Daniel Suchar Zomer *
Como cualquier otro país, los primeros años de vida académica del ciudadano israelí no se diferencian mucho del resto del mundo. Aunque la preparatoria no es obligatoria como la primaria y secundaria en ese país, los niños suelen ir a guarderías y maternales, enfocados en la estimulación temprana, típico modelo “académico” en infantes del siglo 21.
A partir de los 6 años de edad, hasta que cumplen 18; los jóvenes pueden ingresar a 4 tipos de escuelas: escuelas estatales (donde un 25% del tiempo es invertido en estudios previos de ingeniería y tecnología), escuelas religiosas o yeshivot (judías), escuelas árabes y drusas (el principal idioma es el árabe) y las escuelas privadas (con variada orientación religiosa). Aquí empiezan las grandes diferencias entre la educación israelí y lo que se puede encontrar en otros países del orbe.
Luego de cumplir 18 años, los ciudadanos israelíes están obligados a asistir al servicio militar (Tzahal) por un lapso de 2 años (mujeres) y 3 años (hombres), lo cual es un proceso de aprendizaje forzado que sufren los muchachos a temprana edad. Entre muchos de los puestos que ejercen estos jóvenes durante el servicio en Tzahal, conlleva a tomar decisiones que en el resto del planeta tendría que tener la madurez de un adulto de 40 o 50 años para ejecutarlas. Esta es otra gran diferencia que poseen estos israelíes al salir “al mundo” cuando cumplen 21 añitos.
Y a partir de allí, la apuesta académica de Israel empieza a tomar mucha mayor fuerza que en otros países. La sensatez de los estudiantes a esa edad los hace escoger carreras universitarias con mayor criterio de elección. El disfrute y conocimiento adquirido durante las clases es aprovechado mucho más que cuando hay jóvenes “transitando por la U” viendo qué carrera sacan, como pasa en países de Latinoamérica, por citar un ejemplo.
Israel posee en su territorio (22.000 kms2 – más pequeño que El Salvador, la mitad de Costa Rica o 124 veces más pequeño que Argentina), 41 universidades, de las cuales 6 de ellas, pertenecen al Top 100 Ranking QS World. La Universidad Hebrea de Jerusalén, el Tecnológico (Technión) de Haifa o el Instituto de Ciencias (Majón) Weizmann, son el trío vanguardista del listado de estas casas de estudios. Nada despreciable para esta joven nación de apenas 68 años de existencia.
La ausencia de jerarquías artificiales
La manera de cómo los estudiantes llegan y se comportan en las aulas de clase, también marcan una diferencia a nivel mundial. Cuando en Latinoamérica o Lejano Oriente (Japón, Corea o China) entra un profesor universitario, existe un respeto de superioridad entre el maestro y sus alumnos. En Israel la cosa es un poco diferente. Los profesores pueden camuflarse entre los estudiantes pues su vestimenta no es parte de su protocolo académico.
Al llegar al salón, puede ser un reconocido premio Nobel, un PhD o un Magister; que igual será acribillado a preguntas donde los estudiantes retarán cada una de sus palabras de enseñanza. Los estudiantes son mucho más críticos y el carácter fuerte del israelí forja a que cualquier persona puede y tiene el derecho de poner en duda lo que les trata de enseñar.
Y a partir de allí, es que los frutos de la Start-Up Nation (como se le conoce a Israel) empieza a tener sentido. Esta nación lidera los índices de inversión en Investigación y Desarrollo con un 4,2% de su PIB. Países más emblemáticos como Japón y Suecia (3,3%), Finlandia (3,1%) o los EEUU o Corea (2,9%) invierten un poco menos. Ya países europeos como Alemania, Austria y Francia rondan entre los 2,4%. Claro, al “cruzar el charco” llegamos a Brasil (1,1%), Argentina (0,6%), Costa Rica (0,54%) o Chile (0,37%); evidenciando la razón del por qué no hay descubrimientos importantes de ese lado del mundo.
Seriedad y compromiso
Otra de las diferencias que marca la única democracia del Medio Oriente es la dirección donde esta inversión en Investigación y Desarrollo es colocada. Mientras que en Latinoamérica un 65% se coloca en el sector público, países desarrollados como Israel colocan hasta casi un 75% en empresas privadas, con objetivos claros y definidos.
El nivel de los investigadores también se logra observar en los planes de estudios superiores al ingresar a la Universidad. Las casas de estudios israelíes ofrecen a sus alumnos un staff de profesores donde sus grados académicos son PhD’s o están cerca de tenerlo, cosa que en las principales almas mater del tercer mundo sería una utopía en su máxima expresión. Incluso, el 75% de los estudiantes cursan carreras de Negocios, Ingenierías, Física, Química o Medicina, proyectándose al progreso de esta nación. Solo comparar estos resultados con la población de otros países, marca otra diferencia académica.
Y claro, los resultados se dan no por obra y gracia de Dios. Es simplemente porque en la educación israelí existe un nivel de compromiso muy alto y competitivo para descubrir y desarrollar cosas nuevas. Al mantener esa responsabilidad como prioridad en su sistema social y político del país, es que logran desarrollar innovaciones (recaudando en el año 2016) como el motor de Inteligencia Artificial (100 mil millones de dólares), seguridad en la nube a través de bloqueo y monitoreo continuo (90 mm. d.), vidrio inteligente para Mercedes Benz (7 mm. d.), o la cama inteligente para pacientes en terapia intensiva (110 mm. d.).
Las inversiones vienen sencillamente porque saben que habrá resultados serios y profesionales y no por ayudas filantrópicas como expresan en distintos foros.
Esto sin contar los numerosos inventos que hoy en día son parte de la vida cotidiana del individuo común en el planeta. Ventanas Solares, Cámaras Endoscópicas, Dispositivos de Memorias USB, Sembradíos por irrigación de gotas, Turbinas de Viento silenciosas, el microprocesador Centrino, como también aplicaciones tipo Waze o Viber, por mencionar algunos de los tantos que existen.
Otra de las diferencias, es que la educación israelí apunta a lo más alto en la academia. Si de premios Nobel se trata, la nación hebrea posee 12 galardonados de esta estatuilla, que comparado con los 27 que tiene toda Latinoamérica; es un porcentaje importante para el país de la pita, el hummus y el schnitzel.
Para Israel, el sector de IyD ha redistribuido su composición del Producto Interno Bruto colocando a los servicios (65%) y la industria con un 32% como puntal del desarrollo de la producción nacional, alcanzando niveles de 311 mil millones de dólares (35vo del mundo) y per cápita con 32.000 dólares (26vo del mundo) en un país tan diminuto que envía un mensaje muy claro para el mundo: En Israel, la apuesta es bien alta en su Educación.
* Analista Económico. Profesor Universitario.
Fuente: Aurora