Uno de los mitos más arraigados en el conflicto palestino-israelí es que buena parte de Occidente apoya a los palestinos por una natural simpatía hacia el desvalido. Victor Davis Hanson, de la Hoover Institution de Stanford, desmontó ese mito de forma contundente la semana pasada, al señalar que si la simpatía por el desvalido fuera lo que realmente impulsa las multitudinarias manifestaciones pro-palestinas que recorren Occidente, cabría esperar ver otras manifestaciones, igual de multitudinarias, en apoyo del Tíbet ocupado, indudablemente desvalido ante la superpotencia china, o de la asediada Ucrania, igualmente desvalida ante la superpotencia rusa. En realidad, sostuvo, el sentimiento antiisraelí no florece porque Israel sea Goliat, sino porque es David.
«Israel es criticado de forma desmedida por lo que supuestamente hace porque sus amigos son pocos, su población escasa, y sus enemigos de más allá de Gaza son muchos, peligrosos y, a menudo, poderosos.»
O, por decirlo más claramente: criticar a Israel no conlleva coste alguno y, a menudo, tiene beneficios, mientras que apoyarlo podría incitar represalias de sus numerosos enemigos. Así que, mientras que los países occidentales se muestran remisos a presionar a China respecto al Tíbet por miedo a que los chinos respondan impidiendo el acceso al mayor mercado mundial, o a presionar demasiado a Rusia respecto a Ucrania, porque es una gran productora de gas natural a la que no le tiembla el pulso a la hora de cortarle el suministro a sus oponentes políticos, a menudo consideran que es más fácil presionar a Israel que a sus enemigos.
Tomemos, por ejemplo, los casos de Qatar y de Turquía, que, actualmente, son los dos principales patrocinadores de Hamás. Los cataríes son su principal fuente de financiación: le entregan cientos millones de dólares al año para construir su arsenal de cohetes y su red de túneles; da refugio a Jaled Meshal, líder del movimiento; al parecer, torpedeó un incipiente acuerdo de alto el uego entre Hamás e Israel amenazando con expulsar a Meshal si firmaba; y, según Amos Yadlin, exjefe de la Inteligencia Militar israelí, cerca de un tercio de todo el cemento importado a Gaza para proyectos patrocinados por Qatar fue desviado a la red de túneles del grupo terrorista, seguramente con la colaboración intencionada de Doha, pues los proyectos gestionados por la UE no fueron objeto de desvíos semejantes.
Turquía también le entrega a Hamás cientos de millones de dólares al año, y da cobijo a cerca de una decena de altos cargos del movimiento, incluido Saleh Aruri, el cual, la semana pasada,admitió estar tras el secuestro en junio de tres adolescentes israelíes, y fue acusado por el Shin Bet, el servicio de seguridad israelí, de organizar en la Margen Occidental una red terrorista masiva dedicada a iniciar una tercera intifada y a derribar a la Autoridad Palestina. Israel ha detenido a unos 90 miembros de dicha red y le ha confiscado armas y fondos; la AP se ha tomado la acusación lo suficientemente en serio como para iniciar su propia investigación.
De hecho, no es ninguna exageración decir que, sin el apoyo que Hamás recibe de Qatar y de Turquía, nunca podría haber creado la maquinaria bélica que le permitió iniciar la guerra de este verano, y, por tanto, la muerte y la destrucción en Gaza que actualmente lamenta el mundo no se habrían llegado a producir.
Dado que tanto Norteamérica como la Unión Europea han declarado a Hamás organización terrorista, cabría esperar que este flagrante apoyo que recibe provocara sanciones contra Qatar y Turquía como Estados patrocinadores del terrorismo. Pero Qatar es el mayor exportador mundial de gas natural y el país más rico, además de albergar la principal base aérea estadounidense en Oriente Medio, mientras que Turquía es miembro de la OTAN y una importante economía emergente. Así que, en realidad, lejos de sancionarlos, EEUU y Europa los consideran aliados clave. En resumen: sencillamente, a Occidente le resulta más fácil condenar la respuesta de Israel a los ataques de Hamás y presionarlo para que acceda a las exigencias del grupo terrorista que condenar y penalizar el apoyo turco y catarí a éste.
Es evidente que Israel tiene muchos puntos fuertes, incluidos una próspera economía, un Ejército potente y un fuerte apoyo norteamericano. Pero, como señala Hanson, sigue siendo unminúsculo país con pocos amigos y muchos enemigos, y los que protestan contra él lo intuyen. Así que no nos dejemos engañar por su supuesta “indignación moral” por la “opresión al desvalido” por parte de Israel. No están haciendo más que lo que llevan haciendo los matones desde hace tiempo inmemorial: atacar a una víctima a la que consideran básicamente vulnerable.
Fuente: elmed.io©