Dos almas en un solo cuerpo

Hace diez meses quedé embarazada, siempre soñé cómo sería pero en la realidad era completamente diferente a como imaginé. Todo cambia, el cuerpo no responde como antes, uno no se entiende a si mismo, uno llora y se ríe a la vez, quiere todo y nada al mismo tiempo; yo sólo quería estar con mi esposo, no hablar por teléfono, no salir, estar en casa, tranquila, en silencio y sin preocupaciones externas.

Al principio es sólo cansancio lo que se siente, pero cuando se siente al bebé pateando, uno entra a otro mundo. El sentimiento de tener a un ser humano adentro del cuerpo, la experiencia de tener dentro otro corazón latiendo junto al propio – que depende de uno – es un milagro. No existe otra forma de explicarlo, es como que el cuerpo se transforma en un nido, el bebé es parte de uno, del cuerpo, del alma, del amor que existe entre la pareja, es un milagro, no hay otra palabra.

Cuando uno empieza a entender todo esto, uno se da cuenta que toda la vida va a cambiar de un extremo a otro, nada va a ser igual, pero además va a haber un nuevo integrante en la familia, alguien más importante y puro que el resto. Necesitamos tomarnos en tiempo para conocer a esta nueva personita especial que entra en nuestras vidas, contruir un vínculo con él, pero no desde que nace, por lo contrario, cuando aún esta dentro del vientre, por que él nos siente, escucha y hasta siente nuestro olor, eso es parte de la conexión que uno crea.

Personalmente, es un momento mágico, imaginarse cómo el bebé es y será, su carita, manitos y piesecitos. Encontré una forma especial y diferente para poder crear este vínculo tan especial y poder conectarme con mi pequeña ya desde antes de nacer; primero a través del tacto, luego por el habla, pero después encontré otra forma que me conectó mucho más con ella, una forma más significativa: el dibujo. Toda mi vida he dibujado, es algo que me relaja y me hace feliz, cuando estoy estresada o molesta me ayuda a conectarme conmigo misma y resolver los problemas, pensar en frió y poder seguir adelante. Durante el embarazo no fue diferente, me ayudó a entenderme más, a reconocer lo que sentía y así construir puentes con mi bebé. Cuando me di cuenta que tenía mucho para decir, para expresar empecé a dibujar, me dibujé a mi misma y los movimientos que sentía dentro y me filmé dibujando y quise seguir haciéndolo. Me sentí más conectada conmigo misma y con mi bebé, dibujé cómo yo veía mi cuerpo y los lugares de él en que sentía presión o incomodidad. Según el sentimiento era el color con el que pintaba. Intenté varias formas de dibujo, con muchos colores, pocos, con palabras, figuras diferentes, pero lo que más me ayudaba era dibujar los movimientos de mi bebé y cómo me imaginaba que sería.

Durante todo el embarazo dibujé y me di cuenta que era como una forma de terapia, una nueva forma de terapia a través del arte sin un terapeuta, sólo trabajando con uno mismo. Sin necesidad de hablar acerca de eso o compartirlo con alguien más; porque estaba construyendo mi relación con mi hija, ella me entendía y yo a ella, las dos siendo parte de mi cuerpo y yo sintiéndola a cada paso, sin necesidad de alguien más o de explicar este sentimiento.

Esta experiencia me causó querer ser una mejor persona, más espiritual y justo, para ser capaz de darle lo mejor a mis hijos. Todo este proceso que viví es muy personal, no espero que la gente entienda o comparta todo esto, porque sólo haciendo uno lo puede entender. Hay cosas que aún no entiendo, cómo todo esto ocurre, cómo algo que empieza con amor entre una pareja se transforma en un ser humano, con sueños, personalidad, potencial, capacidades y alma. Es algo que sólo D´s lo puede hacer y sólo nos queda agradecer poder ser parte de esto y poder recibir el mejor regalo del mundo.

Irit Paz-Zauritz

Egresada de Comunicación Fotográfica

Hadassah College Jerusalem