Uno de los primeros temas que aborda esta Perasha es el del «rey» de Israel. A diferencia de todas las demás civilizaciones del mundo, durante toda la historia de la monarquía, para el pueblo judío el rey no era una figura central. Es más, pareciera que la Torá (Debarim 17:14 ) «accede» a que el pueblo tenga un rey, no lo «prescribe».
Y el perfil del rey judío no podía ser más diferente del perfil de los reyes gentiles. Los reyes gentiles eran «dioses». Así lo era en la antigüedad, por ejemplo, el Faraón. Egipto tenía muchos dioses, pero por encima de todos ellos estaba el rey. Como dice Yejezquel (29:3) del Faraón «El Gran Cocodrilo [así se llamaba a sí mismo el faraón], que dice: mío es el rio Nilo [también una divinidad suprema en Egipto] y yo me cree a mi mismo». Algo parecido pasaba con los reyes y emperadores romanos, como Caligula, que se refería a si mismo como un dios.
En la edad media no era muy diferente. Los reyes no se presentaban como dioses, pero se consideraban elegidos por su dios. El rey no obedecía ni daba cuentas a nadie. Era una obligación «divina» obedecer al rey. Obedeciendo al rey se obedecía a su dios. Y de esta manera se produjeron innumerables abusos y ultrajes, en nombre de los dioses.
La Tora es única, y en este sentido, «revolucionaria».
Nuestra Perasha describe 3 características del rey de Israel;
1. El rey de Israel tiene limitaciones. No puede tener muchos tesoros, así no cobraba al pueblo impuestos abusivos. El rey no puede tener muchos caballos, así no tenia un ejercito demasiado poderoso. Y no podía tener demasiadas esposas, lo que en ese entonces implicaba, entre otras cosas, un limite en las alianzas que podía establecer con pueblos gentiles vecinos (Debarim, 17:16-17).
2. El rey de Israel debía ser un talmid jajam, un estudioso de la Tora. Tenía que escribir un Sefer Torá, el libro de Debarim, (17:18) y cargarlo con él adonde sea que fuera. Y tenia que estudiar la Torá «todos los días de su vida» (17:19) para aprender todo lo que HaShem espera de él y de cada uno de sus súbditos. Su estudio no era para presumir de sabiduría ante nobles y plebeyos, sino para mejorar su proceder y refinar su carácter, como veremos a continuación.
3. Quizás lo mas interesante del rey judío era que, en completa oposición a los que era propio de los reyes gentiles (y hasta de algunos presidentes contemporáneos), del monarca de Israel se esperaba «humildad». Así dice la Torá explícitamente en el pasuq 17:20: [El rey tendrá que leer la Torá…] para que su corazón no se enaltezca por sobre sus hermanos y no se aparte de Sus mandamientos a derecha a la izquierda…». Que note el lector la suprema lección de humildad: La Torá no dice que se enaltezca por sobre «sus súbditos» sino » «sus hermanos». En el pueblo judio la relación no era «rey/súbditos», sino «hermano mayor/hermanos». Y mientras que el los demás pueblos el rey era la excepción en cuanto a obedecer la ley, el rey de Israel debía ser el ejemplo, en cuanto a obedecer la Ley.
La Torá no menciona ninguna Mitsvá de obedecer al rey. El rey judío está mandado a obedecer al mismo D-s al que obedece todo judío.
En los demás pueblos,» el rey es dios». En el pueblo de Israel, «D-s es el Rey».
Shabbat Shalom!
Rab Yosef Biton