemos abandonar Jerusalem”.

Increíblemente, la mayoría de los ministros de Israel se oponían a avanzar hacia la Ciudad Vieja.. “El mundo”, dijeron, “particularmente el Vaticano, no permitirá que los judíos custodiemos los lugares santos cristianos”. Los líderes politicos de Israel tenían miedo de triunfar. Las tropas judías, sin embargo, comenzaron a rodear la ciudad vieja. A las 3 de la madrugada del día 6 de junio, Ali Ata, el comandante jordano responsable por la defensa de Jerusalem entró en la oficina del gobernador jordano de Jerusalén, Anwar al-Khatib, y le dijo: “La batalla por Jerusalem está perdida”. Todos menos dos de sus oficiales habían desertado. Las tropas jordanas estaban desmoralizadas y exhaustas y no podían ser controladas sin sus oficiales. Ali Ata sacó a sus soldados de la ciudad vieja y huyo hacia Ammán.

Y así Yerushalayim, 1899 años luego de ser destruida por los romanos, volvió a ser la capital del Pueblo judío.

Yerushalayim estaba preparada para el luto. Para enterrar y llorar a miles de muertos. Pero la angustia se trasformó en alegría, y la pesadilla en un hermoso e inalcanzable sueño que sorpresivamente se hacía realidad. Era como soñar despierto, como en un eco de las palabras del Rey David (Tehilim 30). “[HaShem] Tú convertiste lo que iba a ser mi funeral, en una fiesta de celebración; Tú abriste mi mortaja y me hiciste vestir de alegría”. Las palabras de los profetas de Israel por fin se verían cumplidas. De ahora en adelante, en la ciudad de Yerushalayim, se volverían a escuchar las voces de felicidad, de bodas, y fiestas.

Y los cajones de madera que se habían preparado para los funerales fueron desarmados. Y ese año, los Yehudim de Yerushalayim utilizaron esas maderas para construir sus Sukkot, las cabañas que representan la eterna protección Divina a su Pueblo, Israel.

Por: Rabino Yosef Bitton

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